Salud mental y visión

11/08/2025 04:01
    Un trastorno visual no diagnosticado, además, puede limitar la interacción social, la actividad física y el desempeño escolar o laboral, afectando de forma acumulativa la salud mental.

    La visión es nuestra ventana al mundo, influyendo en nuestro estado mental. Cuando falla, su deterioro puede ser imperceptible, pero sus efectos son profundos. La relación entre salud visual y salud mental es bidireccional porque dificultades para ver afectan el bienestar emocional, y problemas como la depresión o el estrés sostenido pueden influir en cómo usamos y cuidamos nuestra visión.

    Esta conexión tiene bases fisiológicas claras. La luz que llega a los ojos regula la producción de melatonina, hormona clave para el sueño, y con ello el equilibrio emocional. Alteraciones en la cantidad o calidad de luz percibida, por enfermedades oculares o por hábitos, pueden modificar los ritmos circadianos y, en consecuencia, el estado de ánimo.

    Un trastorno visual no diagnosticado, además, puede limitar la interacción social, la actividad física y el desempeño escolar o laboral, afectando de forma acumulativa la salud mental.

    Para analizar esta interacción utilizamos datos crudos de la Encuesta Nacional de los Hogares (INEGI, 2017), que incluyó módulos paralelos sobre salud mental y dificultades visuales. Esto permite comparar directamente las respuestas de una misma población, en este caso Sinaloa.

    En nuestro estado, con poco más de 3 millones de habitantes, los sentimientos de depresión aumentan desde la adolescencia con un 15.6 por ciento hasta alcanzar el 50 por ciento en personas de 65 años y más. Las mujeres reportan el doble de síntomas depresivos que los hombres (30 frente a 15 por ciento), y un 2 por ciento de ellas consume antidepresivos, también más del doble que en varones.

    Estos datos, reportados hace ocho años, probablemente hoy serían más altos debido a dos factores que el Inegi aún no ha medido juntos: el impacto prolongado de la pandemia por SARS-CoV-2 y el aumento en la percepción de inseguridad.

    En análisis previos publicados en este medio, mostramos cómo esa percepción de inseguridad se mantiene elevada incluso cuando las cifras delictivas fluctúan, un contexto que puede exacerbar problemas de salud mental.

    En cuanto a la visión, los resultados de la encuesta revelan que casi el 17 por ciento de la población declara tener dificultad para ver. Entre quienes asisten a la escuela, el 67 por ciento no usa lentes, y las mujeres reportan más problemas visuales que los hombres (19.1 frente a 14.3 por ciento).

    Más aún, las campañas de salud visual realizadas en escuelas por especialistas en visión, en coordinación con el Club de Leones, muestran una realidad más alarmante: uno de cada tres estudiantes presenta problemas visuales, en su mayoría sin diagnóstico previo. Estas evaluaciones, que incluyen mediciones objetivas de agudeza visual y refracción, confirman que muchos de estos casos pasan inadvertidos en el entorno escolar y familiar.

    Los resultados del análisis también muestran que la relación entre dificultad visual y depresión es estadísticamente significativa. Encontramos que, a mayor severidad de los problemas de visión, mayor es la probabilidad de reportar síntomas depresivos.

    La edad amplifica este efecto significativamente, pues el deterioro visual y el aislamiento asociado tienden a aumentar con los años. Aunque, a nivel nacional Sinaloa con un 25 por ciento de personas que reportan depresión no difiere estadísticamente de otros estados, Chiapas presenta los mayores niveles de depresión (45.6 por ciento) y Quintana Roo los menores (12 por ciento), lo que apunta a la necesidad de estudios comparativos más detallados.

    La academia debe generar datos y análisis sobre los problemas que afectan a la sociedad, y el Gobierno aprovechar esa evidencia para impulsar políticas públicas que garanticen acceso universal a lentes, terapias visuales y servicios de salud mental.

    Es deseable una mayor interacción entre investigadores, autoridades y sociedad civil para diseñar acciones basadas en evidencia. Si bien se han dado pasos en la colaboración entre investigadores, autoridades y sociedad civil, es urgente fortalecer y ampliar estos esfuerzos para diseñar acciones basadas en evidencia.

    Un ejemplo positivo es la iniciativa del Club de Leones en Sinaloa, que impulsa reformas a la Ley de Educación para incorporar la salud visual en revisiones escolares periódicas. Este modelo podría adaptarse para el tamizaje y atención temprana de problemas de salud mental.

    Abordar ambos problemas de forma conjunta permitiría romper el ciclo de retroalimentación negativa entre visión y bienestar emocional. Esto exige datos actualizados del Inegi, colaboración multisectorial y voluntad política para traducir la información en políticas públicas. Sin datos, no hay diagnóstico; sin voluntad política, no hay soluciones.