Hay que guardar sana distancia... de los Oxxos

22/06/2025 04:02
    La posibilidad de legislar para que tiendas de conveniencia ofrezcan un porcentaje mínimo de alimentos saludables no sólo es viable, sino urgente ante el creciente impacto de estas en la salud pública.

    En las últimas décadas, México ha vivido una transformación silenciosa pero poderosa en su paisaje urbano: la proliferación de tiendas de conveniencia, como el Oxxo, Extra y Kiosko, entre otros. Estas pequeñas tiendas, ubicuas en casi cada esquina de las ciudades y pueblos, han sido celebradas por su accesibilidad, horarios extendidos y variedad de productos. Sin embargo, su crecimiento exponencial ha traído consigo consecuencias preocupantes para la salud pública. La facilidad de acceso a alimentos ultraprocesados (ricos en azúcares añadidos, grasas saturadas y sodio) ha contribuido significativamente al aumento de enfermedades crónicas no transmisibles como la obesidad, la diabetes tipo 2, la hipertensión y ciertos tipos de cáncer.

    El Oxxo, como caso emblemático, forma parte de un fenómeno global: la “superdisponibilidad” de alimentos poco saludables. Estudios realizados por el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) han documentado que los entornos alimentarios urbanos en México han sido modificados radicalmente por la presencia de tiendas de conveniencia, desplazando a las tienditas tradicionales, los mercados locales y otras fuentes de alimentos frescos. Un análisis particularmente revelador mostró que en zonas con una alta densidad de este tipo de tiendas, se incrementa el acceso , y por tanto el consumo habitual, de productos ultraprocesados.

    La ciencia comienza a demostrar que esta no es una simple correlación anecdótica. Una investigación liderada por Ana Jáuregui y colaboradores, publicada en International Journal of Behavioral Nutrition and Physical Activity (2019), reveló que la densidad de tiendas de conveniencia alrededor de las escuelas en México estaba directamente asociada con un mayor índice de masa corporal (IMC) en niños. Los estudiantes expuestos a estos entornos obesogénicos eran más propensos a adquirir bebidas azucaradas y botanas hipercalóricas antes o después de la jornada escolar. Este hallazgo es alarmante, ya que la infancia es una etapa crítica para el desarrollo de hábitos alimentarios que se perpetuarán durante toda la vida.

    El problema no se limita al consumo esporádico. Lo que alguna vez fue una visita ocasional por una bebida fría o un antojo se ha convertido en un hábito diario, especialmente entre niños y adolescentes. El sistema de marketing agresivo, el diseño de las tiendas y las estrategias de precios promueven compras impulsivas de productos que cumplen con todos los criterios de la “comida chatarra”. En un país donde más del 70 por ciento de los adultos padecen sobrepeso u obesidad (ENSANUT 2022), este tipo de acceso constante no es trivial, es una amenaza estructural.

    La obesidad, como enfermedad multifactorial, está estrechamente ligada al entorno. La presencia de tiendas de conveniencia en zonas urbanas y rurales crea lo que los expertos denominan “desiertos alimentarios” y “pantanos alimentarios”: áreas donde hay abundancia de alimentos poco saludables y escasez de opciones frescas y nutritivas. Los habitantes de estas zonas no eligen necesariamente mal por ignorancia, sino por falta de opciones reales. De hecho, estudios en economía de la salud indican que el precio relativo de alimentos saludables frente a los ultraprocesados sigue siendo un obstáculo: por el mismo precio que cuesta un litro de leche o una fruta fresca en una tienda de conveniencia, se puede obtener una bebida azucarada de mayor volumen y una botana con alto contenido calórico.

