Reactivar la cultura en Sinaloa
Isic, anulado en la narcoguerra
Sin ánimo de entrar en polémicas triviales, valdría la pena conocer la gran propuesta del Instituto Sinaloense de la Cultura para hacer uso de todas sus potencialidades, artistas y recursos públicos como contribución a la construcción de paz que le quite a la tierra de los once ríos el semblante de herido de guerra y lo cambie al de ave fénix que emerge intacta desde la pólvora y la sangre. Las bellas artes están llamadas a operar como el ungüento que sane las tantas lastimaduras que deja la narcoguerra, nunca para disminuirse a víctima colateral de la alta delincuencia.
La pregunta obligada es quién del Gabinete estatal está apoyando al Gobernador Rubén Rocha en empujar las acciones que tranquilicen el espíritu social como semilla que a largo plazo pacifique a Sinaloa. El Mandatario va solitario en la crucial obra apaciguadora que lo instale en la historia como el iniciador del postergado esfuerzo por la paz positiva y duradera.
En tal propósito, el Isic opera en contrasentido o de plano no va. Se le nota en el pasmo y la petrificación cuando tendría que ser el instaurador de macroacciones que le muestren a la gente las rutas de evacuación que señala la cultura en medio del fuego cruzado entre criminales. Allí está la reserva de erudiciones y creatividades para que asuma el efecto de ser bandera blanca cuando ondean estandartes de incivilidad y barbarie.
Esta institución del Gobierno de Sinaloa se comporta como enclave de talentos desperdiciados, por no decir coto de intelectualidades que busca el disfrute de los presupuestos y no el beneficio para la sociedad. Allí están viendo pasar a las víctimas desde la cueva del magnífico pensamiento y no salen a la realidad a diseminar la cultura que es quizás el único aliciente para familias que lloran a sus muertos, buscan a sus desaparecidos, huyen de sus comunidades y pierden sus patrimonios.
Es la también atroz consecuencia de que la cultura sea manejada como franquicia para un sector de las artes en vez de entenderla como patrimonio popular y herramienta eficaz para transitar del salvajismo a la civilización. Importa inquirir, a riesgo de que el olimpo sinaloense se estremezca, dónde está el fundamental planteamiento del Isic de cara a la secuencia trágica de los más de mil 800 muertos e igual número de personas privadas de la libertad por la narcoguerra.
Qué aportación de la cultura les llega a las comunidades rurales y colonias de las ciudades atestadas de viudas, huérfanos, cenotafios de jóvenes y niños sacrificados, así como familias que buscan angustiosamente a aquellos que la violencia arrancó de sus hogares. Dónde está el bálsamo de la música, teatro, artes plásticas, danza, literatura y cine que atenúe los sufrimientos colectivos.
En la coyuntura en que el narco lo trastoca todo con la beligerancia entre cofrades, la cultura tiende a insignificancia por voluntad propia sacrificando la trascendencia que por antonomasia merece. Ha decidido ser cola de ratón en vez de ejercer lo que es, cabeza de león. Desde su dimensión de forjadora de mejores ciudadanos desmerece al asumirse como víctima colateral de la narcoguerra.
Al menos en el Instituto Sinaloense del Deporte su titular Julio César Cascajares implementa la estrategia “Encuentros con el Isde”, que es el exhorto a las comunidades deportivas a que sean ejemplo dentro y fuera de las canchas. En tanto que en la Secretaría de Educación Pública y Cultura Gloria Himelda Félix trabaja en las aulas escolares para imbuirles a alumnos y maestros el proyecto “Eduquemos para la paz”.
¿Pero el Isic qué? Está ausente, o a menos que lo que aporta sea secreto clasificado, en la emergencia de contrarrestar la narcoguerra con la necesaria revolución cultural. Su quehacer es hoy más pertinente que nunca en Sinaloa, pero la ausencia también es deplorable y lastimosa.
Hagamos, pues, la operación colectiva para rescatar al Isic de la circunstancia de replegarse en su misión de guerrear con fusiles que disparan arte.
Llegaron desde Mocorito,
Al Instituto de Cultura,
Para anotar este hito,
Con la indolente textura.
En contraste, en el sector privado se aglutina un mejor y mayor esfuerzo con las iniciativas ciudadanas de Construyendo Paz y El Gran Acuerdo, pues en el informe de resultados correspondiente a agosto de 2025 ya cobran forma productos fomentadores de valores, concordia, legalidad y estabilidad. Por ejemplo, los 10 murales equivalentes a 492 metros cuadrados con un impacto visual para por lo menos 40 mil personas; el curso “Mediación y solución pacífica de conflictos” que reunió a 170 participantes de 26 instituciones, y diagnósticos en escuelas para catalizar la mejoría de espacios con bienestar para el fomento de la paz. Cuando se quiere, se puede.