En la política y en el futbol no llegan los mejores

31/08/2025 04:00
    El nombramiento de Genaro Lozano como el próximo embajador de México en Italia generó polémica. No hablamos de un embajador de carrera sino, en el mejor de los casos, un analista político en medios o, en el peor, de un comunicador afín al régimen sin experiencia profesional en la diplomacia ni en la administración pública.

    El nombramiento de Genaro Lozano como el próximo embajador de México en Italia generó polémica. No hablamos de un embajador de carrera sino, en el mejor de los casos, un analista político en medios o, en el peor, de un comunicador afín al régimen sin experiencia profesional en la diplomacia ni en la administración pública.

    A esto se suma que sustituirá a Carlos García de Alba, un embajador de carrera con amplia experiencia en el Servicio Exterior Mexicano.

    Este nombramiento me recuerda a la Selección Nacional Varonil de Fútbol en México: tanto en deporte como en la política aseguran que llegan los mejores, pero sus perfiles dejan mucho qué desear.

    La simpatía de Genaro Lozano por la Presidenta no es un secreto y se ha aducido como motivo de su nombramiento. Las sospechas al respecto no son gratuitas si pensamos, en primer lugar, que sustituirá a una persona cuya formación y experiencia sobre Italia están probadas y, en segundo lugar, que el conductor televisivo no cuenta con una carrera diplomática probada.

    La misma Presidenta aseguró en conferencia el 21 de agosto que, entre las razones de su nombramiento, además de ser un activista de derechos, Genaro los “apoyó mucho y de muchas maneras”, sin precisar más en el cómo.

    Su nombramiento recuerda el caso de Isabel Arvide, periodista que fue nombrada cónsul en Estambul por Andrés Manuel López Obrador en 2020 y luego causaría polémica por incluir un viva a López Obrador durante el Grito de Independencia en su oficina en 2021.

    Quiero precisar que mi crítica no se dirige necesariamente a Genaro Lozano ni a sus capacidades o expectativas de desempeño en el puesto.

    Más bien, me dirijo a la persistencia de una lógica de nombramientos seguida por el gobierno actual, en consonancia con gobiernos anteriores y, en particular, con el caso de las Embajadas y el servicio diplomático de nuestro país.

    Me refiero al uso de las embajadas como moneda de cambio para pagar favores políticos adquiridos durante las campañas o en el ejercicio del gobierno.

    Por otra parte, y en un caso más ominoso, está el nombramiento de Néstor Vargas como representante del Ejecutivo en el Órgano de Administración Judicial (OAJ), la nueva instancia creada a partir de la reforma judicial que se encargará de la administración interna del recién formado poder judicial.

    En otras palabras, un puesto que fungirá como control político al controlar la llave del dinero. Lo despreciable de este nombramiento es que se trata de un personaje que cuenta con una denuncia por abuso y acoso sexual. Ahora, ¿cómo llega un personaje sobre el cual versa este historial a un puesto de tal importancia?

    Desde afuera, quienes no pertenecemos a las redes políticas y somos sobre todo espectadores, difícilmente logramos entender o ver los beneficios de que tal o cual personaje tan sombrío ocupe un puesto, ya que su viabilidad para el grupo y la líder se configura dentro de la caja negra que es la política, a partir “méritos” necesarios para crecer y ser aspirantes a obtener altos puestos dentro de la administración pública, la diplomacia o competir por un puesto de representación popular.

    Habitualmente concebimos el mérito como de forma positiva: una acción que hace a una persona acreedora de un premio o de una recompensa.

    Bajo esa lógica, quien estudia obtiene las mejores calificaciones, quien se esfuerza más en su trabajo logra ascensos y mejora salarial. Así se ha forjado una idea popular del mérito como sinónimo de esfuerzo y recompensa justa. Sin embargo, en el terreno político esta noción se transforma ya que se deja de pensar en acciones virtuosas.

