La forma de razonar puede conducir a aciertos y a errores, a verdades y falsedades, a acercarnos o distanciamientos de las personas, importa mucho detectarla.
¿Qué son las falacias?
No cabe duda que el arte de razonar es fundamental, admirables son las personas que suelen razonar bien y admirable al tomar conciencia cuando lo hacemos mal y rectificamos oportunamente; lo más peligroso es razonar mal sin detectarlo creyendo que decimos la verdad o creer las falsedades que nos dicen. Justo es aquí donde entran las falacias.
Las falacias vienen del latín fallax, de ahí la palabra engañoso, pero no son en estricto sentido mentiras, tampoco son una negación o una afirmación de algo, son razonamientos falsos que parecen verdaderos. Pueden ser inocentes o usarse para manipular. Detectar falacias nos protege cuando nos desvían del tema, cuando silencian las críticas legítimas, al imponernos creencias sin fundamento racional, al ocultarnos lo que nos deberían decir, al vendernos gato por liebre o al manipularnos emocionalmente.
Cuando estaba en la prepa agradezco a Ismael, 10 años mayor, que me jaló de los hombros hacia atrás para hacerme recapacitar, al haberme prendido con las diatribas que lanzaba aquél fósil que se dedicaba a la grilla en el auditorio. Así encienden a las multitudes con palabras dirigidas al hígado y no a la cabeza.

Tener rigor lógico
Un argumento falaz se disfraza de verdad. Por eso hay que tener mucho cuidado en la forma en cómo razonamos, atendamos cada frase que afirmamos y negamos, en las conclusiones. Las falacias suceden en las salas de juntas, en la sobremesa, en las conversaciones, al hablar por teléfono, al razonar uno mismo.
El razonamiento educado requiere del rigor lógico, por más dispuesto si la cajera te entrega un poquito menos del cheque cobrado le exigirás lo completo, el rigor que aplicamos en las transacciones es el mismo que debemos aplicar al razonar. Los títulos, las maestrías y los doctorados no garantizan saber pensar. No hay vacunas que nos garanticen pensar bien.
La lógica, nos decía un estimado maestro Paulino Quevedo, “es llegar a lo desconocido partiendo de lo conocido”. Lo que busca a fin de cuentas el razonamiento es llegar a la verdad, pero antes debemos estar abiertos a ella con apertura de mente, con un firme deseo de conocer la verdad y no confundir a la gente.
Ir a la raíz
El error lógico viene cuando: 1. Confundimos, 2. Reducimos y 3. Mal interpretamos o de plano no entendemos el tema. Lo expresamos así:
1. Confundir una parte con otra; ya sea por falta de claridad y en los conceptos, no identificar los hechos ni distinguirlos entre sí, mezclarlos mal, no enunciarlos, no entenderlos bien, suponerlos, dar por hecho que el otro lo sabe, no precisarlos ni ubicarlos al decirlos. Nadie está obligado a leerte la mente.
2. Reducir el todo a lo conocido. Una golondrina no hace verano, rigidez y cerrazón mental, autosuficiencia, no abrirse a opiniones contrarias, ignorancia parcial, o sea, reducir la parte con el todo y al conjunto con sus partes.
3. No comprender el tema. Ya sea por lo cambiante, confuso, rápido, infinito, no advertir los cambios, por suponer, suponer y suponer, la pandemia nos enseñó que aún los supuestos más fijos e improbables suceden, el Efecto Trump ha movido el tapete al mundo y a EEUU en sus previsiones.
Aquí algunas de las falacias más comunes:
- Ad hominem. Se desacredita y ataca al crítico sin refutar la verdad de lo que dice. Se acuerdan de “cuánto gana Loret”.
- Exagerar o caricaturizar los argumentos del contrario. Así se sacan de contexto y son más fáciles de rebatir, cosa que no sucedería si los revisáramos con rigor lógico.
- Generalizar. Asumir que el todo es igual a lo conocido, este botón no es una muestra.
- Dividir a la gente. Los buenos dicen la verdad y los malos mentiras, por lo tanto “nuestros adversarios son malos y dicen mentiras”.
- Apelar a la autoridad. Darlo por cierto porque alguien prestigioso o con un puesto importante lo dice, sin argumentar la verdad o falsedad de lo predicado.
- Polarizar o falsa dicotomía. O estás conmigo o estás contra mí, cuando en cualquiera de las dos posiciones no puede estar la verdad.
- Sacar una frase de su contexto. Una afirmación dicha por alguien no significa necesariamente que quien la dice piense del todo así.
- Dar verdades a priori. Dar por cierto de entrada el argumento o la premisa que aún necesita probarse.
- Precipitar conclusiones. Presentar un argumento que, válido o no, prueba una conclusión distinta de la que tendría que comprobarse; la certeza del argumento no nulifica la verdad de la conclusión.
- La pregunta implícita. Engatusar a quien se le pregunta incluyendo una afirmación no probada, ejemplo ¿Dónde puso el cuerpo de la víctima?
- Confundir causas con condiciones. Las nubes son condición de la lluvia, pero estar nublado no garantiza llover. Son asociaciones erróneas que llevan a conclusiones no válidas.
Conclusión
Hay muchas falacias, detectémoslas, revisemos la certeza de las premisas y de las conclusiones. Las afirmaciones y negaciones de lo predicado cuentan, pon atención a lo que no se dice, ahí puede ocultarse la verdad.
Sobre todo, estate más atento a tu forma de razonar.