Guardianes costeros: los bosques de manglares

Atarraya
26/07/2025 04:02
    El principal enemigo de los manglares no es el desconocimiento, sino la descoordinación institucional y el extractivismo mal regulado. Proyectos turísticos, desarrollos inmobiliarios, rellenos costeros y carreteras han fragmentado numerosos ecosistemas de manglar. En muchos casos, las manifestaciones de impacto ambiental minimizan la importancia ecológica de los manglares, y los decretos de protección se quedan en papel.

    En los márgenes donde la tierra abraza al mar, habita un ecosistema con raíces expuestas, ramas entrelazadas y una resiliencia extraordinaria: los bosques de manglar.

    Estos bosques adaptados a “beber” agua salada son uno de los ecosistemas más productivos del planeta. Sin embargo, a pesar de su importancia biológica, climática y social, su pérdida ha sido dramática en muchas regiones costeras del mundo.

    Los bosques de manglares se encuentran a lo largo de las costas tropicales y subtropicales de todos los océanos, desde África hasta Asia, pasando por Oceanía y América, aunque representan apenas el 0.7 por ciento de la superficie total de bosques tropicales. Este ecosistema ocupa aproximadamente 137 mil 760 kilómetros cuadrados distribuidos en 118 países y territorios, con alrededor del 75 por ciento de la cobertura concentrada en sólo 15 naciones.

    Los bosques de manglar son esenciales para las crías y juveniles de peces, crustáceos y moluscos de importancia ecológica y pesquera. De acuerdo con el reporte “The importance of mangroves to people”, publicado por la UNEP en 2014, los bosques de manglar están directamente vinculados al sustento alimentario de millones de personas.

    Más de 100 millones de personas viven a menos de 10 kilómetros de grandes extensiones de manglar y dependen de estos ecosistemas para obtener alimento, agua limpia, materiales de construcción y protección frente a tormentas. Se estima que, a nivel mundial, el valor de los servicios ecosistémicos derivados de la presencia de los bosques de manglar es de entre 33 mil y 57 mil dólares por hectárea al año en países en desarrollo.

    Los manglares almacenan alrededor de mil toneladas de carbono por hectárea entre su biomasa y suelos, lo que los convierte en uno de los ecosistemas más ricos en carbono del planeta y en aliados clave para la mitigación del cambio climático.

    A escala global, representan menos del 1 por ciento de los bosques tropicales, pero secuestran hasta 10 veces más carbono por hectárea que los bosques terrestres, lo que refuerza su papel como herramientas estratégicas frente al cambio climático.

    Esta capacidad de almacenamiento a largo plazo es especialmente relevante si se considera que las emisiones derivadas de la conversión de manglares a otros usos, como la acuacultura, se encuentran entre las más altas de todos los tipos de uso de suelo en los trópicos, contribuyendo hasta con una quinta parte de las emisiones globales por deforestación y ocasionando pérdidas económicas estimadas entre 6 y 42 mil millones de dólares al año.

    Su complejo sistema de raíces también forma una barrera natural contra tormentas, huracanes y evita la erosión costera. Diversos estudios han demostrado que los manglares pueden reducir la altura de las olas entre un 13 y un 66 por ciento en apenas 100 metros de ancho de bosque, y amortiguar marejadas ciclónicas en hasta 50 centímetros por cada kilómetro de cobertura, lo que puede marcar la diferencia entre la seguridad y la catástrofe para muchas comunidades costeras vulnerables.

    Pero a pesar de su importancia, y de los avances en legislación y áreas naturales protegidas, los bosques de manglar enfrentan presiones constantes: expansión urbana, contaminación del agua, desarrollo turístico y agricultura mal planificada.

    Tan sólo en los últimos 50 años se ha perdido cerca de la mitad de la cobertura mundial de este ecosistema. Desafortunadamente, México es uno de los países con más altos niveles de deforestación de manglar en la región de América del Norte y América Central.

    México alberga aproximadamente el 6 por ciento de la cobertura mundial de manglares, lo que posiciona al País en el cuarto lugar a nivel global en cuanto a extensión de este ecosistema, sólo por detrás de Indonesia, Australia y Brasil. Se estima que existen alrededor de 905 mil hectáreas de manglar distribuidas a lo largo de las costas del Golfo de México, el Caribe y el Pacífico.

    En el Golfo de México, los manglares no sólo protegen los litorales de Yucatán, Campeche, Veracruz y Tabasco, sino que forman parte de un entramado ecológico fundamental junto con las lagunas costeras, los arrecifes coralinos y los pastos marinos. Esta conectividad de hábitats favorece el reclutamiento y desarrollo de especies de alto valor ecológico y pesquero, como el róbalo (Centropomus spp.), el pargo (Lutjanus spp.), la jaiba (Callinectes spp.) y diversas especies de camarones (Penaeus spp.).

    Los manglares también son auténticos refugios de biodiversidad. En sus ramas y canales anidan aves residentes como los flamencos (Phoenicopterus ruber), ibis (Eudocimus albus) y espátulas rosadas (Platalea ajaja), que encuentran allí condiciones óptimas de alimentación y reproducción. Durante el invierno, estos bosques costeros se transforman en hogar temporal para miles de aves migratorias, como el pelícano blanco americano (Pelecanus erythrorhynchos), que encuentra en los manglares de la península de Yucatán un sitio clave para descansar y alimentarse a lo largo de su ruta migratoria.

    El principal enemigo de los manglares no es el desconocimiento, sino la descoordinación institucional y el extractivismo mal regulado. Proyectos turísticos, desarrollos inmobiliarios, rellenos costeros y carreteras han fragmentado numerosos ecosistemas de manglar.

    En muchos casos, las manifestaciones de impacto ambiental minimizan la importancia ecológica de los manglares, y los decretos de protección se quedan en papel. Sin una gestión integrada y adaptativa, incluso los manglares mejor conservados podrían perder su funcionalidad. Sin embargo, en nuestro país tenemos ejemplos y señales de esperanza.

    En los últimos años, proyectos comunitarios de restauración y monitoreo, como los impulsados por cooperativas pesqueras, han demostrado que la conservación participativa es efectiva cuando se reconoce el valor del conocimiento local y se respalda con ciencia. Tal es el caso de las Almejeras de Santa Cruz y las Lobas del Manglar, en Sinaloa, pescadoras que capturan almeja chocolata, principalmente, una especie que depende del manglar. Estas mujeres pescadoras lo saben y por ello, cuidan, limpian y concientizan a sus comunidades de mantener este ecosistema en buen estado.

    Un dato biológico que te lleves a casa

    Las raíces que se sumergen en el agua de los manglares albergan más especies de esponjas, ostras, y peces que muchas zonas rocosas marinas, funcionando como verdaderos arrecifes verticales dentro del bosque de manglar. Es decir, cada raíz que vemos sobresalir del agua es una mini ciudad submarina que sustenta la biodiversidad costera.

    El 26 de julio celebramos el Día Internacional para la Conservación del Ecosistema de Manglares, es una buena oportunidad para preguntarnos: ¿qué papel juegan los manglares en nuestro territorio, en nuestra seguridad y en nuestra alimentación? ¿Qué podemos hacer desde nuestras comunidades, como científicos, pescadores, o ciudadanos, para que estos guardianes no desaparezcan en silencio?

    El autor es el doctor Antar Mijail Pérez Botello, especialista en Ciencia de Oceana en México