A juzgar por el casi nulo crecimiento económico, la violencia criminal inagotable, la escasez de medicinas, el pobre servicio de salud y de otros servicios en las instituciones públicas, el mal estado de la educación pública, las apabullantes presiones del gobierno del hombre naranja, la corrupción gubernamental de muchos funcionarios y dependencia públicas a nivel federal, estatal y federal, las diarias movilizaciones sociales de protesta diversa en diferentes partes de la República, pero sobre todo en la capital del País, que agobian la vida cotidiana de millones de ciudadanos, y no se diga la puntillosa y sistemática crítica política, ideológica e intelectual de diferentes flancos opositores, incluyendo a la izquierda extra parlamentaria, no han podido desgastar a la Presidenta, ni a la mayoría de los gobiernos estatales ni municipales de la República.
¿Qué clase de milagro puede explicar tal hecho?
Parece muy simplista, pero voy a insistir en la tesis que he expresado desde que llegó la 4T al poder:
Los programas de asistencia social son los pilares principales, casi únicos, que sostienen a la 4T. Parece muy poco, pero no en un País como México, donde, desde 2019, López Obrador y Claudia Sheinbaum han logrado aumentar el poder adquisitivo de millones de hogares plebeyos, y otros no tanto, mediante los programas sociales y aumentos reales a los salarios mínimos, como no había sucedido desde casi un siglo.
Para la oposición política, periodística e intelectual, los programas de asistencia social no arrojan más que migajas (lo cual confirma que no conocen los hogares proletarios mexicanos ni su mentalidad); sin embargo, la opinión de sus beneficiarios dice otra cosa a pesar de tantos negativos, tanto que siguen respaldando a la 4T en Palacio Nacional y en la mayoría de los gobiernos estatales. Los más contentos de que los opositores sigan pensando así son Morena y sus aliados. Mientras sigan calificando a los mexicanos pobres como conformistas, tontos y acarreados, entre otras cosas, y Morena pueda seguir sosteniendo sus programas sociales, se van a quedar con las ganas de arrebatarle el poder a la 4T.
Ahora bien, es muy cierto que podría ser pronto, quizá en algún momento de este sexenio, cuando Morena y aliados sufran seriamente para financiar las columnas que la sostienen en el poder. Por más eficiente que sea el SAT para recabar impuestos y se contengan los derroches de Pemex y otras dependencias públicas, no habría dinero suficiente para seguir alimentando los programas sociales y sosteniendo a Morena en el poder, si no se establece una fuerte y bien pensada reforma fiscal que grave las ganancias de las capas sociales más beneficiadas del País. No obstante, parece que la 4T no está dispuesta a hacerlo.
Este año, el crecimiento económico va a ser inferior al 1 por ciento. Si siguen bajando los envíos de remesas, las inversiones extranjeras son reducidas y la desconfianza de los inversionistas nacionales y extranjeros se profundiza tanto por las denuncias en Estados Unidos a tres instituciones financieras mexicanas como por el desconocimiento de cómo va a funcionar el nuevo Poder Judicial en México, a lo que podríamos agregar la incertidumbre de las negociaciones de un nuevo tratado comercial con Canadá y Estados Unidos en 2026, el próximo año va a ser tremendamente complicado tanto para los ciudadanos como para el Gobierno. Todo ello sin contar cómo seguirá afectando la violencia criminal la marcha del País.
Así pues, el escenario económico no parece que vaya a ayudar a que la 4T se imagine un panorama político electoralmente abundante para 2027, aún con todo y programas sociales, como ha sido hasta hoy para Morena y aliados. Máxime si Morena ahonda sus fricciones internas y los evidentes descolones que desde las Cámara de Diputados y Senadores le propinan sus líderes a la Presidenta Sheinbaum.
Las arenas están tan movedizas en Morena que nada predice que Claudia Sheinbaum vaya a ser la única Gran Electora de los candidatos de su partido a puestos de elección popular en 2027. Seguramente tendrá su cuota, pero tanto los gobernadores, como los grupos de Monreal y Adán Augusto López, así como el enorme peso de Andrés Manuel López Obrador, la van a acotar lo más que puedan.
Lo malo es que los jaloneos en la lucha interna para escoger candidatos se darán en un contexto sumamente complicado, donde, como mencioné en un artículo anterior, el hombre naranja va a influir indirectamente en el proceso descarrilando con opiniones e información ligada al crimen organizado a más de un aspirante.
En el caso de Sinaloa, la incidencia del Gobernador Rocha Moya en la selección del candidato o candidata va a depender mucho de la fuerza política con la que cuente el próximo año. Y eso, en mucho, resultará de la evolución de la guerra narca, aunque ésta dependa más de las acciones del Gobierno federal. Lo cierto es que Rocha Moya, con todo el apoyo de Claudia Sheinbaum, ha sabido librar la enorme crisis que experimentó por meses después del inicio de la guerra del narco sinaloense.
Sigue lloviendo en el sur del estado, pero las noticias resaltan más los pocos malos efectos de ellas y no celebran que la fuente de vida nos acompaña con sus bendiciones.