‘Perrijos’ y ‘gatijos’

ENTRE COLUMNAS
04/08/2025 04:01
    Hay personas que aman a sus mascotas más que a cualquier otro ser humano en el mundo. De hecho, no son consideradas mascotas, son miembros de su familia nuclear, y muchas veces son tratados como verdaderos hijos.

    Tal vez usted no lo crea, pero hay personas que aman a sus mascotas más que a cualquier otro ser humano en el mundo. De hecho, no son consideradas mascotas, son miembros de su familia nuclear, y muchas veces son tratados como verdaderos hijos.

    Yo los he visto en el supermercado, en la calle y en los centros comerciales: les visten con ropa como de humanos, los sientan en la mesa, y hasta comen los mismos platillos que sus dueños. Cuando cumplen años de nacimiento, les festejan con pastel y velitas, y hasta invitan a otras familias con sus “perrijos” o “gatijos” al festejo. Cada invitado llega con su regalo, como si fuera otra fiesta infantil. En la intimidad de sus hogares tienen su propia cama, o bien, comparten la de los humanos. Algunos ya no caminan por el parque con su correa, sino que son paseados en carreolas.

    Es a partir de este amor profundo hacia las mascotas, que ha surgido en la cultura popular el término de “perrhijo” o “perrijo”. El cual es una conjugación de las palabras Perro e Hijo. O “gatijo”, para el caso de los amantes de los felinos.

    Más que una moda, este fenómeno refleja profundas transformaciones sociales en México y otros países del mundo. Por ejemplo, en México, el Inegi da cuenta de que hay más de 25 millones de perros domésticos, y se estima que 8 de cada 10 hogares tienen al menos una mascota. Pero lo que sorprende no es sólo la cantidad, sino la manera en que estos animales están siendo integrados a las dinámicas familiares. De acuerdo con un estudio de la consultora Kantar, 45 por ciento de los dueños de perros en zonas urbanas reconocen tratarlos como miembros plenos de la familia, y un 28 por ciento afirma que su mascota es como “su hijo”.

    La tendencia va de la mano con cambios demográficos y culturales. México experimenta una fuerte disminución en sus tasas de natalidad. Mientras que en 1990 el promedio de hijos por mujer era de 3.4, en 2023 la cifra bajó a 1.6, según cifras del Conapo, y la tendencia va a la baja. Este descenso se acompaña de un aumento en la edad promedio para casarse y una creciente proporción de personas solteras o en uniones libres sin hijos. Así, pues, la “familia tradicional” cede paso a nuevas formas de convivencia: parejas sin hijos, y/o personas solteras con mascotas.

    El fenómeno de los “perrhijos” y los “gatijos” se encuentra en la intersección de estas tendencias. Para muchas personas que habitan en ciudades con altos costos de vida, precariedad laboral o falta de condiciones para la crianza humana, adoptar un perro es una forma de canalizar el deseo de cuidado, apego y sentido de responsabilidad. No es un simple capricho; es una respuesta afectiva a una sociedad que complica cada vez más la reproducción biológica y social.

    Claro que hay críticas. Algunos acusan una especie de “infantilización” del vínculo con los animales, o un consumismo desbordado que convierte al perro en accesorio de estatus. Otros ven en ello una sustitución “egoísta” de la maternidad o paternidad. Pero esas críticas suelen ignorar el contexto: criar un hijo en México hoy implica enormes desafíos económicos, educativos y de seguridad. Tener un perrhijo, en cambio, permite construir lazos, rutinas y hasta estructuras familiares, sin los mismos niveles de presión.

    A la par de este fenómeno hay una industria creciente detrás: alimentos premium, ropa canina, guarderías, spas, seguros médicos, parques para perros, y aunque usted no lo crea, también existen aplicaciones de citas para perros.

    Charlando sobre todo esto, un grupo de amigos y yo, reflexionamos sobre la necesidad también de legislar en torno a estos miembros de la familia. En caso de un divorcio ¿quién se queda con la custodia de los perrijos? Este podría ser causa de un conflicto, más importante aún que la propiedad de un inmueble. O bien, han ocurrido casos de extravío de perros y gatos, en los que los dueños ofrecen grandes cantidades de recompensa. ¿Y si son secuestrados? En fin, hay una laguna legal ahí, que tal vez en nuestra sociedad sinaloense podría sonar frívolo, pero que es la tendencia en otros países.

    Porque, al final, ya sea con hijos, “perrhijos” o “gatijos”, lo que permanece es la necesidad de vínculo. Y si algo nos enseñan esos ojos tiernos que nos miran con devoción y nos reciben siempre incondicionalmente en casa con la cola en movimiento, es que el amor, aunque venga con patas, sigue siendo uno de los motores más poderosos de la vida.

    Es cuanto....