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En el Teatro Ángela Peralta

Suena el cielo musical de Mahler con la Camerata Mazatlán

El concierto tuvo la participacición estelar de la soprano Yamel Domort, quien dio voz al cuarto movimiento de esta joya sinfónica
07/06/2025 16:20

El majestuoso Teatro Ángela Peralta se convirtió en escenario de una travesía mística y celestial con la interpretación de la Sinfonía No. 4 de Gustav Mahler, a cargo de la Camerata Mazatlán bajo la dirección del maestro Sergio Freeman.

El concierto, culminación de una profunda exploración sonora, contó con la participación estelar de la soprano Yamel Domort, quien dio voz al cuarto movimiento de esta joya sinfónica.

En un recinto como el Teatro Ángela Peralta, esta sinfonía fue más que un concierto: fue una experiencia trascendental. Mahler dijo alguna vez que “una sinfonía debe ser como el mundo: debe contenerlo todo”.

Y por un instante, el cielo pareció cantar con voz humana. La Camerata Mazatlán, bajo el liderazgo de Sergio Freeman, logró abrir ese portal con sobriedad, lirismo y poder espiritual y al final de esta obra, como regalo para la audiencia los músicos interpretaron el Vals El Danubio azul de Johann Strauss, acto gozoso sellado con fuertes aplausos.

Fue un recorrido en cuatro tiempos: el lenguaje profundo de la Sinfonía No. 4, que compuso entre 1899 y 1900, y la dotó de una aparente sencillez que esconde una compleja arquitectura emocional y espiritual. La obra se estructura en cuatro movimientos, cada uno con una personalidad distinta pero un hilo conductor común: la visión del paraíso a través de los ojos de un niño.

En Bedächtig, nicht eilen (Prudente, sin acelerar), el primer movimiento, evocó un mundo sereno, campestre. Las cuerdas iniciales, con la concertino Nina Farvarshchuk y un sólido grupo de violines como Arturo Romero, Luis Estrada y Sergio A. Vargas– pintaron un paisaje de inocencia. Los oboes y flautas, aquí a cargo de Carlos Santos y Frida Fernández, aportan un aire bucólico que establece el tono pastoral.

En In gemächlicher Bewegung, ohne Hast un timbre fantasmal que simboliza la Muerte disfrazada de violinista ambulante se reflejó en los violines de Frida Zebadua y Janett Acosta, cuya interpretación transmitió un humor sombrío y danzante.

Con Ruhevoll, poco adagio la sinfonía alcanzó una profundidad emocional sublime, las violas, interpretadas por Víctor A. Osuna y Pablo López, junto con los violoncellos de Orlando Idrovo y Citlali Cisneros, crean un tapiz sonoro contemplativo, melancólico, que parece suspender el tiempo. Es un movimiento de recogimiento, como si se preparara el alma para entrar al cielo.

Y en el cuarto movimiento, Sehr behaglich “la vida celestial”, la voz humana irrumpe con dulzura y poesía con la soprano Yamel Domort, de proyección internacional y sensibilidad profunda, que entona un lied basado en textos del Des Knaben Wunderhorn.

Su interpretación fue clara, serena y angelical, como requiere esta visión infantil del cielo donde los placeres eternos sustituyen las penas terrenales. Domort conectó con la audiencia no sólo con su voz, sino con su temple escénico y su comprensión íntima del universo mahleriano.

La riqueza orquestal de esta sinfonía también se reflejó en las intervenciones: trompetas y trombones: dirigidos por Jorge Mejía y Juan Carlos Chavarría, anunciaban los destellos celestiales y fanfarrias de otro mundo.

Percusiones y timbales, ejecutadas por Max Carreón, Francisco López y Javier Brito, daban cuerpo y textura, desde suaves campanas hasta irrupciones teatrales. Fagot y cornos, ejecutados por Mitzy Burgueño y Germán Latorre, aportaban profundidad melódica y resplandor pastoral.

Cada sección de la Camerata Mazatlán se mostró comprometida con una ejecución refinada y emocionalmente cargada. Se notó la dedicación y preparación, especialmente en los músicos invitados, que enriquecieron el sonido sinfónico.

Este concierto presentado en la recta final de la Temporada Primavera 2025 mantuvo al público embelesado que al final agradeció la actuación de los músicos con efusivos aplausos.