El efecto político estabilizador de la crisis de seguridad y justicia

26/03/2025 04:01
Repetir las prácticas que no producen seguridad y justicia podría tener un efecto estabilizador del sistema político en su conjunto. Esto es, hacer las cosas del mismo modo benefician a quienes viven de ello y no las distorsiona la ausencia de resultados a favor de la seguridad y la justicia.

Por qué se prolonga la crisis de seguridad y justicia. Por qué pasan y pasan años y gobiernos y la crisis empeora dando paso a las peores atrocidades. Cómo es que una sociedad puede atestiguar la barbarie una y otra vez sin provocarse cismas políticos y sociales que paren lo que haya que parar y reconstruyan lo que haya que reconstruir.

Quien sigue mis textos sabe que suelo reiterar la siguiente perspectiva de análisis: no preguntemos más por qué algo no da al resultado que debe dar, sino qué resultado da. Por ejemplo, si una persona promete hacer algo y hace otra cosa, las preguntas serían qué prefirió hacer y para lograr qué. Lo mismo para una institución, lo mismo para el Estado. Si la promesa es la cero impunidad y la realidad es la casi total impunidad, entonces las preguntas son qué prefieren hacer las instituciones y para lograr qué.

Todo cambia si se mira así, según mi experiencia, porque se logran desnudar los “cómos”, los “porqués” y los “para qués” desde las prácticas. Miramos lo que sucede, no lo que debería suceder. Ya saben, siempre habrá quien afirme que esto no es novedad; tal vez, excepto por un “pequeño” detalle: el Estado no ofrece esa explicación y casi nadie la exige. Resultado: los modos de hacer las cosas permanecen inalterados o apenas se modifican marginalmente, mientras seguimos dando vueltas por el deber ser; para el caso de la impunidad, apenas es necesario explicarlo: toda promesa formal encapsulada en la bufonada -involuntaria o no- de la frase “cero impunidad” se estampa exactamente en la normalización de lo contrario.

Nuestros análisis se han enfocado cada vez más en comprender la prolongación de la crisis de seguridad y justicia y lo primero que entendemos es su estabilidad. Un fenómeno estable es aquel que está equilibrado, es decir, las partes que lo componen, en perspectiva sistémica, “juegan el mismo juego” sin alteraciones mayores. Y quienes construyen esa estabilidad tienen incentivos suficientemente fuertes para resistir cualquier impulso de inestabilidad.

Si un agente del ministerio público -ahora fiscal- ha hecho las cosas de cierta manera hace 20, 15, 10 y 5 años y hoy mismo las hace relativamente igual, engarzado así a las prácticas que producen impunidad, entonces todas las promesas políticas y los cambios legales u organizacionales han afectado nada o marginalmente los incentivos que gobiernan su modo de hacer las cosas.

Entendido esto, lo que sigue es descifrar lo que asegura esas prácticas estables. Estamos avanzando hacia una interpretación que nos arroja una terrible paradoja: repetir las prácticas que no producen seguridad y justicia podría tener un efecto estabilizador del sistema político en su conjunto. Esto es, hacer las cosas del mismo modo benefician a quienes viven de ello y no las distorsiona la ausencia de resultados a favor de la seguridad y la justicia.

El efecto estabilizador entonces se asocia a la “irrelevancia” del impacto; justo por eso el Estado no evalúa el impacto o si acaso lo hace de manera excepcional, como lo demostró esta investigación respecto a las políticas de prevención y reducción de homicidios en México y en toda la región.

Un hecho nos cimbró en esta ruta de interpretación. La popularidad mayor de López Obrador al final de su gobierno coincidió con la reprobación mayor a su política de seguridad, para luego ganar de manera apabullante su candidata; ello amplía los enfoques de interpretación del equilibrio sistémico en medio de la crisis.

Pero además la prolongación de las fallas en la seguridad y la justicia parece auto reproducirse, de manera que el Estado ofrece y la sociedad exige más de lo mismo. El siguiente ejemplo es apabullante: 76 leyes aprobadas y 124 instituciones creadas en materia de desapariciones, sin lograr contener el delito ni mejorar la localización e identificación de personas. Esto nos dice mucho porque la gravedad de las desapariciones, lejos de activar el cambio sistémico, provocó igualmente más de lo mismo: cambios formales sin modificación en las prácticas. El sistema político asegura su estabilidad porque ofrece lo mismo sin presiones que lo desequilibren hacia la reconstrucción real de las prácticas. Y así una y otra y otra vez en torno a toda la crisis de seguridad y justicia.

Pero hay algo peor. El populismo penal nutre la estabilidad del sistema porque ayuda a repetir la promesa de endurecimiento que igualmente reforma y reorganiza sin cambiar las prácticas en clave de controles democráticos y sí, en cambio, ampliando los poderes de intervención y contrayendo los contrapesos. Entonces la crisis de seguridad y justicia estaría funcionando no solo como motor que contribuye a estabilizar, sino además a clausurar y endurecer el sistema político.

Un informe que será publicado en próxima fecha coordinado por el Dialogo Interamericano y el Programa de Seguridad Ciudadana de la Ibero CDMX incluirá esta discusión.