¡Reforma electoral sí, acabar con las minorías no!

Jesús Rojas Rivera
08 agosto 2025

El gran problema de las democracias radica en su falta de demócratas, en la apropiación patrimonialista de lo público, de aquellas minorías que, doblegadas por la abrumadora mayoría de los antiguos espíritus en el poder, llegaron sorteando caminos no para cambiar los abusivos desequilibrios de las mayorías, sino para repetir y perpetuar el rancio modelo presidencialista, que es, el vicio más arraigado en la cultura política y las instituciones de nuestra nación.

México es una República con un sistema presidencialista de los más férreos, en pocas democracias del mundo el poder Ejecutivo tiene tantas facultades constitucionales -formales- y metaconstitucionales -de facto- como el nuestro. Me remonto a los análisis del jurista Jorge Carpizo MacGregor y sus afirmaciones en el libro “El Presidencialismo mexicano” de 1978, tan vigentes antes como hoy.

En los más de 80 años de la “dictadura perfecta” priísta -Vargas Llosa dixit-, el Presidente de la República era el líder del partido mayoritario, controlaba de facto las dos cámaras del Poder Legislativo, las mantenía dóciles y alineadas al proyecto de nación que se representaba en él. Controlaba el Poder Judicial, también al Ejército por ser el comandante en jefe dueño de la pluma con la que se palomeaban los ascensos y condecoraciones. Y además, mantenía una influencia marcada en los medios masivos de comunicación.

La oposición en México se agrupaba en la izquierda y la derecha. La primera representada por los partidos comunistas, socialistas, obreros o campesinos y movimientos estudiantiles de donde salieron muchos de los actuales líderes de Morena. La derecha agrupaba gremios, cámaras y organizaciones empresariales, algunos simpatizantes de movimientos sinarquistas, comunidades religiosas y universitarios de educación privada, generalmente con posgrados extranjeros.

Pablo Gómez es uno de esos personajes que nunca perteneció al PRI, uno de los primeros diputados plurinominales que formó parte de las novicias bancadas en donde se permitió la presencia de legisladores de oposición por el principio de “representación proporcional” a finales de los setenta y principios de los ochenta. Fue líder universitario del 68, militante del Partido Comunista y luego presidente del Partido Socialista. Fundó el PRD desde las corrientes de izquierda, a diferencia de Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador y Porfirio Muñoz Ledo, el “camarada” Gómez Álvarez venía de la línea dura, de la izquierda apaleada y perseguida por el presidencialismo tricolor.

En esas vueltas de campana, que son propias de la política mexicana, hoy se le encarga a Pablo Gómez, un eternizado legislador de la izquierda, la tarea de “eliminar” las diputaciones plurinominales y abanderar una reforma electoral propuesta desde el poder presidencial. Tal como en los años setentas y ochentas, el Poder Ejecutivo tiene ganas de reducir al Poder Legislativo, luego de hacer lo propio con el Poder Judicial.

Sin mayor reflexión, si nos preguntan: ¿Quieres que se le reduzca el presupuesto a los partidos? y ¿Te gustaría que se eliminen las diputaciones plurinominales?, la respuesta del pueblo será un sí rotundo. A los que todavía creemos en la democracia como un espacio de representación plural, en donde las minorías convivan y argumenten con las mayorías, nos toca una gran tarea para defender el pluralismo. Ese que permitió llegar a Morena y que hoy desde el poder resulta incómodo.

Y no se trata de defender a legisladores y legisladoras nefastas llegadas por el digno principio de la representación proporcional, los partidos políticos se han encargado de enlodar esos escaños al adueñarse de ellas y eternizar en esos cargos a legisladores inútiles. Se trata, más bien, de defender el espacio de la minoría, de pensar más allá de nuestros traumas y nuestras fobias, para saber que esos espacios, ocupados con las personas adecuadas, por su honestidad, congruencia y conocimiento del Estado mexicano, pueden ser la diferencia entre democracia y dictadura. Se trata de no repetir la historia autoritaria que tantos años nos costó derrumbar. Luego le seguimos...