    Esta dieta basada en alimentos ultraprocesados se ha vinculado no sólo con la obesidad, sino también con la diabetes tipo 2. La carga glucémica constante, el exceso de azúcares refinados y la baja calidad nutricional desencadenan resistencia a la insulina, inflamación sistémica y disfunciones metabólicas. Un análisis de cohortes publicado en The Lancet Diabetes & Endocrinology concluyó que el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 aumenta hasta un 30 por ciento en quienes consumen una dieta rica en productos ultraprocesados de forma habitual.

    Pero los efectos no se detienen ahí. La relación entre dieta y cáncer también ha sido ampliamente documentada. La Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) ha clasificado a algunos aditivos alimentarios, como los nitratos presentes en embutidos (frecuentemente disponibles en estas tiendas) como “probablemente carcinogénicos”. Asimismo, una dieta rica en grasas saturadas, azúcares y baja en fibra ha sido asociada con un mayor riesgo de cáncer colorrectal, hepático y pancreático.

    Además de las implicaciones fisiológicas, el impacto de estas tiendas de conveniencia también es ambiental y social. Reemplazan economías locales, desplazan a pequeños productores y promueven un modelo de consumo que perpetúa la dependencia de las grandes industrias alimentarias. Cada tienda nueva que abre suele instalarse en zonas de alta afluencia peatonal, incluso cerca de escuelas, lo que exacerba la vulnerabilidad de los menores. La política pública ha intentado responder, por ejemplo, con el etiquetado frontal de advertencia en los productos, pero estos esfuerzos se ven diluidos cuando los entornos alimentarios siguen dominados por la conveniencia y la inercia del consumo rápido.

    La expansión masiva de tiendas de conveniencia no es un fenómeno inocente. Aunque responden a una demanda legítima de acceso rápido a productos, el tipo de alimentos que predominan en estos establecimientos y su omnipresencia están configurando un entorno obesogénico, diabetogénico y potencialmente cancerígeno. Frente a esta realidad, la solución no pasa únicamente por responsabilizar al individuo, sino por replantear el diseño de las ciudades, los modelos de negocio y las políticas de salud pública. Reconocer el papel de estos puntos de venta en la epidemia de enfermedades crónicas es un paso necesario para una transformación estructural que priorice la salud sobre la conveniencia.

    La posibilidad de legislar para que tiendas de conveniencia ofrezcan un porcentaje mínimo de alimentos saludables no sólo es viable, sino urgente ante el creciente impacto de estas en la salud pública. Existen precedentes internacionales como en (Minneapolis, Londres y Chile) que demuestran que regular el entorno alimentario sí puede modificar hábitos de consumo, especialmente en comunidades vulnerables. En México, aunque aún no se ha implementado una medida específica de este tipo, el marco legal permite establecer normativas en beneficio de la salud poblacional, y estados como Oaxaca ya han mostrado que es posible restringir la venta de productos nocivos. Implementar esta medida en Sinaloa, acompañada de incentivos fiscales, apoyo a productores locales y regulación estratégica en zonas escolares, podría marcar un precedente nacional, enfrentando con políticas estructurales una epidemia que hasta ahora ha sido tratada con parches informativos.

    Referencias:

    - Jáuregui, A., et al. (2019). Availability of healthy and unhealthy food in school environments in Mexico: Associations with students’ food purchasing and dietary behaviors and weight status. International Journal of Behavioral Nutrition and Physical Activity, 16(1), 103. https://doi.org/10.1186/s12966-019-0862-8

    - Rivera, J. A., Pedraza, L. S., Aburto, T. C., et al. (2020). Overview of the double burden of malnutrition in Mexico: current trends and future scenarios. Archives of Medical Research, 51(1), 46-52.

    - Monteiro, C. A., Cannon, G., Moubarac, J. C., et al. (2018). The UN Decade of Nutrition, the NOVA food classification and the trouble with ultra-processing. Public Health Nutrition, 21(1), 5–17.

    - Cediel, G., Reyes, M., da Costa Louzada, M. L., et al. (2021). Ultra-processed foods and human health: a narrative review. Nutrients, 13(6), 1955.