Amistades, dulces y juguetes que se quedan por ahí

03/05/2025 04:01
    “Escuchar a los niños no es una opción, es un deber democrático”._ Francesco Tonucci, pensador, psicopedagogo y dibujante italiano.
    Tan sólo en 2023, 113 mil 660 infancias en situación irregular fueron presentadas ante el INM, de las cuales el 72 por ciento eran infancias de 0 a 11 años y el 28 por ciento, adolescencias de 12 a 17 años. Los principales países de origen fueron Honduras, Venezuela y Guatemala.

    Recuerdo tener 10 años y estar en el patio de la primaria jugando tazos con mis amigos, comiendo un sándwich aplastado por mis libros, con un jugo de guayaba a medio tomar. Llega la hora de salida, espero a que mi abuelita vaya por mí y mi hermana. Estoy en el comedor haciendo mi tarea esperando a mi mamá para irnos a casa, mientras mi abue cose una servilleta de flores atenta al noticiero de Lolita Ayala.

    Este recuerdo lo tengo muy presente: una rutina que tenía con mis amigos, mis hermanas, mi abuela y mi madre. Igual que las infancias y adolescencias en movilidad humana. Infancias que tuvieron que migrar por obligación, necesidad, por buscar a sus padres y madres, por violencia familiar o reclutamiento por parte de cárteles o pandillas.

    Hablar de las infancias en movilidad humana y que no estén acompañadas, es hablar de una realidad cruda, dolorosa y con emociones entrecruzadas. De acuerdo con estadísticas de la Unidad de Política Migratoria, tan sólo en el 2023, 113 mil 660 infancias en situación irregular fueron presentadas ante el Instituto Nacional de Migración, 54 por ciento eran hombres y 46 por ciento mujeres. 80 mil 951 (72 por ciento) eran infancias de 0 a 11 años y 32 mil 103 (28 por ciento) eran adolescencias de 12 a 17 años. Los principales países de origen fueron Honduras, Venezuela y Guatemala.

    Ese mismo año, 33 mil 572 infancias y adolescencias solicitaron refugio en México, mil 394 (4 por ciento) se encontraban sin compañía de sus padres o tutores y 32 mil 572 (96 por ciento) acompañados. Honduras, Brasil, Chile, fueron las principales nacionalidades de los solicitantes de refugio.

    Es imposible no vislumbrar números sin pensar en todas las condiciones a las que se enfrentan las infancias. Se habla de duelos con las personas adultas, pero poco se habla de las emociones, traumas y pesares que las infancias atraviesan. Se pierde una amistad, se deja un juguete, se extraña una escuela. Las infancias son personas sujetas de derechos que no tienen voz al momento de una travesía internacional, son llevados por sus padres y, en el peor de los casos, van sin acompañamiento de algún tutor.

    En el proceso de migrar a otro país, para las infancias involucra en la mayoría de las veces una violación de derechos constante. Desde la barrera del idioma, secuestros, explotación por parte de grupos delictivos, laboral y sexual, hasta las autoridades corruptas. Sin mencionar que la salud mental está siendo vulnerada todo el tiempo. Es una constante a lo largo de su trayecto, pues la incertidumbre de lo que pasará, la tristeza de lo que dejan atrás y el estrés que se suscita en el viaje generan traumas emocionales duros de sobrellevar y sanar.

    Al llegar al país destino -como por ejemplo, México- se enfrentan a otros retos y dificultades que empeoran su integración en el país y que, de cierto modo, entorpecen otros procesos como la regularización. La negación de la educación por no tener un documento como la CURP, la falta de sensibilización por parte de autoridades educativas, la xenofobia que pueden enfrentarse en el acceso a la salud, y la necesidad de trabajar que recae en una explotación laboral son factores que propician una violación de derechos.

    No sólo en el marco del Día de las Infancias es importante reconocer a esta población no acompañada y vulnerable en muchos sentidos. Es imperativo sensibilizar a las autoridades educativas, de Gobierno y de salud, a las sociedades de acogida y a la comunidad en general, e invitarles a realizar conciencia de lo que una infancia atraviesa al llegar a México. No sólo es ir a la escuela, tener techo y comida, también implica que las infancias sean visibilizadas y tomadas en cuenta como personas humanas y con derechos.

    Las infancias necesitan personas que las abracen y les den apoyo para acompañar duelos, sueños, metas y objetivos. Necesitan pares con quien jugar, con quien platicar, con quien reír y con quien crecer. No reconocen distinción alguna, son los adultos quienes imponen esos pensamientos. Ser infancia, ser niño, niña o niñx migrante no debería de ser razón para ser indiferente con ellxs.

    El autor es Daniel Sánchez Delfín, profesor titular del Programa Clases de español de Sin Fronteras.