México en vilo: entre la soberbia
del poder y la urgencia del diálogo

Elio Villaseñor Gómez
19 junio 2025

México atraviesa una etapa crítica, marcada por presiones externas crecientes y una tensión interna que no da tregua. Esta combinación no sólo pone en riesgo la soberanía nacional, sino que también complica la relación comercial y política con Estados Unidos.

Desde el gobierno de Donald Trump, las amenazas de aranceles, las restricciones a la exportación de productos clave -como el sector automotriz, el ganado, el aguacate y el jitomate-, así como la cancelación de visas a figuras como el Alcalde de Matamoros y la Gobernadora de Baja California, han reflejado una relación bilateral cada vez más frágil, con profundas implicaciones para la economía y la estabilidad en regiones fronterizas estratégicas.

Pero los desafíos no provienen únicamente del exterior. Internamente, el panorama es igualmente preocupante: estancamiento económico, una violencia que no cede -expresada en secuestros, extorsiones y asesinatos-, y una ciudadanía que, semana tras semana, vive sumida en la incertidumbre y la frustración ante un Estado que parece haber renunciado a su función esencial: garantizar seguridad y bienestar.

El estilo de gobierno predominante ha optado por priorizar el diálogo con los grandes capitales, mientras relega al resto de los sectores sociales al olvido.

La soberbia, el desdén por la crítica y la peligrosa convicción de que el poder está por encima de la ley se han convertido en prácticas recurrentes entre quienes hoy conducen los destinos del país, agravando la polarización y debilitando el tejido democrático.

Hoy más que nunca, México necesita abrirse al diálogo, tender puentes entre actores diversos y asumir, con humildad y responsabilidad, los grandes desafíos que enfrenta.

No basta con maquillar cifras o negar los problemas: eso solo aplaza las soluciones y profundiza las fracturas sociales.

Es hora de poner los pies en la tierra, abandonar las narrativas autoindulgentes y escuchar con seriedad las demandas de una ciudadanía cada vez más impaciente, lastimada y menos dispuesta a aceptar simulaciones.

Solo a través de un diálogo genuino, el intercambio plural de ideas y la construcción de acuerdos fundamentales podremos recuperar el rumbo y reconstruir la confianza en las instituciones.

México aún tiene posibilidades de salir adelante, pero para lograrlo, debe dejar de hablarse a sí mismo y comenzar, con honestidad, a escuchar a los distintos sectores de la sociedad.