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Superación

Juan Luis encuentra en el deseo de sacar a su familia adelante la habilidad para empacar cajas con mango

El empacador afirmó que tiene 27 años migrando desde Oaxaca en busca de la prosperidad de la temporada de mango y sus hijos tengan las oportunidades que él no tuvo
06/07/2025 12:30

EL ROSARIO._ Juan Luis Escobar García afirma que debido a la falta de oportunidades dejó los estudios a temprana edad para trabajar, por tal motivo ahora que tiene a su familia encuentra la motivación al empacar mangos para que sus hijos se sigan preparando.

El oriundo de Chahuites, Oaxaca, detalló que las dificultades económicas propiciaron que dejara la escuela por el trabajo en el mango cuando apenas tenía 10 años.

Reconoció que no sólo se vive el desgaste físico, sino también el emocional, pues cada temporada representa el migrar de su tierra y distanciarse de la familia, como este año que salió de su hogar en marzo para una estadía en Rosario de hasta seis meses.

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“Sí dejo a mi familia, a mis hijos, ya mis hijos están grandes, pero ahora sí tiene que buscar uno la vida porque está muy difícil (la economía) todo esto”.

Una de las principales satisfacciones de este oficio es poder obtener un terreno y construir un hogar a su familia, pero sobre todo que sus hijos Abraham Eduardo y José Guadalupe, de 16 y 17 años, respectivamente, anhelan convertirse en contador y marino.

“Sí (quiero que estudien), por eso salgo para que a ellos no les falte nada pues, por eso hace uno la lucha para que ellos estudien y no como yo fui, es feo, pero gracias a Dios ellos están estudiando, le están echando ganas”, expresó evidenciando orgullo.

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Los días de raya puntualmente envía casi el 80 por ciento de su ganancia a su familia, quedándose con lo necesario para cubrir gastos de hospedaje y alimentación, principalmente.

Manifestó que son 25 años de salir de su pueblo para laborar en el mango, migrando desde su natal Oaxaca a estados como Nayarit y Sinaloa, donde se desarrolla la actividad, pasando del corte de la fruta hasta actualmente el empacado.

Los ingresos en su tierra son inferiores a los que gana en esta actividad por lo que emigrar no era una opción sino una necesidad.

“Estando allá ganando por día no te va a dar, por eso hace uno el sacrificio de venir, trabajar echándole ganas, porque es lo que le puede dar uno a los hijos, el estudio”.

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En esta temporada trabaja en el empaque San Diego, donde por día se esfuerza en no bajar de las mil 500 a 2 mil cajas empacadas, aunque expuso que no siempre ha sido así, pues en sus inicios en esta área no superaba las 100 cajas.

Confesó que el número siempre lo determina la calidad de la fruta, pues se toman en cuenta los calibres para la exportación.

El pago por caja varía oscilando la mayoría de las veces en poco menos de un peso o en otras casi los dos pesos, de ahí su esfuerzo para que no bajen de las mil 500 cajas.

Tras la primera vez que salió de su hogar con tan sólo 12 años y tomó rumbo, en ese entonces desconocido, rememoró que fue para llegar a trabajar en un empaque de Agua Verde, sindicatura de Rosario, y desde entonces la temporada de mango ha marcado la pauta de su vida.