Enrique y Mayte mantienen viva producción de pan artesanal en el barrio de la Donato Guerra, en Rosario
EL ROSARIO._ En el barrio panadero de la Donato Guerra, de los cinco establecimientos que por décadas existieron, se mantienen dos, uno de ellos a cargo del matrimonio formado por los señores Enrique Salvador Peraza Osuna y María Teresa Medrano Maldonado, los cuales velan el sabor artesanal, a mano y en horno de barro.
Él con 75 años, y ella de 70 años, coinciden, que seguirán realizando este trabajo mientras la fuerza lo permita ya que sus cuatro hijos no se sintieron atraídos por este oficio.
Enrique precisó que fue a los 10 años cuando tuvo su primer contacto con la actividad aunque no produciendo, sus inicios fueron el reparto, posteriormente limpiando charolas y un par de años después elaborando el pan.

Confiesa que él sigue un legado en el oficio que inició con su padre Trinidad Peraza, no obstante su maestro fue otro panadero vecino de este barrio Manuel Aguirre.
”Cuando yo empecé estaba chiquillo, tenía como algunos 10 años pero empecé entregando pan en las tiendas... Y ahí empecé a trabajar porque mi papá trabajaba en Mazatlán y me enseñó el señor Manuel”, expuso.
Fue a los 15 años cuando empezó a hornear y desde entonces ya son alrededor de 60 años dedicados con una visible pasión al oficio.

Con tantos años en la actividad, refirió, que le ha tocado ver los años donde por día se hacían hasta 2 mil piezas, pero con la llegada de las grandes cadenas la venta bajó significativamente aunado al cansancio ha tenido que bajar a los 250 panes.
”Antes cuando teníamos la panadería vendíamos mucho pan... (bajó) no pues, voy a decir cuando ya empezaron a poner tiendas grandes pues... metieron panadería y pues nosotros ya”.
Este honrar el legado a su padre lo ha llevado a mantener el amasado a mano a pesar de que cuenta con una batidora, a pesar de que el pan blanco es más laborioso, tardado y cansado para los brazos.

”A puro pulmón eh, tengo una batidora pero casi no la uso, para hacer cosas pequeñas, bollitos, cortadillos”, explicó.
Para él y su esposa el día de trabajo empieza a las 2 de la mañana, con la preparación de masas y moldeado de cada pieza para dejarlo reposar y a las 7:00 horas empezar el horneado.
Las altas y bajas han sido más llevaderas junto a su esposa, quien desde hace 52 años se ha convertido en colaboradora en la producción, y con este propósito encendieron el horno de barro en el patio de su hogar.
Mayte, como es conocida, asegura que ha sido importante este oficio al poder mantener a su familia además de ser un apoyo mutuo.
”Aquí iniciamos la panadería y gracias a Dios nos hemos mantenido de ella, significa mucho porque de aquí crecieron nuestros hijos, estudiaron, se fueron y aquí estamos todavía”, mencionó.
Con el tiempo ella aprendió a vender pays de piña y de queso, además de galletas de nuez para mejorar el ingreso del hogar.

Expusieron que en este caminar les ha tocado vender la pieza desde 10 centavos a la actualidad de 8 pesos, pues aunque se resistía apenas tiene un par de semanas que le incrementó un peso, ya que sus hijos le insistieron que a 7 pesos no representaba ya una ganancia al encarecerse los insumos.
Tal ha sido la reducción en la producción, asegura Enrique, que pasaron de amasar un saco y medio de harina al día, cuyo peso por saco es de 44 kilos, a sacos más pequeños de tan sólo 25 kilogramos, produciendo la mitad.
Cansado por los años y para tener menos compromiso, dijo Enrique, redujo la producción pero sin dejar morir esta labor, por lo que también los días de preparación también se redujeron pasando de lunes a sábado, a tan sólo, martes, jueves y sábado.
En la actualidad la variedad que ofrece está el panadero, concha, elote, torcido, tortalisa, polvorón amarillo, dejando de hacer por su complejidad, entre napoleones, ciudadalas, enchiladas, de las poco más de 15 que existían.
Por lo que destacaron que es un honor mantener esta labor a la que han dedicado casi toda su vida.