Poder judicial: elección sin ciudadanos

Rodrigo Morales M.
05 junio 2025

El domingo se llevaron a cabo las primeras elecciones judiciales y el saldo es sin duda desastroso. La ausencia más notoria de la jornada fue la ciudadanía.

Costó trabajo integrar las mesas directivas de casilla, durante la jornada se tomaron muchos ciudadanos de la fila, y ello no habla de un deficiente trabajo de los funcionarios del INE, sino que ilustra el desinterés ciudadano por participar en un proceso complejo y alejado de las preocupaciones básicas. Tampoco vimos a demasiados ciudadanos haciendo fila para votar. El nivel de participación documentó el desinterés.

Cualquier comparación que pretenda hacer ver una abstención cercana al 90 por ciento como un éxito, está alejada del mínimo sentido común.

Mientras que para la revocación de mandato (un evento electivo que puede incidir en la continuidad de uno de los poderes) la ley establece un umbral de votación para hacerlo vinculante, para la renovación del Poder Judicial basta con que se emita un solo voto por cargo a renovar. Es un despropósito.

Reitero, el nivel de participación debiera encender alarmas en el oficialismo, en lugar de activar pretextos y comparaciones engañosas.

Tuvimos otras dos novedades en la jornada electoral. El uso de acordeones hizo ver que el proceso electoral nunca previó mecanismos eficientes para entender y diferenciar las distintas ofertas entre los aspirantes (tampoco tuve nunca claro en qué podía consistir la campaña de un impartidor de justicia), el hecho es que el uso de acordeones confirmó que no hubo voto informado.

Pero más grave aún, por lo que se anticipa en el cómputo, los acordeones están supliendo al PREP del INE, están confirmando que los resultados se podían conocer antes de la votación.

El mundo al revés: la democracia electoral es certidumbre en las reglas, incertidumbre en los resultados. En la elección judicial lo que parece que tenemos es certidumbre en los resultados e incertidumbre en las reglas. Una regresión autoritaria.

La otra novedad inquietante es el volumen de votos nulos y no válidos por recuadros no utilizados (más del 20 por ciento). Quiere decir que el desaire a la elección no sólo estuvo afuera del recinto de votación, sino también al interior de las urnas: uno de cada cinco electores, acudiendo a votar, repudió el ejercicio.

Es un comportamiento inédito. La anulación del voto ha sido un mecanismo que se ha utilizado para intentar elevar el nivel de exigencia a los partidos políticos, por lanzar una señal de inconformidad, pero nunca había alcanzado los niveles que hoy estamos observando.

Acaso el saldo más preocupante de la jornada electoral es la ausencia total de autocrítica por parte de quienes promovieron la reforma.

El mensaje presidencial la noche de la elección y reiterado en la mañanera es desolador: somos el País más democrático del mundo (sin reparar en los estándares mínimos de la integridad electoral); hubo votación libre (haciendo caso omiso del uso de los acordeones), y la elección se llevó a cabo a pesar de algunos que defienden al Poder Judicial (el 87 por ciento de los mexicanos con derecho al voto).

Ciertamente no es un mensaje muy alentador.

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El autor es consultor internacional en materia electoral.

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@rodmoralmanz

Animal Político / @Pajaropolitico