Los cisnes no llegan a Helsinki
Empecé y no pude parar. Había señalado otro pensando que era mi favorito —Cienciarte letra— continué sin saber lo que seguía. Di vuelta a la página y llegué. Lo vi. La madrugada me alcanzó y con ella llegué a Helsinki: ‘Los cisnes no llegan a Helsinki’. Era el motivo inicial, saber de qué se trataba. Tuve que hacer una búsqueda y conocer la capital de Finlandia para intentar darle sentido. Helsinki: la ciudad más feliz, la ciudad de los saunas, de la poca luz del día, la capital que pese a su temperatura te permite vivir en categoría primermundista. En Helsinki hay patos dóciles, gansos, pero ¿cisnes? Allí es donde paré mi curiosidad y continué con la lectura del poema que da título al libro. Hubo un parteaguas, todo embelleció: el aliento emplumado, el cambio de tono, la voz suave —justo la voz que el poeta destaca en versos anteriores: ‘Voz quejo’ “Y si no encuentro mi voz serena y dura ⁄ Y si no encuentro mi voz entre la duda ⁄ Y si no encuentro mi voz sin pena alguna ⁄ Moriré. ⁄ Pero intentos mil tendré ⁄ Buscando mi voz entre basura ... “ — Sí, el poeta ha encontrado su voz. Cualquier afirmación que yo haga —sobre todo en terrenos neófitos— puede sonar soberbia, mas me tomo la licencia que el poeta me da al final del mismo poema cuando afirma: “Y una auténtica voz ⁄ Diría de Sayula el alma, y le doy gracias a dios ⁄ Porque mi voz he encontrado ⁄ La acabo de ver brillar, si su sonrisa he ganado”. El poeta José Manuel Villegas me ha ganado la sonrisa...
¿Dónde ha quedado el vuelo externo de los cisnes? Antes de aterrizar en los cisnes, el vuelo de lectura me asentó en las calles de la Ciudad de México. Con las voces —de personajes de otras épocas en lugares distantes— Villegas me llevó de la mano por edificios, costumbres, frases, rutas, colores y cantos de la ciudad, del Centro, del barrio. El ritmo toma su caló y te invita a ponerte de pie, a querer leer en voz alta, a entonar como lo hace él en la vía pública, en la ciudad, en las escuelas, frente a adultos mayores, ante jóvenes escolapios. Una vez que lo conoces, sabes que será la referencia obligada de lectura para quien quiera adentrarse en la ciudad profunda, ese DF inacabado que deambula por el Eje Central y el Centro Histórico. El juego de palabras te llevará a los artistas y cantantes de la época de oro, del arrabal, de la banda, a las frases de infancia, de la tele, de la radio, del barrio.
La musicalidad de su rima es contagiosa, los guiños de los poetas de siempre te darán ideas de que la H en Elena sí importa, porque no fue la misma de Troya, fue nuestra Elena, sí, la que fue mejor que Paz. También deja muy clarito —en Manifiesto 26— que su destreza no es nueva, bien su juego se compone de diestras aliteraciones —he aquí el efecto Villegas— que le han dado lo leído, que en Villegas no son pocas, y no aparecen por presunción, sino como un cobijo necesario para allanar los caminos... Ya me dirán ustedes lo que piensan del vuelo de los cisnes, si llegan o no a Helsinki. Mas el cambio de tono y la sutileza que despliega en ‘Los cisnes no llegan a Helsinki’ son un vuelo suave y delicado que vale destacar. Llegas a éste y tu respiración cambia, tu aliento se reposa y descubres una belleza distinta. Un texto de búsqueda juvenil, donde algunos confunden la imaginación con locura. Una historia de redención y de amor. Un verdugo imaginario, un domicilio en la calle Perú en el que renace el milagro y donde nacen las preguntas. Termino con estas líneas: “Y aunque parte de nuestras vidas estemos en silencio ⁄ sin hablarnos ⁄ Siempre habrá tiempo, para una hermosa canción ⁄ Como los cisnes”. Bravo por este poemario y enhorabuena, José Manuel Villegas, poeta urbano querido.