La magia gramática contra el ilusionismo de la IA

EL OCTAVO DÍA
24/08/2025 04:01
    En esa antigüedad sin glamour, el mago y el gramático se confundían, así como el encantador que rezaba palabras mágicas y el hombre inspirado que invocaba palabras llenas de magia.

    Es curioso: la palabra “gramática”, utilizada con energía en la enseñanza del idioma, estaba relacionada en su origen más con la magia que con el lenguaje.

    Hoy no lo parece, pero muchas palabras en su origen fueron atrevidas metáforas que hoy pronunciamos a diario sin detenernos en su real y primigenio significado.

    Alguien escuchó en una tormenta al cielo decir el nombre del dios Thor y de ahí surgieron la palabra “trueno” y sus derivaciones. (Thunder en inglés)

    La raíz griega es grammatiké tekné (arte de escribir). Durante la Edad Media, la gramática (grammar) incluía todo conocimiento, incluso la magia, asunto muy común del cual aún la ciencia no había demostrado su gran dosis de superchería.

    De hecho muchas ciencias hoy respetables, como la química y la astronomía, tuvieron su base en profesiones ejercidas por pícaros alquimistas e imaginativos astrólogos. No era raro que algunos científicos serios (véase el caso de Kepler) se revistieran de un aire de misticismo para ganarse credibilidad y, de paso, también la vida.

    De “grammar” se derivó en el escocés a gramarye, en el entendido de “encantador”; pronto la palabra se convirtió en glamer y por último de ahí surgió el vocablo inglés glammourous: aquel que posee dones obtenidos por encantamiento.

    En esa antigüedad sin glamour, el mago y el gramático se confundían, así como el encantador que rezaba palabras mágicas y el hombre inspirado que invocaba palabras llenas de magia.

    Escuchamos a los magos decir “abracadabra” y esa es una palabra que puede escribirse en un triángulo y leerse igual de arriba a abajo. Los genios de las Mil y Una Noches suelen decir ¡Alakazán!, una variante -o quizás el origen- de ese concepto. La palabra “alquimia”, y casi todas las que comiencen con “al”, son de origen árabe: albañil, alfeñique, alcahuete, alcantarilla, etc.

    Dentro de un mundo con exceso de analfabetismo y credulidad, el poseedor del don de la palabra escrita pasaba por un ser extraordinario. Aquellas personas que no sabían leer y escribir llevaban consigo conjuros u oraciones, seguros de que portar un papel escrito los protegía de la desgracia o los males de los hombres.

    En el Tíbet, hay templos donde las oraciones están escritas en rollos de papel, forrados de metal para que no se dañen. Los peregrinos caminan haciéndolos girar y ese acto vale por una oración.

    No es de extrañar que los libros fuesen respetados como objetos mágicos. En el mundo islámico, a la fecha, un ejemplar de El Corán no debe ponerse en un librero o estar abajo o encima de otro libro. Debe de estar en un mueble propio, de preferencia en una mesa. Si uno entra a una casa de musulmanes piadosos, tampoco es raro que encontremos un Corán colocado reverentemente en un atril, así como aquí en México muchas familias lo hacen con una Biblia.

    Los hebreos también fueron un pueblo del libro y creían en la magia de las palabras. Para algunos de ellos, un bebé recibe el espíritu al momento de dársele nombre. Una leyenda dice que los rabinos medievales podían crear un “Gólem”, especie de Frankenstein de arcilla usado en las sinagogas para trabajos menores. Para darle vida, le escribían en la frente la palabra EMET, que significa VERDAD. Si se deseaba desactivarlo, se le borraba una letra y quedaba MET: muerto en lengua hebrea... Una vez un rabino lo dejó crecer demasiado y, al borrarle la letra con una escalera, la criatura cayó encima de él, matándolo de inmediato.

    Hoy, en hebreo moderno, la palabra Gólem equivale a “tonto”. En verdad, son sorprendentes la magia y vida propia que adquieren con el tiempo las palabras.

    Pero lo mas tonto ahora es el nuevo robot creado por el hombre: la Inteligencia Artificial. Hace poco me puse a buscar la palabra “jotismo” que es el nombre con el que se llama al uso de la letra jota en la pronunciación en vez de la “h” aspirada; algo que viene desde la Edad Media y sobrevive en el campo: decir “jonda” en vez de “honda” o “jediondo” aunque realmente escribamos “hediondo”.

    Pues bien, los buscadores se negaron a encontrar esa palabra, quizá por pensar que era políticamente incorrecta. Puse “jotismo en gramática” para ver si me tomaban más en serio y sólo me mandaron a páginas de autismo.

    Probé más variantes y dejé de insistir cuando me mandaron a una página de “autismo en perros”. La magia gramatical no puede con la superchería artificial.

    Creo que el futuro es volver al pasado. No confiar en las redes y los buscadores: hay que buscarlo uno mismo en un pequeño libro llamado diccionario. Y revivir el verdadero estudio de la gramática y la tan desatendida ortografía.

    Si: la IA es una ilusión hecha por un nuevo prestidigitador. Palabra que significa “el que mueve rápido los dedos” y ahora se aplica al teclado y a moverse demasiado rápido y mal en el raudo universo digital.