Mazatlán sí gritó; Culiacán enmudeció
Silencio patrio, alarido de paz acallado

Alejandro Sicairos
17 septiembre 2025

Lejos de quedarnos con las imágenes de la concurrida ceremonia del Grito que logró Estrella Palacios en Mazatlán, y la incidencia de ceros homicidios dolosos que la Fiscalía General del Estado reportó el lunes en Sinaloa, ambos hechos nos convocan a hacer las correspondientes reflexiones sin la cortina de miedo que obstaculiza las ideas y la indispensable interrogación de si es lo correcto permitir que la delincuencia nos determine la agenda pública aún en circunstancias en las cuales el patriotismo nos tendrían que crecer frente a la violencia.

Víctimas de varios rehenazgos históricos se nos agrega el secuestro del libre albedrío derivado de campañas intensas que llaman a renunciar a lo valioso, como lo es la reconquista del espacio público, en redundancia con el fuego criminal que actúa puntual para instalar en la mentalidad colectiva los amedrentamientos que son muros de contención para impedir el ejercicio de libertades y derechos humanos.

Se nos convierte en rehenes de intereses que desde las atrocidades de la narcoguerra nutren convocatorias a la inmovilidad, al toque de queda, a parálisis sustentadas en la cobardía. Narrativas espeluznantes que atan a la población cuando más debiera activarse en marcar como suyos territorios y actividades que jamás deben quedar bajo el control de los facinerosos.

Todo indica que existe conexión entre la escalada delictiva que del 12 al 14 de septiembre detonó en Culiacán y Navolato, precisamente cuando en las redes operaba la abrumadora estrategia que incitó a los cualiacanenses a no asistir a la fiesta que enmarcaría la rememoración del 215 aniversario del inicio de la Guerra de Independencia. El Gobernador Rubén Rocha por supuesto que debería mantener hasta último momento la decisión de realizar o no el evento, pero el hampa mostró prisa por acelerar la suspensión.

El 12 de septiembre un hecho delictivo con dos personas asesinadas encendió las alarmas al ocurrir en plena zona céntrica de Culiacán, en el cruce de las calles Aquiles Serdán y Juan José Ríos, que planteó la interrogante de qué hacían los operativos de militares y policías que se supone blindan el primer cuadro citadino. Ese día el sector sur representó otro foco de inseguridad con la muerte violenta de un estilista en Costa del Sol y una mujer en Barrancos.

El 13 de septiembre la guerra interna en el Cártel de Sinaloa tocó con crueldad a la comunidad turística de Altata al disparar grupos armados contra el inmueble que alberga las oficinas de la Sindicatura y la caseta de vigilancia del fraccionamiento Isla de Cortés, alcanzando las balas a la maestra Jesamel Rodríguez para convertirla en una víctima más de la terrible barbarie. En total la FGE reportó ese sábado la integración de 5 carpetas de investigación en total por homicidios dolosos.

Y el 14 de septiembre, el mismo día que el Gobernador Rocha determinó que la ceremonia del Grito sería sólo un acto cívico sin público ni el show contratado para dicha fiesta, Navolato continuó como centro de la confrontación entre narcotraficantes con dos asesinados, uno en el poblado de Sataya y otro en la colonia Alfredo Valdez Montoya de la cabecera municipal. Hubo un tercer homicidio en Culiacán, en la Sindicatura de Culiacancito.

El 15 de septiembre, la fecha que en la víspera movilizó a iracundos partidarios de la no fiesta del Grito, Sinaloa tuvo saldo blanco en materia de muertes por armas de fuego. A la lúgubre estampa de “víctimas colaterales” y la estrategia que otra vez utilizó la violencia para inducir el miedo en la gente hasta la saciedad, se le añadió la colosal táctica que busca decretar el acobardamiento del piérdase aquí toda esperanza.

Y para colmo de males, aquellos que incitaban a los culiacanenses a no acudir a la plaza cívica de Palacio de Gobierno y que también celebraron la suspensión del evento del Grito, cantaron victoria a los cuatro vientos y viraron a la hipótesis de que al Gobernador Rubén Rocha lo doblegó el crimen organizado, desenmascarando los agoreros de desastre la maniobra afín a la delincuencia para hacer creer que en Sinaloa nada queda de pie.

El botón de muestra que es Mazatlán, al sacar adelante la Alcaldesa Estrella Palacios la fiesta del Grito sin incidentes, y el repliegue coyuntural del crimen el 15 de septiembre una vez que logró mantener atemorizados en sus casas a los culiacanenses, son contraseñas que pueden ayudar a descifrar los códigos de terror y parálisis que nos imponen desde la narcoguerra y sus acólitos.

Procedamos en consecuencia,

Para que no quede por escrito,

Que perdimos independencia,

Para hacer oír nuestro Grito.

Desde el duelo colectivo por el sacrificio de la maestra Jesamel, en la consternación unánime por las víctimas inocentes de la narcoguerra, hay llamados a los sinaloenses para alzarnos en la construcción de paz no obstante la condición de sufrientes pasivos en que nos quiere arrodillar el crimen organizado. Por cada ciudadana o ciudadano pacífico caído en el fragor de esta narcoguerra levantemos barreras de dignidad y valor para que nadie más tenga que llorar por tragedias que desde una familia se convierten en desgracias generalizadas. Así como las madres que buscan a sus desaparecidos dibujaron el lunes senderos de luz, con el mismo estoicismo iluminemos las salidas de emergencia que nos saquen de esto.