Contra la razón y por la fuerza

17/08/2025 04:01
    Estamos a la puerta de una reforma electoral contrahecha, sin diagnóstico ni proyección de sus efectos, pero eso sí, con las percepciones como coartada. Lo que está en riesgo es el fin de las elecciones competidas.

    “Contra la razón y por la fuerza” es un documental chileno de 1974 que marcó a mi generación en más de un sentido. Contiene imágenes del golpe de Estado en Chile, y el título lo debe a un juego de palabras con el lema oficial chileno: por la razón o la fuerza. Eran las épocas en que la razón y el diálogo tenían un valor superior.

    Leo las entrevistas al nuevo presidente de la Comisión para la Reforma Electoral, e inevitablemente recuerdo el documental. Pablo Gómez ya lo advirtió: se usará la fuerza de la mayoría. Ya no importa persuadir o convencer, hoy hay que imponer la supuesta voluntad del pueblo. La agenda de la oposición o sus agravios carecen de toda legitimidad, no son dignos de ser tomados en cuenta. Y el método para entender la voluntad popular son las percepciones populares. Se trata sin duda de una ruta original: ahora las adecuaciones electorales se harán por encuestas. La percepción como coartada. Menudo lío.

    Preguntarle a la ciudadanía sus preferencias en torno a una de las figuras más desprestigiadas de la vida pública como son los partidos, y en general la política, y pretender obtener recetas para su mejoría es sin duda un despropósito. Si además le agregamos el asunto del dinero, y los posibles ahorros, tenemos el caldo de cultivo perfecto para terminar de erosionar la política.

    Si enderezáramos la pregunta sobre si los partidos cuestan mucho dinero y que no es justo sostenerlos con dinero público, la respuesta es obvia, pero estaríamos omitiendo cómo es que llegamos a la fórmula actual de financiamiento público a los partidos y cuáles serían los efectos de disminuir ese gasto.

    El financiamiento es uno de los mecanismos que emparejó la cancha y permitió la alternancia; prescindir de él nos llevaría de nuevo a condiciones de competencia muy disparejas, pero además a incrementar la insana cercanía del crimen organizado con las urnas. El problema por resolver es alejar el financiamiento ilícito de las elecciones y lo que se propone es reducir el financiamiento transparente de la política. Algo está mal.

    Se dice que el principio de representación proporcional ha servido para que los dirigentes de los partidos ocupen lugares en las cámaras y, en efecto, todos los partidos, Morena incluido, han usado a los plurinominales para impulsar a los que considera sus mejores cuadros, y en general terminan encabezando comisiones y aún las propias cámaras. Se trata de una estrategia de los partidos políticos.

    Pero proponer su desaparición por la mala fama de algunos de los dirigentes partidistas, o porque supuestamente no hacen campaña, es ocultar, de nuevo, los efectos de la medida: la enorme distorsión que la desaparición del principio de representación proporcional generaría en la pluralidad política.

    Se dice que las elecciones cuestan mucho dinero, pero de nuevo, la evidencia nos dice que si se destina menos presupuesto a los comicios estos decrecen su calidad y dejan de observar principios fundamentales de integridad electoral. Se propone desaparecer a las autoridades electorales locales sepultando en el olvido la tradición federalista de la izquierda.

    En fin, estamos a la puerta de una reforma electoral contrahecha, sin diagnóstico ni proyección de sus efectos, pero eso sí, con las percepciones como coartada. Lo que está en riesgo es el fin de las elecciones competidas. Por lo demás, lamentablemente el método anunciado parece ser: contra la razón y por la fuerza.

    El autor es consultor internacional en materia electoral.