Para Rogelio P. su escucha paciente, comprensiva y afectuosa vale más que mil palabras.
Entender, querer y hacer son tres verbos que cuando se conjugan hacen milagros y cuando se tropiezan dan dolores de cabeza ¿Quién manda dentro?
¿Estás alineado?
No es sencillo en cada uno alinear sus acciones conforme a la verdad y al bien honesto, hay un desorden natural que nos tira para abajo, la inteligencia y la voluntad juegan aquí un papel muy importante.
Recuerdas la canción española “Amor de Hombre”: “Te quiero porque quiere quererte el corazón, no encuentro otra razón, canto de gorrión que pasea por mi mente”, ella nos revela a alguien muy importante que rara vez consideramos. A raíz de ella te pregunto ¿Qué cualidad es más importante: la inteligencia o la voluntad?
Antes de continuar te sugiero responderla para ponernos a tono y entres en tu intimidad con ese valioso silencio que favorece tu atención y reflexión.
Sin la inteligencia damos palos de ciego como a la piñata, sin la voluntad es quedarnos en los buenos deseos o tirar la toalla en las dificultades. Ambas son necesarias. Pero antes entendamos a las dos.
La inteligencia
Sucede que entender la realidad es un proceso, la intuición suele hacerlo de sopetón cuando no se contamina. Esto requiere dar dos saltos: uno intelectual entre lo conocido a lo asimilado para no caer en el error y no quedarnos en la superficie, y otro vivencial entre lo conocido y lo practicado, especialmente cuando lo entendido requiere tomar acción. Aquí suelen atorarse las cosas como si hubiese un puente roto interno.
Practicar siempre lo que aprendemos no es un hábito común. Solemos tardar un tiempo en asimilar lo entendido y otro, quizás, en practicarlo a pesar de saber que lo necesitamos. El saber por sí mismo no garantiza la acción ni da tranquilidad ante lo incierto, la decisión tomada sí la da a pesar de la espera que la flecha dé en el blanco. Es mejor correr riesgos que la aparente tranquilidad de entenderlo todo bien sin actuar. Es decir, el riesgo sensato nos perfecciona. Los errores enseñan si somos humildes porque el humilde abraza mejor su realidad y la humildad revela inteligencia.
El agente secreto
Ese salto entre lo conocido y practicarlo requiere la acción de un agente distinto al intelecto: la voluntad. El intelecto y la voluntad son dos señores muy poderosos y distintos, aunque cada uno tiene su propio juego, no siempre juegan juntos, por eso decimos “pierdo la razón” o “no tengo ganas”.
¿Cómo interaccionan el intelecto y la voluntad? Muy simple, cada uno hace lo que sabe hacer: el conocimiento conoce y la voluntad quiere y actúa. Luego se ponen a jugar, así el intelecto conoce lo que la voluntad quiere... pero la voluntad a su vez quiere lo que el intelecto conoce. Están ligados... a su manera
Una cosa es saber bien lo que se quiere y otra distinta es quererlo, y otra más es cumplirlo. ¿De dónde viene esta distancia? De un tercer agente secreto: la libertad. Una cosa es ponerse necio, mulas dicen en los ranchos, y otra es actuar sensatamente. Ahh pero ahí está el detalle.
Entendamos mejor este juego
La voluntad requiere del intelecto para actuar y el intelecto requiere de la voluntad para indagar; el intelecto le presenta razones y motivos para actuar, si le apetecen la voluntad lo querrá. Esto se llama motivación, es decir: descubrir y dar razones y motivos válidos de algo. Las razones se pescan por la cabeza como a los peces. La voluntad camina por donde el intelecto le ilumina como una lámpara en la noche. La voluntad necesita del intelecto para no agarrar monte por las tentaciones y los impulsos desordenados, el interés, el egoísmo, la comodidad, etc.
¿Quién manda realmente?
La pregunta del millón. ¿Quién influye más sobre el otro? La inteligencia, pero ¿Quién tiene la última palabra? ¡La señora! Pero no esa... ni la otra. La voluntad. Para encontrar el camino se requiere del aprendizaje y de los conocimientos que informan a la voluntad, ésta es movida por aquélla. Siempre, la voluntad requerirá razones y motivos para corregirse, sin la verdad se extravía. Pero la última palabra la tiene la voluntad porque en ella reside la libertad. Por eso la voluntad puede querer lo que quiere, hace lo que le da la gana. El libre albedrío reside más en el intelecto, la voluntad se vigoriza con la práctica de la virtud y del bien honesto.
La canción “Te quiero porque quiere quererte el corazón, no encuentro otra razón” da en el clavo. Además el amor desinteresado perfecciona y purifica a la persona. Las personas amorosas manifiestan una sabiduría mayor que los libros. “A quien mucho ama, mucho se le perdona” y es cierto. Mucha voluntad sin amor es frío y mucho amor sin orden ni sensatez tampoco.
El ingrediente final: la paz
Sería una locura decir que es más importante que la felicidad ¿La razón? En la perturbación se ofusca el entendimiento, sentirse mal facilita hacer diabluras. La felicidad y la paz forman un binomio benéfico y atractivo. Se puede tener paz ante la muerte de un ser querido; cuando se pierde da un vértigo mental que provoca locuras y quita la paz a los demás, por eso las personas de bien son personas de paz, son atractivas.
Sería bueno preguntarnos ¿Transmito paz a los demás o nos sacan la vuelta?