Cierra el ciclo escolar, se abre el reto:
una estrategia para sanar y recuperar

26/06/2025 04:02
    Resulta indispensable que el cierre del ciclo escolar no sea solo un acto administrativo. La conclusión de este periodo debería abrir paso a una reflexión institucional profunda y a la definición de una estrategia educativa integral, con medidas orientadas a la recuperación de aprendizajes y al acompañamiento socioemocional de las comunidades escolares.

    El ciclo escolar 2024-2025 concluye en Sinaloa bajo un contexto profundamente marcado por la violencia. Aunque esta realidad no es nueva, su impacto en la educación ha sido especialmente visible durante este año. Escuelas cerradas, aprendizajes interrumpidos y comunidades escolares emocionalmente afectadas son señales que no deben ser ignoradas.

    Desde septiembre de 2024, el recrudecimiento de la violencia en diversos municipios trastocó la vida diaria de cientos de niñas, niños y adolescentes. Lo que debía ser una rutina escolar se transformó, en muchos casos, en un escenario de alerta constante. Las escuelas, que idealmente deben ser espacios seguros para aprender, se vieron obligadas a suspender clases o a operar con una asistencia mínima, especialmente en localidades como Culiacán, Cosalá, Elota, San Ignacio y Navolato.

    Tan solo dos semanas después del inicio de esta crisis, la Secretaría de Educación Pública y Cultura (SEPyC) reportó que 582 de las 978 escuelas de educación básica en turno matutino en Culiacán se encontraban cerradas, y aquellas que sí funcionaban lo hacían con una asistencia promedio de apenas 10 por ciento en preescolar, 11 por ciento en primaria y 27 por ciento en secundaria. Aunque el panorama mejoró con el tiempo, hacia diciembre de ese mismo año aún había 97 planteles sin clases presenciales y casi uno de cada cinco estudiantes seguía sin asistir regularmente o continuaba en modalidad virtual.

    Este escenario no solo ha generado rezago académico, sino que también ha dejado una huella emocional profunda en la comunidad educativa. La incertidumbre, el miedo y el estrés han acompañado a niñas, niños, docentes y familias a lo largo del ciclo escolar. Casos como el del maestro de primaria que permaneció desaparecido durante semanas, o el de estudiantes que perdieron la vida en hechos violentos, reflejan el nivel de afectación que ha alcanzado esta crisis.

    De acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Estatal de Seguridad Pública, al menos 40 menores de edad fueron asesinados en Sinaloa entre septiembre de 2024 y mayo de 2025. Estas pérdidas no solo enlutan hogares, también tocan a las aulas y escuelas, afectando a compañeros, docentes y a toda la sociedad.

    Ante esta realidad, resulta indispensable que el cierre del ciclo escolar no sea solo un acto administrativo. La conclusión de este periodo debería abrir paso a una reflexión institucional profunda y a la definición de una estrategia educativa integral, con medidas orientadas a la recuperación de aprendizajes y al acompañamiento socioemocional de las comunidades escolares.

    En distintas regiones de América Latina, se han documentado experiencias valiosas de comunidades educativas que han enfrentado escenarios similares de violencia o interrupción escolar. En esos contextos, algunas de ellas han logrado impulsar estrategias de recuperación centradas en el bienestar socioemocional, la innovación pedagógica y la coordinación territorial. Explorar estas experiencias, con apertura y sentido crítico, podría ofrecer ideas útiles para enriquecer una respuesta educativa propia y que responda a las necesidades específicas de Sinaloa.

    El llamado es a comenzar de inmediato un proceso sostenido, capaz de responder con sensibilidad a las urgencias del presente y, al mismo tiempo, sentar bases firmes para el futuro. Una estrategia construida con las voces de docentes, estudiantes, madres y padres de familia, organizaciones de la sociedad civil y diversos actores que puedan aportar a mejorar esta realidad. Una estrategia que priorice la seguridad, la reconstrucción del tejido escolar y el derecho efectivo a aprender.

    Hoy más que nunca, el desafío educativo en Sinaloa exige sensibilidad, compromiso y voluntad de respuesta. No se trata solo de cerrar un ciclo escolar, sino de abrir realmente un nuevo capítulo de reconstrucción, cuidado y aprendizaje.