California, sobre un barril de pólvora
La tensión en los barrios populares de la zona de Los Ángeles es tal que después de las protestas en contra de las redadas antimigrantes, la población se encerró en sus casas.
Los llamados “fantasmas”, migrantes que viven en una especie de clandestinidad, sólo salen de sus casas o sus departamentos para trabajar. Se calcula que su número es mayor a los 11 millones de personas, la mayoría en el sur de Estados Unidos, aunque algunos especialistas creen que la cifra es mucho más alta.
Históricamente, Los Ángeles es una ciudad propicia para los disturbios, explosiones de violencia alimentadas por una población multicultural que se siente amenazada por la asfixiante losa de un gobierno incapaz de dar solución a la paradoja del “sueño americano”: a mayor éxito económico, mayor es la llegada de migrantes.
Si a eso le sumamos la enorme cantidad de armas en poder de la ciudadanía, unas fuerzas del orden sobreentrenadas y discursos xenófobos provenientes de algunos de los principales gobernantes, la mesa está servida para cualquier escenario “apocalíptico”.
Para México, el problema migratorio de Estados Unidos no es un tema menor, la mayoría de esos migrantes ilegales son de nuestro País, lo que mantiene a millones de mexicanos en vilo.
El problema de la migración ilegal en Estados Unidos no es nuevo, la mayoría de esos ilegales tienen familias cuyos hijos nacieron en territorio estadounidense, lo que aumenta la tragedia a la hora de que un familiar es arrestado y después deportado.
Y para multiplicar el problema están las redes sociales, ese nuevo canal de sobreinformación que acelera y radicaliza cualquier postura, un río negativo que puede estimular la ya de por sí frágil estabilidad social en la región.