Jaguardianes, la iniciativa comunitaria que cambió para siempre la relación entre pobladores y jaguares en Chiapas
Un proyecto de monitoreo en propiedades comunitarias del sur de México ha logrado que comunidades y pequeños ganaderos dejen de cazar al jaguar para protegerlo
Texto: Gonzalo Ortuño López
Manchas es una de los jaguares que vive dentro de las Áreas Naturales Protegidas de la Selva Lacandona, una de las zonas tropicales húmedas mejor conservadas de México. Gracias al monitoreo realizado por comunidades de esta región del estado de Chiapas se ha podido documentar su crecimiento a lo largo de 10 años a través del proyecto Jaguardianes, el cual busca la protección de esta especie y de su entorno.
Se trata de un esfuerzo que nació con el trabajo de científicos, organizaciones y ejidos —formas de tenencia comunitaria de la tierra— que buscan no solo proteger a los jaguares frente a las amenazas, como la pérdida de su hábitat y la caza por depredación de ganado, sino capacitar a las localidades en el monitoreo comunitario, educar y prevenir conflictos territoriales.
Manchas, bautizada así por los propios niños de las comunidades, refleja el crecimiento del proyecto durante la última década, impulsado por 25 personas en nueve ejidos del municipio de Marqués de Comillas: Boca de Chajul, Flor del Marqués, Galacia, El Pirú, Santa Rita la Frontera, La Corona, Quiringuicharo, Adolfo López Mateos y Playón la Gloria.
Integrantes de Jaguardianes cuentan a Mongabay Latam cómo se involucraron en esta iniciativa y los retos que enfrentan para mantener viva la selva y sus jaguares.
Un refugio para los jaguares en Chiapas
Paulina Arroyo Gerala, bióloga de la iniciativa Natura Mexicana, afirma que el acompañamiento y monitoreo con las comunidades las ha sensibilizado e incluso ha revelado comportamientos interesantes en los jaguares.
Las cámaras trampa, que tienen instaladas prácticamente durante todo el año, les ha permitido observar cómo los jaguares no solo habitan y recorren las áreas protegidas, sino también utilizan territorios de los ejidos como zonas de crianza.
“Como parte de la investigación sabemos que estos manchones que están fuera de la reserva son súper importantes para el jaguar porque es donde van las hembras a tener a sus crías. Y si las comunidades se empiezan a apreciar a los jaguares también ayuda muchísimo”, dice a Mongabay Latam.
El proyecto, cuenta Arroyo, también ha permitido generar un mayor conocimiento para las comunidades y científicos sobre los jaguares, de quienes se pensaba que solo habitaban la reserva, pero con el tiempo han observado que la coexistencia con ellos es más cercana y profunda.
“Con esto ya sabemos por dónde se están moviendo [los jaguares], cuáles son los parches más importantes para ellos. Esto va ligado al trabajo que hacen de monitoreo que nos ayuda a conocer estos sitios, que también es pieza clave de investigación”, señala la bióloga.
El trabajo con los especialistas también le permitió a las comunidades tener mayor participación cuando hay situaciones de amenaza para el jaguar. La pérdida de biodiversidad, el tráfico de especies y la caza por haber depredado ganado son los principales riesgos.
Ante estas amenazas, Arroyo cuenta que se han trabajado alternativas para evitar la deforestación de la selva o la matanza de jaguares que cazan ganado.
“El pago por servicios ambientales ayuda a frenar la deforestación y por eso hay parches todavía bastante grandes que ayudan a mantener el hábitat del jaguar”, expone la especialista.
Además, agrega, se trabaja con empresas en proyectos productivos sustentables que incluyen el ecoturismo, unidades de manejo para mariposas, entre otras actividades que generan recursos económicos para las comunidades.
“Es lograr que se junten todos estos instrumentos y que a escala territorial se conserve una especie tan importante como es el jaguar, que es clave para mantener el equilibrio”, afirma.
Precisamente por este esquema fue que Alexander Morales Martínez, integrante del monitoreo comunitario del ejido Flor del Marqués, se unió a Jaguardianes como guía en el campamento Tamandúa, un proyecto ecoturístico ubicado dentro de la Selva Lacandona que le permitió conectar con la biodiversidad del ecosistema.
“Nos fuimos dando cuenta del aumento de las especies, tanto aves como mamíferos. Yo nací aquí y no sabía que, por ejemplo, había pumas en esta zona. Hay especies que no vemos, ¿qué más hay dentro de esa conservación? Son las cosas que te marcan”, dice Morales a Mongabay Latam.
De matar jaguares a protegerlos
Uno de los cambios que más destacan los integrantes de Jaguardianes es la percepción de los ejidatarios y pequeños ganaderos de la región respecto al jaguar. Pasaron de cazarlos y verlos como una amenaza para su sustento a entender su papel en el ecosistema y a buscar formas de coexistir con el felino.
