Nomás miras y te callas: el silencio en Tepuche no es tranquilidad, es precaución
El Alcalde, Juan de Dios Gámez Mendívil asegura que hay un destacamento militar que recorre hasta las comunidad ubicadas en la sierra del pueblo, pero éste se ubica en otra sindicatura
CULIACÁN._ En Tepuche no hay resguardo policial desde hace cinco años atrás cuando a balazos mataron al comandante de la Policía Municipal. Ahora, en medio de la guerra intestina del Cartel de Sinaloa, la zona es protegida por soldados desde una base militar ubicada en otro pueblo.
“No te puedes meter. Nomás te callas. Como dice el dicho, ‘nomas mira y callas’, porque te va más mal”, expresa Patricia [nombre ficticio].
La residente del pueblo habla con resignación y responde con mirada esquiva las preguntas.
“No [hay seguridad]. De vez en cuando”, rectifica.
Los soldados se desplazan desde la sindicatura de Imala, recorriendo la carretera que une a la comisaría de Agua Blanca con Tepuche, y la cual se convierte en la calle Ramón Corona, que serpentea detrás de la iglesia del pueblo, justo donde este lunes el Gobierno Municipal realizó la entrega de obras públicas.
El Alcalde, Juan de Dios Gámez Mendívil asegura que hay una estrategia de seguridad por parte de las fuerzas federales, militares, que inspeccionan hasta las comunidad ubicadas en la sierra del pueblo.
También menciona que dan apoyos como municipio, pero desde hace cinco años, es la primera vez que observan una patrulla de Tránsito Municipal.
“Desde que mataron al comandante que estaba, ya no hay [...] hace como cuatro o cinco años desde empezó todo este desmadre, de que sacaron a toda la gente de Bagrecitos. De aquí para acá ya no tenemos policía”, comenta Lidia [nombre ficticio].
El único impacto que dejaron, señala Lidia, es la pérdida del sustento económico que generaban los habitantes de las comisarías en la sierra, quienes fueron desplazados por la violencia y cuya ausencia se nota en la caída de las ventas.
“Nos perjudicaron en forma de que la gente se bajó, pero de que se hayan metido con nosotros, para qué voy a decir, no se han metido aquí”, asegura.
“No hay gente para allá para arriba. A la gente la sacaron de arriba [...] por miedo”.
El trayecto en línea recta desde la carretera principal de Tepuche conecta con las comisarías de Tepuchito, Palo Norte, Los Algodones y Molo Viejo, sitios que parecen abandonados desde hace años, con casas de adobe a medio construir o destruidas.
Al salir de Tepuchito, cada señalética está marcada por impactos de bala, huellas de disparos hechos con intención.
“Cuando está la Guardia [Nacional] y los soldados que andan aquí pues está uno bien, pero si ya se ve otras camionetas uno pues ya”, dice Rosa [nombre ficticio].
“Pasan por la calle [los delincuentes], pero [...] no porque diga que yo los he visto aquí, que anden aquí, no”.
Previo al evento público Municipal, dos jóvenes montados en motocicletas, con radios, vestidos de negro, portando collares rojos y negros se detienen a vigilar lo que sucede.
Ellos no se meten con la gente, dicen los pobladores. Por eso, en el rancho, la paz se le agradece a la delincuencia organizada.
“Se les puede agradecer esa forma, de que ellos no [...] Ellos andan en su rollo ahí, de chivo loco, les puedo decir, pero no nos han [...]”, comenta Lidia.