LAS ALAS DE TITIKA: Te quiero

María Julia Hidalgo
07 agosto 2019

"Le dije que lo quería y pensó que traía vestido de novia en la mochila, eso pensé, pues no volví a saber de él"

Le dije que lo quería y pensó que traía vestido de novia en la mochila, eso pensé, pues no volví a saber de él. Se sintió abrumado con las palabras, pensé, pero si son tan poquitas, apenas dos en la frase. Definitivamente hay personas que no son de palabras sino de acciones, él debe ser de estas últimas.

Pero ¿de cuáles pensaba que era yo?, pues de palabras, había que mostrárselo, pero sin éstas de por medio, para que así, sin palabras, él decida mirarme y entonces sí esté dispuesto a escuchar todo lo que quiero decirle; eso lo pensé un poco tarde, él ya se marchó.

Siendo él un ser de acciones corresponde que se haya tomado muy en serio esa de desaparecer…, pero un "te quiero" espontáneo, sin procrastinar, sin ignorar el tiempo, movida por la emoción, sin pensar…, ¿te cae que asusta a un versado? ¿Sin pensar? eso debió pensar él, que yo lo dije así, irresponsablemente, sin pensar.

Así como hago todo, movida por el impulso del momento, sin nada de previsión, sin calcular efectos ni reacciones, pero bueno, es que así era mi "te quiero".

¿Quería datos duros?, esos que no se discuten, que hablan por sí solos, que demuestran realidad ¿Mí "te quiero" no tenía realidad? Quiso decirme que a mi frase le faltó aplomo, convicción, serenidad algo más que dejara claro que no era palabrería reaccionaria, esa que ahora todos sacan a las prisas sin meditar nada, sólo vociferando al viento como decir: agua va.

Será que pensó que mi declaratoria flotaba en terrenos improvisados y poco lúcidos, me sorprende que así piense, sería un descuido de su parte, si bien sabe que en los círculos que me muevo estamos acostumbrados a un rigor absoluto en el uso de las palabras y las demostraciones. ¿Por qué desapareció?

En esas estaba y recordé al nieto de mi vecino, un niño dulce y parsimoniosamente tierno, a quién el anciano le augura un futuro tormentoso. Pero si es el niño más delicado y sensible que conozco, le dije. Justo era su miedo. Un día me lo confesó: entiendo que es un poeta, pero me duele porque sufrirá mucho cuando sea grande. No sabrá defenderse y lo lastimarán fácilmente "siempre el cliché del poeta. ¿Qué se piensan, que a todos les va mal, que todos sufren?".

El abuelo habría preferido que su nieto fuera un niño hiperactivo, un hombrecito de acciones, uno más de esos que no se conmueven con el vuelo de una mariposa, un ser asustadizo que escucha un te quiero y sale despavorido sin saber qué decir.

A las palabras le faltan acciones ¿o viceversa? No lo sé, pero mi amigo me dijo que él no creía en los escritores ni en los hombres de pluma porque se volvían pura palabrería, pura crítica, pedantes expertises incapaces de entender el mundo real, mucho menos de vivirlo…, pero ¿será que sí de sentirlo?, le dije.

¿Cuántos "te quiero" habría escuchado?, los suficientes para no creer jamás. Quizá conocía el verdadero sentido de ese tipo de palabras; todas ellas congestionaban su mundo. Había decidido cancelarlas, anularlas, apartarlas, desoirlas, ignorarlas… Su vida iba bien, estaba completa sin ninguna zalamería, qué era eso sino sólo cuentos para niños "poetas".

Él había aprendido lo suficiente para zafarse, protegerse y mutar… De cualquier modo debió recordar que yo soy alguien de palabras, por qué asustarse. Por sí o por no, revisé bien mi mochila: tan ligera como siempre.

Comentarios: majuliahl@gmail.com