En el tercer capítulo, Javier Cercas escribió que conversó con personas de confianza la posibilidad de escribir el libro sobre el viaje del Papa Francisco a Mongolia. Expresó que todas eran ateas o agnósticas, pero concordaron en su anuencia, salvo una persona que se mostró reticente, aludiendo a los casos de pederastia u opiniones sobre anticonceptivos, divorcio, aborto, eutanasia o matrimonio de homosexuales.
Sin embargo, Cercas arguyó: “la Iglesia católica no es solo pederastia y abusos sexuales y opiniones ultramontanas, fruto de una visión del mundo ultramontana, sino cosas muchísimo peores: su historia abarca 2 mil años de guerras santas, intolerancias asesinas y cinismos colosales”.
Precisó: “Esto no es una opinión: es un hecho; pero también es un hecho que la Iglesia católica es Jesucristo, Pablo de Tarso, Agustín de Hipona, Francisco de Asís, Tomás de Aquino, Teresa de Ávila y miles de misioneros que ahora mismo están peleando en todo el mundo para abrigar a los muertos de frío y dar de comer a los muertos de hambre y de beber a los muertos de sed”.
Cercas reiteró que le dijo a su amigo escéptico o reticente: “la Iglesia católica consiste en esa amalgama inextricable de maldades y bondades, de crímenes y santidad, que la cultura occidental es inseparable de ella y que ignorarla no es un lujo sino un error, porque estamos amasados con ella”.
De hecho, el título de esta columna es “Una casta prostituta”, para aludir a una expresión de San Ambrosio, quien la utilizó no tanto para referirse a la Iglesia, sino a Rahab, una prostituta cananea que escondió a los mensajeros que mandó Josué a espiar Jericó para conquistarla (Jos 2,6), y Mateo la incluyó entre los ascendientes de la genealogía de Jesús (Mt 1,5).
¿Equilibro virtudes y defectos?