Septiembre 9 sin la celada del olvido
‘El Mayo’: la guerra y la narcopolítica

Alejandro Sicairos
09 septiembre 2025

Hace un año que en Sinaloa no vivimos en paz y esos 365 días arrinconados en el miedo han bastado para hacernos olvidar qué fue lo que detonó la violencia que nos impulsó a la calle el domingo, en la emergente válvula de escape que es la Avenida Álvaro Obregón en los dos kilómetros y medio de La Lomita a Catedral.

Como que la amnesia selectiva nos borró el episodio origen en el cual un hijo de Joaquín Guzmán Loera secuestró a Ismael Zambada García y lo trasladó a Estados Unidos para entregarlo a la justicia de aquel País.

Será necesario tapar ese socavón de desmemoria en que lucimos atorados desde el 25 de julio de2024. Sin tal cierre del hoyo negro del narcotráfico que nos atrapa cualquier fecha será 9 de septiembre y la onomatopeya del balazo nos volverá a meter bajo la cama, convencidos de que la guerra eterna no admite salvoconductos y sí logra que todas las campanas hagan eco del duelo.

Sin ese punto de referencia y la revisión de la era que se rompió el 25 de julio de 2024 en la finca Huertos del Pedregal, resultará difícil ubicar la hebra que nos conduzca a la madeja de las conclusiones adecuadas. Mientras encontramos la punta del hilo negro de la barbarie seremos ciudadanos buscando en el pajar de las confabulaciones, la narcopolítica pues, la aguja que a veces preferimos mejor no hallar.

Esconder en la desmemoria la retención forzada de “El Mayo” y el enjuiciamiento de origen anómalo en la Corte de Nueva York, e inclusive borrar la presencia de Héctor Melesio Cuén Ojeda en el lugar en que el capo fue privado de la libertad en Culiacán, contribuye a descomponer las brújulas que un día de estos nos llevarían a puerto seguro. No pasemos por alto ese “desperfecto” en la historia que es el aprisionamiento del narcotraficante que deseaba morir libre, como los animales del monte.

Todos hemos pagado un alto costo desde aquel 9 de septiembre en el que los hijos de Zambada decidieron salir a vengar la traición que los antes aliados le asestaron a su padre. No obstante el caro precio tasado en vidas humanas nuestra seguridad pende de la irresolución de a quién le confiaremos que nos saque de la tragedia cotidiana mediante el voto en las elecciones del 7 de junio de 2027. ¿Existe en el imaginario popular esa mujer u hombre con talla de superhéroe que derrote al adefesio mitad delincuencia vertebrada y mitad corrupción organizada?

Al elucubrar el Sinaloa sin Zambada nos equivocamos tanto que la amnesia común dio de baja la época en que le apostamos todo a que ningún Presidente de México desde la década de 1980, abarcando los sexenios de Luis Echeverría Álvarez hasta el de Andrés Manuel López Obrador, pudiera o quisiera aprehender a “El Mayo”. En casi medio siglo de dirigir el narcoimperio desde su sede en El Álamo, municipio de Culiacán, o guarecido en cuevas de los cerros de El Salado donde tejió su leyenda, Zambada se colocó por encima de los gobiernos legítimos. Todos lo vimos, todos lo sabíamos y por si alguien finge no recordarlo, en su participación en el Foro de Seguridad y Paz que realizó la Coparmex el 2 de septiembre, el Director General de Noroeste, Adrián López Ortiz, referenció a la perfección ese poder de facto que en el presente nos empeñamos en borrar.

Entonces vale esculcar en el pasado hoy que sí conocemos las consecuencias de la segunda gran mutilación del Cártel, después de la primera que en enero de 2017 significó la extradición de “El Chapo” Guzmán a Estados Unidos a través los cauces de la Ley. Todo inició con la anulación de “El Mayo” por medios extrajudiciales cortando de tajo la gran estela de corrupción que orbitó en torno a él.

En síntesis, la indescriptible crisis de la seguridad pública, sin retórica que funcione entre ríos de sangre y tsunamis de terror, es proporcionalmente igual al fallido cálculo social que ni siquiera pudo imaginar lo que sobrevendría con la invalidación de “El Mayo”, de quien gobernantes y gobernados corroboramos una y otra vez que era factor de estabilidad en las organizaciones del narcotráfico con el esquema de “más negocios y menos muertos”.

Olvidarlo equivale a encontrar el pretexto perfecto para repartir culpas a diestra y siniestra y considerar como fracaso lo que hace el gobierno, sin poner en riesgo en el intento los proyectos políticos con miras al ya cercano relevo de Gobernador.

No recuerdo si fue mal sueño,

O una realidad ya olvidada,

Donde de Sinaloa fue dueño,

Ismael “El Mayo” Zambada.

Muy positiva la reacción de la Presidenta Claudia Sheinbaum y del Gobernador Rubén Rocha en lo referente a la megamarcha del domingo en Culiacán donde la gente y uno que otro político salieron a demandar paz, predominando la fuerza ciudadana que siempre, y esta vez no será la excepción, sabe cómo salir de flagelos como el de la violencia derivada de la guerra entre narcos. La Mandataria federal ofreció que ““vamos a seguir trabajando y estamos trabajando; hay muchas detenciones y vamos a ir pacificando Sinaloa” y el Jefe del Ejecutivo estatal hizo un reconocimiento “a los hombres y mujeres que estuvieron participando, eso expresa el ambiente de libertades que tenemos en nuestro estado y que se pueden manifestar con todo el vigor y con toda la determinación”. Es todo lo que se tenía que decir.