    En la política, también puede considerarse un mérito el sacrificio —como aceptar culpas ajenas sin señalar a los verdaderos responsables—, o el silencio que garantiza impunidad y complicidad.

    Es igualmente una acción meritoria el cumplir órdenes sin reparos pensando que “el fin justifica los medios”, o a quienes alaban al liderazgo y hacen la vista gorda frente a errores flagrantes, incluso justificándoles de cualquier forma.

    En suma, se despliega un amplio abanico de conductas que, lejos de encarnar un mérito en el sentido virtuoso, se convierten en mecanismos para que un grupo político conserve y afiance su poder, sobre cualquier cuestionamiento moral y ético.

    Parece ingenuo esperar que mujeres y hombres políticos elijan sólo con base en méritos y aptitudes, pues también deben priorizar gente afín a sus proyectos políticos.

    También buscan otras cualidades de carácter operativo que difícilmente son visibles en un currículo, como la capacidad de establecer acuerdos y de negociación.

    Por último, otra característica que políticos priorizan es la lealtad que, frente a circunstancias difíciles o decisiones complicadas que cuestionen la integridad ética o moral, elijan a su líder o su camarilla política, por lo que el “honestidad antes de capacidad” no es más que un eslogan convertido en letra muerta.

    También reconozco que no existe un funcionario ideal. Fox prometió en su momento construir un gabinete con los mejores perfiles para cada uno de los puestos, que bautizó como “super gabinete”, y terminó por decepcionar, principalmente al estar supeditado al poder económico.

    Sin embargo, ¿debemos quedarnos de brazos cruzados con cada nombramiento que hagan aduciendo al pragmatismo político, a la realpolitik? ¿Debemos aceptar que la administración pública sea moneda de cambio para pagar favores políticos? ¿Debemos aceptar pasivamente al siguiente nombramiento polémico de algún individuo, aunque en su contra pesen acusaciones de corrupción, de acosos o violencia sexual, únicamente por el respaldo que manifieste su líder?

    Cuando leo sobre los nombramientos políticos pienso en el caso de la Selección Mexicana Varonil de Fútbol: nos aseguran que eligen a los mejores jugadores, quienes han tenido el mejor rendimiento, quienes cuentan con las mejores características físicas y técnicas de juego y que, idealmente, constituirán a la mejor versión del equipo y así, la mejor representación del país. Pero siempre terminamos chocando con la realidad.

    La selección gana torneos regionales de bajo nivel competitivo y se queda muy corto en el mayor compromiso futbolístico, que es el Mundial de Fútbol.

    Cuando revisan el desempeño de alguno de los jugadores, no hay duda de que algunos o varios dejan mucho qué desear. Los que se supone que son los mejores, elegidos por sus características, no están a la altura.

    Al indagar sobre el paupérrimo nivel futbolístico de nuestro país, encontramos detrás un sistema que prioriza el negocio antes del desarrollo deportivo, donde los arreglos entre clubes y representantes nunca tienen por objetivo el mejor interés del jugador, su desarrollo profesional, tratos entre amigos, etc.

    Son varios los vicios en el negocio futbolístico que ha mermado la posibilidad de que realmente los mejores lleguen a la máxima competencia.

    Me parece que en buena medida se puede equiparar el mundo de la política al negocio del futbol a partir de las características que he dado de cada uno: acuerdos dudosos, amiguismo y nepotismo, intereses privados que priman sobre los colectivos, características que condicionan la llegada de los perfiles a puestos importantes tanto administrativos, como diplomáticos y de representación popular.

    Así, como con la selección varonil de futbol, me rehúso a pensar que, en efecto, llegaron los mejores.

    * Gerardo López García (@gera_emp) es licenciado en Ciencias Políticas y maestro en Estudios Políticos, ambos grados por la UNAM. Realizó el Diplomado en Defensa y Seguridad Nacionales en la UNAM y se especializa en análisis de seguridad pública, delincuencia organizada y control territorial. Ha sido funcionario público federal y local (INEGI, FGR Y SSC-CDMX)