Inquietantes noticias llenaban el ambiente de la Nueva España y el panorama mundial de aquella época daba la impresión conducir a un incierto e inquietante futuro, en donde la infraestructura social parecía resquebrajarse en nuevas formas cuya novedad, a algunos seducía, pero a otros inquietaba y atemorizaba.
En Europa las grandes potencias de la época, empezaban a adoptar innovadoras aptitudes, tanto en lo político como en lo social, abriendo interrogantes y temores. Era el tránsito de un cambio de época ya iniciado con anterioridad.
Los intereses hegemónicos de las potencias de la época, aunque todos en estrecha relación con la fe católica, ya anteriormente habían conducido a conflictos muy marcados y ahora su extensión llegaba a las tierras colonizadas, denominadas como el Nuevo Mundo.
La institución de la monarquía se veía zarandeada en varios aspectos y circunstancias, empezando por el reino de Inglaterra con su autoritario monarca, cuya sucesión se veía obstaculizada, de alguna manera, lo cual lo condujo a separarse de la iglesia católica.
Francia, otra monarquía sufría los embates de una añeja nobleza que pretendía mantener privilegios a costa de un pueblo sufriente. Optaría por innovadoras formas de gobierno, pero en el lapso de estas nuevas formas buscaba el dominio de otras tierras pretendía impones sus nacientes ideologías.
En regreso a las formas imperiales Francia había sometido a su vecina España, invadiendo su territorio bajo el mando de Napoleón Bonaparte, quitando a su legítimo rey Fernando VII. La amenaza de estas aberraciones imperiales y la experiencia francesa, pretendiendo suprimir la fe cristiana amenazaba la tierra española.
Estas inquietudes iban en aumento en América produciendo sentimientos encontrados, alimentando el debate de las ideas, pues algunos al conocerlas pensaban en ellas como una opción, mientras otros eran dominados por el sentimiento de la lealtad hacia el legítimo gobierno de la corona española.
En esas circunstancias era importante la posición de la milicia con su lealtad institucional y la del clero quien se situaba cercano al pueblo, pero dependiendo de las jerarquías, tanto eclesiales como civiles.
En la complejidad de los intereses y las circunstancias, la pureza de una autentica fe católica se ofrecía como el vínculo conductor de la cohesión en la Nueva España, pero la invasión a España se cernía como una amenaza para estas tierras.
La conspiración encuentra un ambiente propicio, pero no muy definido, en la cual participan clérigos, militares junto a hombres y mujeres pensantes, dispuestos a encabezar a las masas populares. La intención original no era la separación de la corona española, sin más bien era darle su apoyo.
La virgen María, la Tonantzin, la madre ancestral había estado presente, desde el inicio, llamada entonces como Guadalupe, después de la conquista y ahora en este momento crucial se hacía presente al frente de este pueblo, en la hoy Basílica de la Señora de los Dolores.
El conocido Grito de Dolores, en no previstas circunstancias, se convierte en el inicio de un largo periodo de lucha, en algunas formas fratricida, para culminar 11 años después con el inicio de un México independiente, liderado por el libertador Agustín de Iturbide, con el trigarante ideal; Fe Católica, Independencia y Unión.