El 8 de septiembre se conmemora el Día Internacional de la persona Periodista, una fecha que, más allá de celebración, exige detenernos a reflexionar sobre el papel y los riesgos que enfrentan las personas periodistas, quienes desde la trinchera de la comunicación, defienden el derecho a la información y ejercen su derecho a la libertad de expresión en contextos adversos; peligros que se profundizan por el hecho de ser mujer.
Ser mujer periodista en México es ejercer la profesión en uno de los países más peligrosos del mundo para la prensa y, a su vez, alzar la voz en un país en el que 11 mujeres son víctimas de feminicidio cada día. A esto se suman las múltiples formas de violencia diferenciada que enfrentan las periodistas: agresiones físicas y digitales, acoso sexual, amenazas dirigidas a sus familias y campañas de desprestigio basadas en estereotipos de género, las cuales tienen impactos emocionales, físicos y psicológicos que repercuten tanto en su labor como en su vida personal familiar.
Si bien los riesgos para el gremio periodístico son altos en general, las mujeres enfrentan un doble filo: el de la violencia contra la prensa y el de la violencia de género. En el ámbito digital, las agresiones contra mujeres periodistas incluyen insultos y amenazas con connotación sexual, machista y misógina que, además de señalarlas de forma negativa desde la perspectiva de los roles de género, ponen en duda su capacidad profesional por ser mujeres.
A muchas, se les intimida no sólo por su trabajo, sino por su vida privada: se amenaza a sus hijas e hijos,se difunde información personal o se ataca su reputación en redes sociales.
Estas agresiones no son incidentes aislados: son parte de un entramado de discriminación estructural con raíz patriarcal que limita el ejercicio del periodismo libre y seguro para las mujeres.
y a ser informadas
El derecho a la libertad de expresión y a la información, reconocido en la Constitución y en tratados internacionales como la Convención Americana sobre Derechos Humanos, no puede entenderse plenamente sin garantizar la seguridad y la igualdad de las mujeres periodistas.
La Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la CIDH y la ONU Mujeres han reiterado que los Estados tienen la obligación de adoptar enfoques diferenciados de protección, que reconozcan las particularidades de los riesgos que enfrentan ellas en comparación con sus colegas hombres.
Pero a su vez, se deben observar y atender las necesidades y diversidad que existe entre cada grupo de mujeres que ejercen el periodismo para contrarrestar discursos y prácticas racistas, edadistas y discriminatorias.
Pese al clima de violencia, las mujeres periodistas en México siguen ejerciendo su labor con valentía. Ellas investigan desapariciones, documentan violencia de género, visibilizan luchas comunitarias e indígenas, y narran historias que de otro modo quedarían en silencio; se convierten en acompañantes de activistas y personas defensoras de derechos humanos.
El 8 de septiembre no debe ser solo una fecha simbólica: debe convertirse en un recordatorio del compromiso que el Estado y la sociedad tienen con ellas. Urge garantizar mecanismos efectivos de protección, combatir la impunidad en las agresiones, y construir un entorno libre de violencia que les permita ejercer su labor sin miedo.
El periodismo no es un privilegio, es un derecho humano colectivo: sin periodistas no hay democracia, y sin mujeres periodistas no hay mirada completa sobre la realidad. Reconocer y proteger su trabajo es también defender la libertad, la verdad y la dignidad en nuestro país.
En este día, la pregunta no es si debemos celebrarlas, sino si estamos dispuestos como sociedad y como Estado a protegerlas. La respuesta debería ser clara: no hay democracia posible si callamos a las mujeres que nos cuentan la verdad.
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Las autoras son Noemi Pineda Fierro y Lucía Elisa Moguel Osorio, investigadoras del Programa de Protección y Espacio Cívico para ARTICLE 19 CA-MX.