‘Acá estamos tranquilos’, afirman en Baila en medio de la crisis de violencia en Culiacán
CULIACÁN._ Jorge [nombre ficticio] sale para quitar las hojas que cayeron en la cajuela de su carro y alistarse para ir al centro deportivo de la comunidad.
A dos calles de su casa se encuentra la mayoría de los residentes; están en un evento en el que el Gobernador y el Alcalde entregan obras públicas y acciones de vivienda.
“Hace rato fue el niño, ahorita voy a echarme la platicada”, comenta Jorge, quien vive en Chiqueritos, sindicatura de Baila, que representa la región limítrofe entre Culiacán y Elota, que se ha convertido en una de las zonas más conflictivas en el último año, registrándose balaceras, bloqueos carreteros o hallazgo de cadáveres.
Es de los últimos rincones en el sur de Culiacán, espacio en el que una confrontación entre grupos criminales ha dejado ver el terror y, a casi un año, no ha parado.
Pero en Chiqueritos, asegura Jorge, han quedado exentos de sufrir los estragos de la ola de violencia que ha afectado a Sinaloa desde septiembre de 2024.
En cambio, contrasta, las huellas de la guerra pueden comenzar a notarse algunos kilómetros más hacia el sur, donde “ya no les corresponde”.
“Sí, compa, acá ha estado tranquilo, gracias a Dios. Por aquí un ranchito que se llama Alta Rosa [Elota], dicen que por ahí, yo no lo vi, pero dicen que se aventaron dos, tres calaquillas [muertos] por ahí. No nos corresponde a nosotros, porque ya es de otra sindicatura de allá de Elota”, afirma.
“Lo que nos toca aquí a nosotros no ha habido mucho problema, Laguna de Canachí, que es lo que nos toca la sindicatura de Baila”.
Para encontrar Chiqueritos no basta con trasladarse por la carretera Internacional México 15 ni por la carretera Culiacán-Mazatlán, hay que desviarse justo antes de entrar a territorio de Elota.

En el centro deportivo de la comunidad, al menos una docena de patrullas de la Policía Municipal de Culiacán y de la Estatal de Sinaloa aseguran el perímetro para la entrega de obras que encabezan el Gobernador Rubén Rocha Moya y el Alcalde Juan de Dios Gámez Mendívil.
A dos calles de este despliegue de oficiales, Jorge reconoce que, aunque se siente seguro, hace mucho no observa patrullar a policías locales. Lo que sí ha visto, recuerda, son algunos agentes militares.
“Acá con nosotros la hemos pasado tranquilo. Nos visita mucho Gobierno, viene y se echa la vuelta. Ahora vienen, de entrada y salida, y se van”, cuenta.
“Antes venían aquí los policías de Baila, pero ahora hace mucho que ya no vienen. Antes venían, pero ahora dejaron, no sé qué pasaría, tengo meses que no veo la patrulla por aquí. Lo que frecuentan más son esos de la Guardia Nacional”.
Para él, más que la seguridad, preocupa el rezago económico en la comunidad, en donde señala que escasean las oportunidades para prosperar.
“La gente aquí la mayoría se dedican cortando estacón, la mayoría, sacan a vender al campo, o vienen aquí por ellos. Algunos tienen su ganadito por ahí y de eso se mantienen. Este rancho es de los más jodidones, aquí no creas que hay mucho”, sostiene Jorge.
“El que tiene alguna vaquita por ahí, pues de ahí vive, y de los nuevos muchos se dedican al campo”.
Aquí en Chiqueritos, las autoridades del Estado y el Gobierno Municipal inauguraron el sábado una techumbre, entregaron 21 acciones de vivienda y un pozo profundo para garantizar el abasto de agua en la localidad.
Además de eso, personal de la Junta de Agua Potable y Alcantarillado de Culiacán acudió para colocar medidores para calcular el consumo de agua.
El Gobierno presume que estas obras responden a peticiones expresas de la población y a una necesidad de mejorar su calidad de vida. A Jorge, en cambio, le preocupa que con esto aumenten las tarifas de cobro del servicio de agua potable, pues, insiste, la gente del pueblo no tiene poder económico.
“Antes nos cobraban una cuota de 200 pesos. Pero ahora ya eso va con otros fines, a lo mejor de aumentarnos el agua, ya. Vas a pensarla en agarrar agua porque te la van a estar midiendo”.
“Un mes y medio, por ahí más o menos. Llegaron y lo pusieron nomás. Mucha gente no quería, pero a fin de cuenta como que se convencieron y lo pusieron. Casi la mayoría no aceptaron, pero de todas maneras el gobierno es gobierno, no se le va a poner uno al tú por tú al gobierno, son los que mandan”, comenta.
“La gente no quería, estábamos más de acuerdo en pagar la cuota de 200 pesos, era al mes, pues, a lo mejor no sabemos de aquí para adelante cómo sea, a lo mejor ya vamos a llegar a los 500. Y a como está la vida aquí está cabr*n”.