¿Tiranía, totalitarismo?

03/05/2025 04:02
    Zedillo ya perdió la memoria o es un cínico porque acusa a Morena de ‘partido hegemónico como en los viejos tiempos’, cuando fue justamente el PRI, el partido de los viejos tiempos del que él habla, quien permitió que Salinas de Gortari lo hiciera candidato presidencial y, finalmente, el inquilino sexenal de Los Pinos.

    No es fácil -al menos para mí- hallar un concepto preciso para entender el régimen que han ido construyendo Morena y la 4T. En términos económicos, la Cuarta Transformación- que incluye a Morena, el PT y los verdes, a pesar de sus tallones y desencuentros ocasionales- es una rara mezcla de neoliberalismo: defensa férrea del comercio internacional, promoción de la inversión extranjera en casi todos los campos, política fiscal rigurosa y sin impuestos progresivos a los grandes capitales, reducción del tamaño de la burocracia gubernamental, inflación como parámetro fundamental de la economía, tipo de cambio competitivo e inflación en límites manejables. En sentido inverso, incluso opuesto a una filosofía económica neoliberal: fuerte gasto público en programas sociales asistencialistas, elevación sustancial de los salarios mínimos e inversión estatal en áreas económicas estratégicas.

    A esta novedosa fórmula, el ya fallecido Armando Martínez Verdugo -hermano del histórico Arnaldo Martínez Verdugo y líder político e intelectual de una corriente de izquierda minoritaria pero con gran agudeza analítica- la llamó “neoliberal asistencialista”.

    Y, sí, en efecto, es una definición convincente pero no definitiva.

    En términos políticos, Morena también levanta un serio desafío para definirlo con precisión.

    En ese partido conviven diferentes corrientes ideológicas, algunas de ellas tan acomodaticias y elusivas que cuesta trabajo definirlas.

    No obstante, predomina la opinión de que es un partido de izquierda, por, entre otras razones, 1) su divisa de “primero los pobres” y su discurso ideológico en el que enfatiza el papel de un Estado no subordinado a la empresa privada, 2) por su sólida amistad con regímenes socialistas -así estén crisis permanentes- como Cuba, Venezuela y Nicaragua, y 3) por su fuerte discurso cultural nacionalista. Tres rasgos programáticos -ciertamente no los únicos- más parecidos al nacionalismo revolucionario cardenista que al socialismo cubano o bolivariano.

    Aún con esos rasgos muy visibles, en Morena hay líderes y corrientes políticas que no tienen nada que ver con la izquierda. Por ejemplo, los líderes actuales de las cámaras legislativas, Adán Augusto López y Ricardo Monreal, no tienen ningún antecedente ni partidario ni ideológico en las izquierdas mexicanas; vamos, ni en el nacionalismo revolucionario del PRI. Y así como ellos, numerosos secretarios de Estado y funcionarios en todos los niveles de Gobierno, decenas de militantes en el Senado y en la Cámara de Diputados, y miles en las direcciones del partido a nivel nacional, estatal o municipal.

    No obstante, la Presidenta Claudia Sheinbaum sí es una militante de casi toda su vida de las izquierdas mexicanas, y con ella algunos secretarios y secretarias de Estado y diferentes corrientes de Morena.

    Bueno, al margen de las caracterizaciones que se hacen del popurrí de ideologías que se acomodan en Morena, la crítica política de sus opositores suscribe que, con López Obrador y ahora con Claudia Sheinbaum, se ha ido construyendo en México un régimen “dictatorial” y/o “tiránico”. Son legiones los políticos, periodistas y académicos que han escrito y dicho sobre el tema. El más reciente fue el ex Presidente Ernesto Zedillo, el cual dijo en una carta de la doctora Sheinbaum:

    “La Presidenta Sheinbaum sigue incurriendo en calumnias e insultos para evitar enfrentar su grave responsabilidad como cómplice de la muerte de la democracia mexicana y la construcción de un Estado policial con el que más pronto que tarde los mexicanos que no acepten el nuevo régimen de tiranía con partido hegemónico como en los viejos tiempos, serán silenciados y reprimidos”.

    Zedillo ya perdió la memoria o es un cínico porque acusa a Morena de “partido hegemónico como en los viejos tiempos”, cuando fue justamente el PRI, el partido de los viejos tiempos del que él habla, quien permitió que Salinas de Gortari lo hiciera candidato presidencial y, finalmente, el inquilino sexenal de Los Pinos.

    Al margen de ello, el argumento más reciente para afirmar que Morena mató a la democracia en México es el proceso electoral para elegir a los nuevos integrantes del Poder Judicial, el cual, para los críticos, ahora encabezados por Zedillo -el cual fue acusado por Francisco Labastida de traicionarlo en las elecciones de 2000 y entregar la Presidencia de la República al PAN- va a terminar de instaurar un régimen policial y tiránico, al eliminar, dicen, la división de poderes.

    En efecto, desde la perspectiva de un régimen liberal, sólo puede haber democracia con la plena autonomía del Poder Judicial y cuando se conocen elecciones libres, libertad de expresión y asociación, entre otros ingredientes básicos de una sociedad democrática.

    Elegir, mediante elecciones a los integrantes del Poder Judicial, contradice la tradicional liberal, pero, sostener que eso destruye la democracia, habrá que esperar para demostrarlo. En Bolivia, el único país donde así se eligen, el Poder Judicial funciona muy mal, pero no ha destruido, aunque suene paradójico, la democracia, porque ha habido alternancia partidaria y disputa abierta por el poder, así como libertad de asociación y opinión.

    En México, muy probablemente el Poder Judicial va a tener los mismos defectos que en regímenes anteriores, incluyendo la subordinación de la Suprema Corte de Justicia al partido hegemónico como en los tiempos de Zedillo, pero no se va a instaurar, a pesar de todos los pronósticos de sus críticos, un régimen tiránico. Es más, si me apuran, lo que vemos todos los días en las movilizaciones y bloqueos callejeros de la capital y de otras entidades es, en realidad, el más absoluto libertinaje, donde el Estado parece no existir. Y así va a ser durante el sexenio de la doctora Claudia Sheinbaum.

    En fin, el régimen político que está construyendo la 4T, es, aún, indefinible.