En la Antigua Grecia, “idiotes” era el ciudadano que no se ocupaba de los asuntos públicos, que vivía sólo para sí mismo, sin participar en la polis. Así, una “generación de idiotas” sería una sociedad que ha renunciado al pensamiento común, al diálogo, al bien colectivo... ya hablaremos de eso, pero antes un breve dato histórico: En 1964, el astrofísico soviético Nikolái Kardashov propuso una escala para clasificar a las civilizaciones según su capacidad para aprovechar la energía disponible a su alrededor. Era una apuesta por imaginar el futuro y también una manera de medir nuestra madurez como especie.
Una civilización Tipo I sería capaz de utilizar toda la energía disponible en su planeta: los océanos, los volcanes, el viento, la biomasa. Una Tipo II controlaría la energía de su estrella, quizá construyendo una estructura alrededor del sol como la mítica Esfera de Dyson. Una Tipo III aprovecharía la energía de toda su galaxia, moviéndose entre sistemas estelares como nosotros lo hacemos entre ciudades.
Suena a ciencia ficción, pero lo inquietante no es la distancia tecnológica entre nosotros y esas categorías superiores, lo verdaderamente inquietante es lo que somos hoy: ni siquiera una civilización Tipo I. En términos prácticos, según estimaciones como las del físico Michio Kaku, estamos en un 0.7, no dominamos del todo nuestro propio planeta y más aún: ni siquiera nos ponemos de acuerdo en cómo habitarlo.
Y es ahí donde el pensamiento del filósofo David Pastor Vico, en su libro Generación de Idiotas, se vuelve brutalmente pertinente. Mientras algunos soñamos con alcanzar los cielos, otros ni siquiera entienden lo que leen.
Vivimos en la paradoja de una humanidad que avanza tecnológicamente, pero retrocede en pensamiento crítico, profundidad ética y capacidad de diálogo, nunca hubo tantos dispositivos conectados ni tan poca conexión real entre las personas, nunca fue tan fácil acceder al conocimiento, y sin embargo, parece que nunca costó tanto pensar.
¿De qué sirve soñar con civilizaciones galácticas si no sabemos dialogar sin gritar? ¿Para qué queremos controlar la energía de una estrella si seguimos destruyendo las fuentes de vida en la Tierra? La escala de Kardashov mide la energía que dominamos, pero quizás haría falta una escala que mida la energía que comprendemos, la que se requiere para sostener el tejido social, para cuidar de los otros, para no ceder ante el ego o el miedo.
Vico apunta a una generación infantilizada, atrapada en la cultura de lo inmediato, de lo viral, de la recompensa instantánea, no se trata de culpar a los jóvenes, sino de vernos todos en ese espejo incómodo, una civilización que no cultiva el pensamiento crítico no podrá jamás resolver los desafíos éticos que traerá el acceso a tecnologías más poderosas, porque el problema no es solo cuánto podemos hacer, sino por qué y para qué lo hacemos.
Kardashov nos regaló una escala que nos invita a mirar al cielo. Vico nos recuerda que primero hay que mirar hacia adentro. Y es ahí donde surge la verdadera encrucijada: no si llegaremos o no a construir una Esfera de Dyson, sino si llegaremos vivos y humanos a ese punto.
Quizás el verdadero salto hacia una civilización Tipo I no tenga que ver con energía geotérmica ni con motores de fusión, tal vez empiece con algo más simple y radical: aprender a cuidar, a pensar, a dialogar, tal vez lo que necesitamos no es solo una revolución tecnológica, sino una revolución del alma.
No llegaremos al espacio si antes no aprendemos a habitar el lenguaje. No conquistaremos la galaxia si antes no conquistamos la ignorancia. Y no seremos una civilización avanzada mientras sigamos midiendo el éxito por el volumen de consumo y no por la calidad del pensamiento.
El universo no necesita más civilizaciones tecnológicamente poderosas y éticamente vacías, ya ha visto muchas estrellas morir, lo que necesita es algo distinto. Algo raro. Una civilización capaz de hacerse preguntas, capaz de detenerse, capaz de mirar el abismo... y cuidar que nadie caiga en él.
Quizá entonces, y sólo entonces, seamos capaces juntos de avanzar en la escala.
Gracias por leer hasta aquí, nos leemos pronto.
Es cuanto.