Sin confianza no hay democracia

19/06/2025 04:02
    Comicios realizados con una ley absurda, plazos imposibles y presupuesto castigado demagógicamente conducen a un fracaso y a un ridículo internacional que compromete el prestigio que ya había ganado nuestro país. Ojalá se aprenda que las elecciones confiables cuestan. Pero más importante: la democracia deja de existir sin elecciones confiables.

    El domingo pasado el Consejo General del INE sesionó para declarar la validez de la elección de ministros de la Suprema Corte. Se trató, sin duda, de una sesión memorable pues por primera vez en la historia de ese cuerpo colegiado, un grupo de consejeros aportó indicios para no declarar la validez de una elección que ellos mismos contribuyeron a organizar.

    Nunca había ocurrido algo así en la llamada herradura de la democracia. Al final del día, lo que hicieron fue verbalizar lo que muchos de quienes han seguido la elección judicial han venido señalando, pero agravado porque ahora se trató de documentar la simulación y el engaño desde dentro del órgano electoral. Consejeros actuando no sólo como autoridad responsable, sino señalando anomalías propias de la agenda de la observación electoral.

    ¿Cuáles fueron los principales hallazgos de los consejeros? Me parece que de manera fundamental dos. El primero es haber descubierto el retorno de las peores prácticas electorales, hábitos que creíamos desterrados, pero que en 818 casillas reaparecieron (robo de urnas, casillas zapatos, participación de 100 por ciento o más del electorado, embarazo de urnas, etc.). La decisión que se tomó fue no tomar en cuenta a ese universo de casillas para el cómputo final. Pero no deja de haber una cierta desazón al confirmar el regreso de esas prácticas que en su momento describían la picaresca electoral mexicana. Esa es la dimensión de retroceso.

    Lo segundo tiene que ver con la puntual descripción del efecto que tuvieron los acordeones sobre los resultados finales de la elección. Con datos duros mostraron la inducción que tuvieron sobre el voto libre e informado; la estadística no miente, la probabilidad de coincidencia plena (como ocurrió) entre esos resultados y los acordeones eran más que ínfimas. Pero aún más, los beneficiarios de los acordeones se han deslindado de los mismos, lo que abre una línea de investigación para conocer quién los financió, y, quien haya sido, sobre decirlo, está impedido por la ley. La novela aún no termina.

    Además de los jugosos hallazgos que ofreció la jornada electoral tenemos el alejamiento sistemático que ha tenido este proceso de las mínimas prácticas de integridad electoral. Estamos pues ante una regresión que, si se quiere remediar y atemperar el riesgo para la democracia, se debe anular. El así llamado nuevo Poder Judicial está naciendo con una legitimidad muy mermada: ínfima participación electoral y votación dividida para declarar la validez de los comicios, no son las mejores prendas.

    Una lección posible: comicios realizados con una ley absurda, plazos imposibles y presupuesto castigado demagógicamente conducen a un fracaso y a un ridículo internacional que compromete el prestigio que ya había ganado nuestro país. Ojalá se aprenda que las elecciones confiables cuestan. Pero más importante: la democracia deja de existir sin elecciones confiables, de eso estamos hablando.