No deja de ser una gran paradoja que la Presidenta Claudia Sheinbaum goce, según varias encuestas, de una altísima aceptación ciudadana -rozando el 83 por ciento- que ningún otro Mandatario mexicano ha tenido desde el sexenio de Ernesto Zedillo; mientras, por otro lado, en su partido hay líderes y grupos que desde los mismos inicios de su gestión buscan hacerle el vacío o, francamente, le den la espalda.
Lo más grave de todo es que en uno de los momentos más difíciles que haya enfrentado un Presidente mexicano en muchas décadas, destacados miembros de su partido y de la 4T intentan minarla y maniatarla, lo cual, además de ser éticamente miserable, en los hechos es una traición, no tan sólo a ella sino a México, cuando lo que se necesita ante la locura trumpiana, la violencia inaudita del crimen organizado y los avisos de una recesión económica es la unidad nacional.
En política es normal que no haya unanimidad y que la Oposición, así sea muy débil como lo es en la actualidad, critique y se oponga a las decisiones del gobierno en turno, pero que sus compañeros de la llamada 4T lo hagan, es una villanía y un error político incomprensible
Ante la ciudadanía, incluso la que no votó por ella, si tomamos en cuenta que sufragó por Claudia Sheinbaum el 59 por ciento y esta semana la aprueba el 83 por ciento, su aceptación ha crecido enormidades, pero esas cifras traducidas en poder presidencial no se reflejan al interior de su movimiento. Mientras que su figura crece hacia afuera, incluso más allá de nuestras fronteras, en el seno de la 4T no se refleja de la misma manera.
Ricardo Monreal, en la coordinación de la bancada morenista en la Cámara de Diputados; Adán Augusto López, en la coordinación de los senadores morenos; Manuel Velasco, desde el Partido Verde; y Andrés Manuel López Beltrán, desde la secretaría de organización de Morena, le han puesto zancadillas a la doctora Sheinbaum buscando acotar su poder en el Gobierno y en el partido.
Le limaron la reforma para impedir la reelección y el nepotismo en 2027 postergándola al 2030, la primera de gran calado que impulsaba la Presidenta. Posteriormente, minimizaron su figura presidencial al preferir una fotografía con el junior Andrés Manuel y darle la espalda- así haya sido por un descuido- en la reunión tumultuaria del 7 de marzo en el Zócalo capitalino que le demostraba a Trump el respaldo popular a las decisiones de la Presidenta.
A todas luces, los líderes morenistas desde ya están haciendo su juego para ponerse al servicio de López Beltrán, acotar a Claudia Sheinbaum y elaborar la política de Morena, particularmente en la elección de candidatos para las próximas lides estatales y federales y, sobre todo, para la candidatura presidencial de 2030.
Nunca se había visto en México que los miembros de un partido en el poder, sobre todo de personajes encumbrados, le rindieran pleitesía a un secretario de Organización y descuidaran su atención y relación con la Presidenta. Lo peor de todo es que las decisiones de Andy las esté respaldando su padre, lo que es muy lamentable.
De hecho, si los líderes legislativos de Morena se arriman a la sombra de López Beltrán es porque saben que el árbol es Andrés Manuel López Obrador.
Si bien no se puede afirmar que López Obrador ha establecido un maximato sobre Claudia Sheinbaum, porque en el Gabinete presidencial vemos una especie de empate o equilibrio entre los cuadros nombrados por la Presidenta y los que llevan la etiqueta de Macuspana. Porque en materia de seguridad hay un cambio radical en la estrategia que impulsa la doctora Sheinbaum frente a lo que hacía el ex Presidente. Y si nos damos cuenta que también es muy visible un estilo de comunicación más conciso y franco de la Presidenta a diferencia de la narración extenuante y circunferencial del antiguo inquilino de Palacio Nacional, es muy cierto que Andrés Manuel López Beltrán, cobijado por su padre, está dando pasos muy visibles para él conducir la política de Morena al lado de Monreal y César Augusto, y así limitar las acciones, decisiones y poder de Claudia Sheinbaum, rompiendo con ello la tradición política mexicana de que el Presidente, en este caso la Presidenta, lleva mano en la conducción de la política del partido gobernante.
En esta todavía vacilante ecuación, lo que es novedoso en la historia política mexicana es que el creador y caudillo de Morena y la 4T esté impulsando a su hijo, en lo que sería una especie de monarquía civil, para que sea el heredero del partido-movimiento y con ello se vaya perfilando como candidato presidencial, ya sea en 2030 o 2036, sin que tenga mayores méritos políticos que haber sido un operador en las campañas electorales de su padre.
Que esta intención cuaje depende mucho de lo que haga la Presidenta Sheinbaum en su sexenio. Si ella logra disminuir considerablemente el poderío del crimen organizado y logra crear una atmósfera social de seguridad en el País. Si ella supera las brutales presiones imperialistas de Trump y logra una buena renegociación del TMEC -si es que se da- y con ello estabiliza y hace crecer la economía mexicana, así sea con un bajo porcentaje, tendría la fuerza suficiente entre la ciudadanía para ponerle un alto a las descortesías y embates de quienes desean tener más poder que ella en el Gobierno y en Morena.
Me dicen mi suegra Panchita, y mis cuñadas, Cecy y Paola, que nunca habían visto un carnaval con la calidad y calidez del de este año. Y mucho tuvieron que ver en el éxito, dicen ellas, Plácido Domínguez, Adán Pérez, Eugenia Garza y Alejandro Sanz. Y, bueno, no podemos negar que Los Aguilar también.