Como buenos latinoamericanos, a los mexicanos nos gusta autoengañarnos. Decimos que “no estamos tan mal”, o que “ahí van las cosas”. Pero la realidad es terca: la economía mexicana está en riesgo de estancamiento y no basta con discursos optimistas para resolverlo.
Los datos recientes del Inegi no mienten. Durante el primer trimestre de 2025, el País apenas evitó la recesión con un magro crecimiento de 0.2 por ciento, tras haber caído (-)0.7 por ciento en el cuarto trimestre de 2024. Los estimados de junio hablan de un crecimiento mensual de 0.2 por ciento y anual de 1.3 por ciento, pero no nos engañemos: el consenso del sector financiero prevé un crecimiento de apenas 0.2 por ciento para todo 2025, mientras organismos internacionales calculan entre (-)0.3 y 0.4 por ciento. Sólo la Secretaría de Hacienda, en un exceso de optimismo, estima entre 1.5 a 2.3 por ciento.
La inversión, el motor indispensable del desarrollo, se está apagando. El INEGI reporta que desde septiembre pasado la inversión fija bruta ha caído mes con mes. En abril, la inversión en maquinaria y equipo se desplomó 9.1 por ciento, en especial en bienes importados. Esta tendencia negativa se atribuye a factores como la incertidumbre económica, la inseguridad, la falta de certeza jurídica y un entorno fiscal restrictivo. Sin certidumbre, resulta difícil impulsar la inversión productiva.
Además, en el primer trimestre del año, la inversión total alcanzó apenas el 23 por ciento del PIB, por debajo de la meta mínima del 25 por ciento necesaria para promover un crecimiento sostenido. Dentro de este porcentaje, la inversión pública fue del 2.3 por ciento, mientras que la privada representó el 20.8 por ciento. Es especialmente alarmante que la inversión pública haya registrado una caída del 24.4 por ciento, una cifra que no se observaba en casi tres décadas.
El mercado laboral ya resiente esta parálisis. El IMSS reporta que en el primer semestre de 2025 se generaron apenas 87 mil 287 empleos formales, lejos de los 100 mil mensuales que necesitamos para absorber a los jóvenes que se incorporan a la fuerza laboral. Esto es 70 por ciento menos que en el mismo periodo de 2024, cuando se crearon 295 mil 058 empleos. Lo peor: acumulamos tres meses con caídas mensuales en el empleo formal.
Además, el IMSS indica que en junio se contabilizaron 1 millón 41 mil 636 registros patronales, una caída anual de 2.9 por ciento. Este dato no es menor: significa que miles de micro y pequeñas empresas están cerrando o se están yendo a la informalidad, afectando la recaudación, las prestaciones sociales de sus trabajadores y la estabilidad económica de muchas familias.
Y mientras tanto, el consumo interno, que había mostrado resiliencia, empieza a tambalear. Aunque en abril tuvo un buen desempeño, mayo y junio reflejaron debilidad. Las remesas, que han sido un sostén para 4.9 millones de hogares en México, cayeron 3 por ciento de enero a mayo respecto al mismo periodo del año anterior. Además, la confianza del consumidor, medida por el propio Inegi, se ubicó en 45.4 puntos en junio, por debajo del umbral de optimismo, reflejando la percepción de incertidumbre que se vive en las casas.
Si todo esto no fuera suficiente, ahora enfrentamos un riesgo externo serio: el Presidente Trump anunció que a partir del 1 de agosto impondrá un arancel del 30 por ciento a productos mexicanos si no se cumplen sus demandas de seguridad.
Especialistas consultados por Banxico advierten que la incertidumbre en la política comercial de Estados Unidos, sumada a la inseguridad interna, son los principales frenos al crecimiento de México. Y aquí viene lo más incómodo: pareciera que no hay un plan claro para enfrentar estos retos.
Para mitigar estos datos poco esperanzadores, desde Coparmex Nacional, y particularmente Coparmex Sinaloa, nuestra presidenta Martha Reyes ha insistido en que es momento de actuar con seriedad en diversas áreas de la vida pública. No se trata de sembrar miedo, sino de asumir nuestra realidad y tomar decisiones. Necesitamos reactivar la inversión productiva, garantizar certidumbre jurídica, combatir con inteligencia la inseguridad que ahuyenta inversiones y apoyar integralmente a que más negocios puedan abrir y sobre todo sostenerse a pesar de las condiciones adversas que aquejan al País.
La gravedad del momento exige más: urge diversificar mercados, fortalecer nuestra presencia en otros destinos, y construir cadenas de proveeduría regional que fortalezcan nuestra resiliencia ante crisis externas.
El País no puede conformarse con crecer al 0.2 por ciento mientras el resto del mundo avanza. Necesitamos retomar el dinamismo, elevar la productividad y garantizar que cada joven que quiera trabajar tenga una oportunidad digna.
No se trata de un discurso de ocasión, se trata de la vida diaria de millones de mexicanos. Si no reaccionamos hoy, mañana será tarde.
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El autor es abogado, profesor de Derecho y actualmente director de Coparmex Sinaloa.