La semana que hoy concluye nos dio la noticia de varios lamentables fallecimientos de figuras del arte y la cultura popular.
Entre ellas, destacó la del poeta contestatario José de Jesús Sampedro y el cantante de Black Sabbath, Ozzy Osbourne, quienes se fueron el mismo día. Ahí quisiera ver esa secreta simetría que une a esos hombres afortunados que rompen con éxito los paradigmas.
Menos conocido el zacatecano que el satánico cantante, su revista Dos Filos fue de los pocos casos impactantes de éxito que había en movimientos literarios en provincia en la no tan remota época del autoritarismo político.
Y además, José de Jesús Sampedro nos dejó un libro extraño y muy Pink Floyd llamado “Un ejemplo (salto) de gato pinto”, que ganó en su momento el Premio Nacional de poesía Aguascalientes.
Desde el título podemos ver la apuesta en turno: surrealista y de osada técnica de collage muy positiva para un libro bastante oxigenador.
Había un breve poema llamado “Inmaculada Concepción”, que me costó descifrarlo, porque parecía más una bitácora de vuelo de la serie Viaje a las estrellas. Por lo que entendí entonces -y entiendo ahora- no era un poema blasfemo.
Ganador del Premio Aguascalientes en 1975, me sorprendió ver que uno de los jurados había sido el poeta Víctor Sandoval, de ahí de Aguascalientes, cuya poesía era muy formal y totalmente contraria a la irreverente andanada de versos que ahí lanzaba al cielo José de Jesús Sampedro.
Confieso que desde ahí empecé a respetar y ver de otra manera a ambos poetas y celebrar esa apertura de mentes. Sandoval era más cercano a López Velarde o los poetas simbolistas franceses, pero no tenía reparos en premiar a un greñudo barbón con poemas jipiosos.
Para bastante bien, noté años después que mis amigos escritores del Culiacán de los 80 miraban mucho hacia él, hacia el proyecto de Dos Filos, hacia Zacatecas.
Uno de los alumnos de José de Jesús Sampedro, el duranguense Ricardo Hernandez Echavarri, residió en la bizarra capital de mi estado y prohijó una nueva hornada de poetas. Lamentablemente, esa marea del falansterio de Dos Filos no llegó a mi Mazatlán.
Heredera de la tradición de las heroicas revistas de provincia como Tierra adentro o Estaciones en Jalisco, Dos Filos no sólo se convirtió en un proyecto editorial, sino que ostentaba un formato muy atractivo, empezando con sus portadas a color, un diseño asaz juvenil y también una diversidad de temas, todos con el común denominador de la calidad.
Uno podía encontrarse así con letras traducidas de Leonard Cohen, a la par de un impresionante cuento de David Ojeda, llamado “Franklin Hill”, donde se relumbraba un drama contado a diferentes tonos, a diferentes voces, en párrafos cerrados. Era una perfecta clase de narrativa joyceana que un amigo escritor, José Santos Torres, en su momento gurú literario de Culiacán, usaba en sus talleres.
En fin, uno topaba con artículos sobre música de rock, largos cuentos sin uso de mayúsculas o poemas que habrían hecho ruborizarse al poeta experimental Vladimir Maiakovski.
Por esas veleidades alternativas, un amigo mío muy purista, a quien ya mencioné arriba, me decía que era una “revista de pandilla”, pero dicho sea en el sentido de que era un formato bastante lúdico y no que fuese parte de una caterva o capilla.
Recuerdo que existía una sección de recuadros que servía como necrológica. En el último número que vi impreso, encontré un obiturario titulado “New ghost: Jerzy Kosinski”.
No era la irreverencia su mejor carta. En un momento muy complejo de la historia del País, allá por 1991, me sorprendió ver un artículo sobre la figura del político Salvador Nava, quién poco antes de morir y enfermo de cáncer, realizó una gran jornada a favor de la democracia para impugnar la elección fraudulenta del Gobernador Fausto Zapata, allá en San Luis Potosí.
Sí, Dos Filos dejó una huella muy especial en los estados cristeros como ese, además de Zacatecas, Jalisco, Durango y Michoacán.
José Jesús Sampedro hizo así una labor cultural en su región que tuvo impacto a nivel nacional, similar a su manera a la que también haría el pintor Francisco Toledo en Oaxaca, aunque sin tanto dinero como el exitoso artista gráfico.
Gente con el don saber mirar hacia el interior de la tierra en que naciste y hacer cosas por ella, en la medida de tu energía y tus recursos personales y más allá, es algo que pocos logran.
Cierro con un comentario que se une a lo del inicio. Si bien me atrevo a pensar que a Sampedro le hubiera hecho gracia irse a saludar a San Pedro al mismo tiempo que Ozzy Osbourne, también hubiera sido muy digno que la Cámara de Diputados también le hubiese hecho un homenaje más allá de una esquela.
No nos asustemos con las excentricidades de nuestros representantes. Por ejemplo, en 1976 le hicieron un increíble homenaje a Goyito Cárdenas, “El monstruo de Tacubaya”, quien mató a varias mujeres, sólo porque concluyó su condena con buena conducta y por haber cursado después en la UNAM exitosos estudios de Derecho. Lo pusieron como un ejemplo de rehabilitación.
Una bizarra ovación recibió dicho asesino confeso en una de las máxima tribunas del País, que hace días también se acordó del bizarro Ozzy Osbourne con una muy comentada esquela.
Pero también, lo más emotivo es saber con certeza que a José de Jesús Sampedro esas cosas no le interesaban ni le afectaban, vivo o muerto, tal como sucede con los grandes escritores, aunque sean portentosos secretos a voces como él mismo.
A fin de cuentas, esos políticos se olvidan y la poesía y la buena música prevalecen en la mejor de las memorias.