Seguridad con rostro ciudadano: la clave está en la colaboración
El combate al crimen en México atraviesa una etapa de transformación. La nueva administración ha dejado atrás el paradigma de “abrazos, no balazos” y apuesta ahora por una estrategia más integral, basada en la inteligencia, la investigación y la coordinación entre los tres niveles de gobierno. Este cambio de enfoque comienza a dar resultados tangibles.
Durante una conferencia mañanera de finales de julio, el Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, presentó un balance de los avances alcanzados: del 1 de octubre de 2024 al 17 de julio de 2025 se ha logrado la detención de más de 26 mil personas, la incautación de 204 toneladas de drogas y el aseguramiento de 14 mil armas de fuego. Además, se han destruido más de mil laboratorios clandestinos y detenido a 37 presuntos extorsionadores en entidades como Guerrero, Guanajuato, Michoacán, Puebla, Estado de México y Tabasco.
Estos logros reflejan los frutos de una estrategia cimentada en la cooperación interinstitucional y, en algunos casos, con agencias internacionales. Sin embargo, hay un componente fundamental que aún está pendiente de consolidar: la participación ciudadana.
Pese a los avances operativos, la estrategia federal no ha logrado integrar de manera estructurada a las comunidades en las tareas de seguridad. Esta omisión es significativa, ya que la ciudadanía no solo es víctima o espectadora de la violencia, sino también un actor clave en la vigilancia, la denuncia y la prevención del delito.
Diversas experiencias locales lo demuestran. En Ciudad Nezahualcóyotl, Estado de México, funcionan las Redes Vecinales de Seguridad por Cuadra. En la Ciudad de México se ha implementado un Modelo de Proximidad y Estrategia de Territorialización. San Cristóbal de las Casas, Chiapas, ha apostado por esquemas comunitarios, mientras que en estados como Tamaulipas, Michoacán y la ciudad de Torreón se han desarrollado redes de “vecinos vigilantes” que promueven la confianza entre la población y los cuerpos policiales.
El uso de herramientas digitales -como WhatsApp, Facebook y aplicaciones móviles- también ha sido clave para canalizar denuncias, generar alertas comunitarias y agilizar la respuesta ante emergencias.
Estas iniciativas demuestran que, cuando la ciudadanía se involucra activamente, los entornos se vuelven más seguros, resilientes y menos vulnerables a la violencia criminal. La clave está en construir una seguridad con rostro ciudadano: cercana, sensible y eficaz.
El Estado debe dejar de ver a la sociedad únicamente como una fuente de datos o denuncias. Es momento de reconocerla como una aliada estratégica: acercarse, dialogar, aprender de sus experiencias y respaldarlas institucionalmente.
Para que esta estrategia sea sostenible, debe estar acompañada de un mensaje claro y contundente: no habrá tolerancia frente a la impunidad. Las autoridades deben garantizar que quienes cometan delitos -sin importar su rango o afiliación- serán investigados y sancionados con firmeza.
Frenar la violencia en México requiere más que operativos y cifras. Se necesita voluntad política, transparencia y una ciudadanía empoderada. Solo así podremos construir un país en el que la seguridad no sea un privilegio, sino un derecho efectivo para todas y todos.