El trabajo conjunto entre biólogos, monitores y comunidades ha logrado transmitir la importancia del jaguar en el ecosistema y su función como un depredador tope que controla a otras especies.
“Me tocó hablar con ganaderos que decían ‘lo voy a matar’”. Y yo les decía ‘puedes ir a cazarlo, puedes ir a matarlo, pero van a venir otras especies’. El jaguar es controlador de otros que nos pueden afectar muchísimo más, por ejemplo, el coyote, que frente a ti te caza los pollos, te matan los borregos, y abundan como los perros”, sostiene Morales.
El guía comunitario señala que la existencia del seguro ganadero, una medida que contempla el pago para cubrir la muerte de algún animal por depredación del jaguar, ha permitido abrir un diálogo con quienes antes cazaban al felino para entender que el conflicto puede seguir, pero con alternativas distintas.
Morales cuenta que las personas que antes iban a cazar al jaguar porque tuvieron un ataque en su ganado, son ahora quienes lo buscan para documentar alguna pérdida de ganado para la aplicación del seguro.
“Tenemos que aprender a coexistir con ellos. Mi abuelo, que es uno de los fundadores del ejido Flor de Marqués, decía: ‘El jaguar no nos está invadiendo, nosotros venimos a invadirlo’, entonces hay otras soluciones [antes que cazarlos]”, sostiene el integrante de Jaguardianes.
Arroyo explica que el monitoreo comunitario, que ha recabado cerca de 100 000 registros de cámaras trampa, ha permitido enfrentar mejor el conflicto ganadero con jaguares derivado de la pérdida de hábitat, así como la aplicación de instrumentos de conservación que ayuden a proteger el hogar del mayor felino de América.
En el caso de los coyotes, la bióloga detalla que es una especie que antes no se registraba en la región, pero al ser un depredador de ganado comenzó a generar un conflicto local. Sin embargo, la presencia de jaguares ha logrado regular también a las poblaciones de coyotes en la zona.
“Lo que hace el jaguar, un depredador tope, es controlar diferentes poblaciones, tanto de presas que puedan llegar a afectar a cultivos de las comunidades, como los pecaríes de collar, los coatíes y los tejones. Pero, por otro lado, también ayudan a controlar las poblaciones de carnívoros medianos, en este caso el coyote y algunos otros”, señala la especialista quien actualmente estudia cambios en la relación del felino con presas y otros carnívoros.
Retos y amenazas en la Lacandona
Una de las amenazas más latentes identificadas por los integrantes de Jaguardianes es el aumento de la ganadería en la región, que va disminuyendo el hábitat del jaguar, una especie sensible a los cambios y que requiere grandes extensiones de territorio.
La población del jaguar en el país aumentó 10 % en los últimos seis años, de acuerdo con los datos del tercer censo nacional realizado por la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar (ANCJ), que también destaca los factores que ponen en riesgo a la especie.
“Conforme aumenta la frontera ganadera obviamente aumenta la probabilidad de conflicto y en caso de que no se pueda atender ya sabemos cuáles son las medidas que tradicionalmente las comunidades realizaban, que era ir y cazar a los jaguares”, comenta Arroyo.
La bióloga señala que proyectos como Jaguardianes, que se basan en el monitoreo del jaguar, ayudan a identificar los conflictos socioambientales para conservar la especie.
Arroyo destaca la evolución de Manchas como una jaguar residente que no solo permanece en el área natural protegida, sino también en los ejidos de comunidades, sin que eso represente un conflicto.
“Es emocionante saber que está utilizando estos parches de célula como parte de su hábitat, creo que es un buen ejemplo de cómo estos esfuerzos de monitoreo a largo plazo más otras estrategias de conservación, se ven reflejados en que un jaguar siga utilizando esos sitios y no esté amenazado”, menciona.
Como habitante del ejido Flor del Marqués, Morales señala que el proyecto ha contribuido a preservar 672 hectáreas de selva, pese a estar rodeado de terrenos destinados al cultivo y la ganadería, por lo que apuesta a seguir transmitiendo un mensaje de conservación entre las comunidades.
“Creo que es momento de seguir ahí viendo cómo podemos seguir conservando. A mí me gusta ir mostrando los videos [de las cámaras trampa] porque hasta la persona más ruda se emociona al verlos y puede cambiar de pensamiento. Podemos proteger desde donde estemos”, insiste.
Pese a que no ha tenido algún encuentro con un jaguar, el guía comunitario dice haber comprendido su importancia con el trabajo de monitoreo: “Cuando me preguntan ¿qué es el jaguar para ti? Yo siento que el jaguar me representa como Chiapaneco”, sostiene.
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