Omitir

Lorenzo Q. Terán
16 julio 2025

No podemos omitir lo que viene sucediendo en el mundo, problemas y tensiones en distintos puntos del planeta. Y el origen de casi todos es la prepotencia de los imperios, que buscan someter a los países más débiles. Esa es la constante que se observa en todas las latitudes donde existen conflictos graves que ponen en riesgo la paz mundial.

La Organización de las Naciones Unidas ha resultado incapaz de mediar con éxito en los conflictos multilaterales que ocurren, con frecuencia, en el planeta. Quisiéramos ver una organización robusta y con poder para desactivar los conflictos y que la paz sea impuesta por vía del acuerdo político. Lo hemos dicho y lo reiteramos: la paz en el mundo pende de hilos demasiados delgados, como para que haya certidumbre en los pueblos. No vemos control o siquiera un enérgico llamado a la paz por parte de la Liga de Naciones, aunque los ciudadanos del mundo exhortan a sus representantes a pactar una paz duradera.

En la actualidad, vemos, con suma preocupación, los conflictos en Medio Oriente, donde el gobierno sionista de Israel aplica una abusiva guerra de tierra arrasada para apoderarse de la franja de Gaza. Lo que está haciendo el ejército de Israel en Gaza es el peor genocidio que la humanidad ha conocido en los últimos tiempos. La crueldad del sionismo es inaudita. No podemos asimilar la matanza diaria de entre 70 a 80 jóvenes, mujeres y niños. Cuando se documente la historia de la barbarie, la agresión actual de Israel sobre Palestina quedará como una de las páginas más oscuras; y lo más insólito es que todo esto ocurra en pleno Siglo 21.

Nunca podremos adaptarnos a ver un genocidio y menos de esa dimensión, ver que se asesine a seres humanos inermes. Eso sería normalizar o trivializar la extrema violencia. En lo que llevamos de vida y practicando el periodismo nunca nos imaginamos que llegaríamos a presenciar algo igual a lo que está sucediendo en Gaza, el país más martirizado del mundo. Por eso, millones de voces en todo el mundo se han alzado en una unánime protesta, pidiendo alto al genocidio israelí.

En otra cuestión, la política del Presidente Trump de aplicar altos aranceles a productos que se importan a Estados Unidos, sin duda repercutirá en detrimento de la economía de los países afectados. Seguramente se buscarán formas de atenuar el impacto negativo de los aranceles, habrá respuestas, como la de Brasil, que estudia seriamente aplicarle aranceles recíprocos a la nación norteamericana.

La política arancelaria que el Presidente de los Estados Unidos pretende aplicar indiscriminadamente, tiene muchos bemoles e impacta negativamente en los propios Estados Unidos, que ya sufre una escalada inflacionaria y protestas airadas por parte de industriales de algunas ramas, como la automotriz o la siderúrgica, que comienzan a sufrir una contracción en el mercado interno.

Mientras Estados Unidos se contrae, China y Japón se preparan para ampliar sus inversiones en los países del Continente Americano. Esta competencia, sin duda, pone en jaque la hegemonía económica que, tradicionalmente, han tenido los norteamericanos en este continente. Lo más probable, ante la errática política arancelaria de Donald Trump, a veces caprichosa, a veces usada directamente como presión política, es que los países de América Latina diversifiquen sus lazos económicos con países que les den un trato más justo y equitativo.

Confiamos en la sensatez de los países afectados por las políticas arancelarias del Gobierno de los Estados Unidos, ciertos que sabrán encontrar cómo minimizar los efectos negativos y, sobre todo, impulsar medidas que garanticen el desarrollo de sus pueblos. Tienen las naciones nuestras una gran fortaleza en sus riquezas naturales y en sus pueblos laboriosos, que siempre han sabido salir adelante de sus momentos críticos.

La unidad de los gobiernos y sus pueblos es la mejor fórmula para superar cualquier turbulencia provocada por la política arancelaria del país vecino. Desarrollo con bienestar es el mejor modelo económico para que las bravatas externas nos hagan lo que el viento a Juárez.