Casa Pestalozzi

María Julia Hidalgo
08 agosto 2025

La ciudad es un hilado de historias inconexas, le dije. Alan sólo me sonrió; no sé cuántos como yo habían llegado esa tarde a contarle alguna pena. No esperaba que me entendiera, sólo quería contarle a alguien lo que acababa de pasarme.

Salía del metro y un tipo me había pedido un cigarro, estaba tirado, abandonado a su suerte; un vagabundo clamando por un cigarro, quizá también por alguien con quien hablar. Le dije que no tenía. Me llamo Óscar, me dijo. Yo le cantaba esa canción a ella, la escuchas. No la conozco, le dije.

Aunque seguí caminando, alenté el paso. La canción era muy hermosa, y decía algo así: “la arrastró la marea, ellos la vieron...”. Sentí un deseo incontenible de llorar. No pude más que comprar una caja de cigarros y dejársela al hombre. Vi sus manos, estaban tostadas de frío. Apuré el paso, entré al metro y recordé a mi padre. Él siempre aparece en momentos inmisericordes, quizá de él aprendí eso de que no hay condición en la que no podamos estar. Salí. Ya era tarde, quería una cerveza.

Llegué a la barra, a ese lugar seguro que una siempre tiene a mano, llegué a Casa Pestalozzi. Alan estaba en la barra. Pedí una cerveza. Le conté que mi padre había sido barman como él y que le gustaba escuchar historias, que algún día le contaría más sobre él.

Este preámbulo es inoportuno, lo sé, nada tiene que ver con los aniversarios ni con las felicitaciones, pero como esta Ciudad de México es así de bizarra, es mi forma de contarles que siempre hay un momento que contrasta y corresponde a otro.

Llegué a Casa Pestalozzi, mi lugar seguro en muchos sentidos. Nació en la pandemia, en un tiempo donde pocos apostaron y muchos acabaron. Ellos confiaron en lo que saben, en lo que hacen, en su sabor, en su calidad, en su experiencia y en su deseo de hacer comunidad, de tratarnos bien y de marcar un tiempo histórico en la ciudad, en el mundo. Casa Pestalozzi —se llama como la calle en donde se ubica —está frente al Parque Arboledas, en la colonia De Valle. Empezaron en un rinconcito y ahora ya tienen dos mini barras y doce mesas.

Quienes me conocen saben que algo sé de cocina, y para no extrañar hice mío este lugar. Lo primero que probé fue su pan y su café, lo que me enamoró fueron sus mejillones y sus tacos de cochinita. Pero probar su baguette, su pan francés, sus calamares, sus hamburguesas, sus papas, su café especial Pestalozzi... es otro nivel. Su atmósfera es tan cálida que hasta puedo contar mis historias de calle, pedir botella completa cuando amerita, brindar con mi amiga Elsita, hablar en confianza y componer el mundo.

En Casa Pestalozzi te tratan con cariño, amabilidad, afecto, cercanía... es ese lugar donde te relajas y sales satisfecho y feliz. El mes pasado brindamos por sus primeros cinco años de vida. De servir buen café, el mejor pan, sus ricas pastas y pizzas artesanales, platos del mar, especiales de fin de semana. Una cocina, digamos, que dentro de su sofisticación trae los sabores primigenios a la mesa.

Ingredientes y recetas familiares que todos tenemos oportunidad de disfrutar. En las catas, además de vinos, cervezas, exquisitos platillos y excelentes postres, la familia de Casa Pestalozzi crece por el intercambio natural que surge con el de al lado.

Personas que coinciden y agradecen el buen tino de Jorge y Emilio, padre e hijo, fundadores del lugar, chefs afables y de paladar suculento. Tooodo el equipo de trabajo es un encanto, en nada se parecen a los jovencitos respingones de lugares y cadenas de moda.

Esta nota es mi forma de decir GRACIAS @Casa Pestalozzi (conócelos). GRACIAS a cada uno de ustedes y a todo el equipo de cocina. GRACIAS por ser un lugar donde uno come y bebe bien y al que siempre quieres regresar. GRACIAS por hacer comunidad, por ser parte de nuestro barrio y por poner el buen sabor en la mesa. Muchos años buenos por venir y por formar parte de esos personajes y sitios de ciudad que hacen historia y que nos congregar para alimentarnos de humanidad. ¡Felicidades!

Comentarios: majuliahl@gmail.com