Reflexionan Óscar Narváez y Luis Rábago sobre el compromiso ético del actor

Marisela González
19 septiembre 2025

Los actores de la Compañía Nacional de Teatro comparten experiencias en un conversatorio con estudiantes de teatro en Casa Haas, previo a la presentación de ‘Y fuimos héroes’ en el Teatro Ángela Peralta

Como parte de las actividades del Festival Internacional de Teatro Escena Mazatlán 2025, el Instituto de Cultura de Mazatlán ofreció un encuentro entre jóvenes y dos figuras fundamentales de la escena teatral nacional: Óscar Narváez y Luis Rábago, actores vitalicios de la Compañía Nacional de Teatro del INBAL.

El conversatorio, realizado en Casa Haas, reunió a estudiantes de actuación, actores emergentes y amantes del teatro, quienes pudieron dialogar de forma cercana con los reconocidos intérpretes. La entrada fue libre, aunque el cupo limitado a 60 personas generó gran expectativa entre la comunidad teatral local.

Ambos actores compartieron experiencias sobre su formación, sus trayectorias y el quehacer escénico en México, en un ambiente íntimo y enriquecedor.

Además, ofrecieron reflexiones sobre el compromiso ético del actor, el trabajo colectivo y la importancia de la formación constante.

El encuentro sirvió como antesala a la presentación de la obra “Y fuimos héroes”, escrita por la dramaturga Maribel Carrasco y dirigida por Luis Rivera, que se presentó en el Teatro Ángela Peralta como parte del festival.

Luis Rábago, reconocido por su versatilidad en teatro, cine y televisión, es actor de la Compañía Nacional desde 2014. Con formación en Periodismo y Letras por la UNAM y estudios de actuación en la Escuela Nacional de Arte Teatral, ha participado en numerosas producciones, incluyendo su interpretación del General Eugenio Blanco en la serie El Chapo de Netflix.

Rábago compartió con los asistentes su gusto por el teatro, en donde argumentó que no se ve haciendo otra cosa en su vida.

“Es que es una condición yo creo que de cualquier profesión, pero desde luego que uno dice, ‘yo me dedico a hacer teatro por qué no podría hacer otra cosa’”, dijo Rábago.

“He intentado poder hacer otra cosa, de pronto digo, ‘ay, ya no aguanto el teatro, ya no aguanto y he intentado hacer otra cosa y no puedo’. Les digo, lo único que medianamente hago es el teatro, la actuación. Y ahí hay una cantidad de cosas que uno va descubriendo de sí mismo, tan sorprendentes que digo, ‘no puedo dejar de hacerlo porque dejo de conocer, dejo de dialogar conmigo, dejo de reconocer cosas, me quedo estancado en un punto y comienzo a entrar en un proceso de locura que solo puedo salvar desatándolo escénicamente’, es una enfermedad quizás”, comentó.

De manera literal, dijo que él sí se muere al no hacer teatro.

“La vocación del actor tiene algo de patológico, pero es una patología muy noble porque te lleva la misma a ejercer lo que es el oficio, a rebasar tus conflictos, tus contradicciones. Es como la cura alemana, la patología va entrando en un proceso de feedback, de retroalimentación, en donde uno ya no puede dejar de hacerlo, porque sí puedes llegar a desesperarte tanto que sí que llega el hartazgo total y tal vez la decisión de mejor morir, entonces, cuando alguien digo, ‘es que yo no puedo dejar de hacer esto porque me muero”.

“Es una cursilería para muchos, pero para mí, si yo dejo de hacer teatro yo sí siento que me puedo morir, porque, pues es como un circular como cuando te tienen que cambiar la sangre para seguir la diálisis necesaria para que tú y tu cuerpo se reponga, entonces, la pregunta viene de eso. Hago teatro porque no puedo hacer otra cosa y si lo dejara de hacer, tal vez me volvería loco o decidiría no seguir vivo, ¿no?”, comentó.

Óscar Narváez forma parte de la Compañía Nacional de Teatro desde 2008 y ha participado en más de 70 puestas en escena, bajo la dirección de figuras como José Solé y Julio Castillo. Ha destacado en obras como Pascua, La paz perpetua y Ser es ser visto, consolidándose como un referente del teatro nacional.

“Yo pienso que en el teatro nada es casual. Todo tiene una razón de ser. Yo nunca me hubiera imaginado ser actor”, les comentó a los presentes.

Recordó que casualmente acompañó a un amigo que quería entrar a la escuela de teatro, a inscribirse y de ahí empezó la historia de su vida en los escenarios.

“En el camino me fue platicando todo lo que enseñaban en la escuela de teatro y algo me llamó la atención, fue muy curioso. Entonces llegamos a la vieja casona que estaba en la colonia Roma y era en la Escuela de la Anda, el Instituto Andrés Soler. Y llegamos ahí y él se metió a inscribirse y yo decía, ‘¿qué chingados hago aquí?’ y dije, ‘bueno, ¿y si me inscribo yo también?’. Yo nunca, hasta ese momento, había ido al teatro. Y me inscribí en la escuela”, recordó.

Eso cambió su vida, ya que al inscribirse le dieron un monólogo que se lo tenía que aprender y en 15 días tenía que regresar a presentarlo, y así lo hizo, porque ese era su examen de admisión.

“Ese monólogo era de un autor que se llamaba William Shakespeare. Yo tenía 21 años, y el personaje era un tal Claudio, de una obra que se llamaba Hamlet. Como pude, me aprendí ese monólogo con la ayuda de mi compañero, de mi amigo, que él ya había tenido alguna experiencia amateur teatral. Y bueno, y fui, lo presenté el día de mi examen de admisión y mis sinodales fueron un hombre que se llamaba Adolfo Bayano Bueno, otro señor que se llamaba Miguel Córcega y otro señor que se llamaba Luis Gimeno”.

“Presenté mi examen, hubo silencio, salí de mi examen, dijo, ‘espera allá afuera, vamos a deliberar’, y entonces, poco tiempo después, salió el maestro Luis Gimeno y me dijo, ‘¿Quién es Óscar?’ Yo, me acerqué, ven, entramos nuevamente al salón y me dijo, “bienvenido al teatro”, me dio un abrazo y ahí transformó mi vida”, comentó.

Les compartió que el teatro le ha dado todo lo que hasta este momento tiene.

“Ahí cambió absolutamente todo porque el teatro me dio todo lo que en este momento puedo ser, puedo tener, puedo cumplir con él. Es por eso digo que nada es casual, si yo no hubiera ido ese día a acompañar a mi amigo a su inscripción de teatro, a su inscripción a la escuela de teatro, quizás mi vida sería otra cosa”.

“Pero tuve la suerte de tener la lucidez, a lo mejor por una única vez en mi vida, de inscribirme por una mera intuición y me inscribí y toda mi vida se transformó toda mi vida porque el teatro me enseñó no solo a a tener una disciplina, me enseñó, y lo voy a decir, a comer, me enseñó a vestir, me enseñó maneras de comportarse en la vida, me enseñó a estudiar, me enseñó a muchas cosas que son indispensables en el trabajo de alguien que quiere ser un actor. Y finalmente y afortunadamente tuve muchas personas buenas a mi alrededor que me ayudaron a superarme, a tratar de salir adelante", comentó.

Ambos actores les aconsejaron a los presentes, que si quieren dedicarse al teatro, siempre van a tener que “picar piedra”.

La presencia de estos dos actores en Escena Mazatlán no solo enriquece la programación del festival, sino que representa una valiosa oportunidad para que las nuevas generaciones se nutran del legado, talento y disciplina de quienes han dedicado su vida al arte escénico.