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Historia

La vida de Juan González: 80 años de ver la vida como zapatero en Culiacán

En su taller dice que ser zapatero no lo hizo rico, pero sí le dio lo suficiente para vivir bien, pero eso sí, no ha sido fácil, pues el trabajo no es poco y cada peso ganado le ha costado lo suficiente como para valorarlo
25/05/2025 17:01

En el taller de don Juan González se repara calzado desde hace 20 años, sin embargo el oficio lo aprendió desde niño, cuando miraba a su padre fabricar sandalias y reparar zapatos. En ese entonces la vida era diferente y hoy a sus 80 años sigue con el legado familiar de ser zapatero.

“No, pues tengo toda la vida. Mi papá era zapatero”.

Crecer entre agujas, hilo y ese aroma de la piel curtida le dio a don Juan un oficio para toda la vida, y es en el pequeño taller ubicado por la avenida Jesús Andrade donde sus días pasan a ritmo de la máquina de coser y el ir y venir del disminuido ritmo de la extinta zona comercial.

El taller apenas tiene espacio para una silla, las herramientas e infinidad de zapatos reparados con dueños que nunca los reclamaron. Como si la memoria se aferrara a esas paredes y dibujara entre el polvo el testimonio de un negocio que hace mucho dejó de serlo.

Don Juan dice que ser zapatero no lo hizo rico, pero sí le dio lo suficiente para vivir bien, pero eso sí, no ha sido fácil, pues el trabajo no es poco y cada peso ganado le ha costado lo suficiente como para valorarlo.

“No, pues como es lógicamente entre padre e hijo, ahí también sacábamos para pasarla, chiveábamos y luego vino la época de hacer sandalias y no, pues en ese tiempo sí se ganaba dinerito”, señaló.

“Tampoco para hacerse rico, pero disfrutaba uno el dinerito que ganaba uno con esfuerzo porque aquí en esto se gana el dinero echándole ganas. Aquí no hay que voy a flojear ni nada, no, no, aquí hay que echarle ganas”.

Imposible no dejarse embriagar por la nostalgia de entrar al taller de don Juan y entre todas las herramientas destaca un reloj de bolsillo manchado de pegamento, el compás de su maquinaria de cuarzo marca con desdén el paso más lento del tiempo cuando el zapatero comienza a trabajar y alguna música de tiempos antiguos sale de su boca a modo de silbidos.