Julieta Montero
Estábamos ahí,
en la región de la Lombardía
en la eterna Italia,
como si fuera la primera vez
que nos subíamos a una barcaza;
asombrados, atónitos, perplejos,
queriendo descubrir en la distancia
sobre las aguas del lago de Como
al pintoresco pueblo de Bellagio.
La bruma espesa bajaba del cielo
y del agua salía un vapor frío
que se elevaba, y al juntarse
a la altura del techo de la lancha
se esparcía por toda ella
para descender y darnos
un tierno abrazo gélido
que entumecía a los huesos.
El Sol empezó a penetrar entre la bruma
y todo cambió
con el calor de sus rayos.
Ahí estábamos como siempre,
tú y yo, presenciándolo todo
como amantes viajeros
alimentando nuestro corazón
con postales de ensueño.