La gran negociación Zambada-Trump
Testimonio de ‘El Mayo’: ya lo sabían

Alejandro Sicairos
26 agosto 2025

Más por la espectacularidad mediática que por estricto acto de justicia, la tierra en la que Ismael Zambada García nació y construyó el imperio del narcotráfico se mantuvo ayer en vilo por la tan anunciada declaratoria de culpabilidad de parte de “El Mayo”, aceptando cargos criminales por conducir al Cártel de Sinaloa, al cual las leyes de Estados Unidos catalogan como empresa de delincuencia organizada. Al final de cuentas se cumplió la expectativa de usar el caso para mejorar la imagen y popularidad del gobierno de Donald Trump, pero fracasó el morbo por saber qué negoció, qué habló y qué calló el capo para librar la pena de muerte.

El emblemático personaje de El Álamo, sindicatura de El Salado, la cuna que a unos 40 kilómetros al sur de Culiacán meció la leyenda de quien durante cuatro décadas eludió búsquedas y recompensas para capturarlo, acudió a similar negociación que lo convirtió en el interlocutor de al menos seis presidentes de México para que lograra el efecto bisagra entre el Gobierno y las organizaciones del narcotráfico.

Las generalidades que mencionó al declararse culpable y pedir perdón por las atrocidades cometidas deberán medirse con las pruebas y consecuencias jurídicas de cada una. Realmente se trata de una ráfaga de implicaciones a terceros que desde hace años están en la sospecha pública por la naturaleza y alcance del emporio del narco.

Es del conocimiento común que a los 19 años empezó su participación en el negocio con drogas ilegales, primero la mariguana y luego la cocaína, en territorios indómitos que explican pero no justifican que los jóvenes proscritos de la educación y el desarrollo carecían de oportunidades de vida lícita. Todos sabíamos de los nexos con las altas esferas del poder público y la cortina de impunidad que se les proveyó.

Pero “El Mayo” con sus característicos e indescifrables arreglos acudió a la única tabla de flotación disponible en el bravo mar de la justicia estadunidense que amenazó con ahogarlo. “Crié una red criminal que encabecé, llamada el Cártel de Sinaloa”, aceptó sin que con ello revelara algún secreto. En las cuentas que lo obligaron a presentar está la de estimar haber traficado un millón y medio de kilos de cocaína hasta el momento en que fue capturado, gran parte de ésta con destino a Estados Unidos.

Descifrar a “El Mayo” por lo que ha vivido y revelado desde que el 25 de julio de 2024 fue llevado a Estados Unidos en contra de su voluntad, equivale a dar por hecho que el iceberg del narcotráfico es solamente lo que aflora en la superficie. Sus dichos como el de “la organización que encabecé alentó la corrupción en mi País al pagar a policías, comandantes militares y políticos que nos permitieron operar libremente” es lo que todos veíamos; el misterio está en deletrear los nombres y delitos que el “yo acuso” esconde.

La jugada magistral de Zambada va más allá de lo que él dice y conoce. Es una especie de rendición de honores de parte de la Casa Blanca y el Departamento de Justicia a un modelo criminal que Estados Unidos no pudo o no quiso someter en los tiempos de mayor esplendor del Cártel. Consiste en el reconocimiento de que sólo a través de métodos extrajudiciales pudieron tener a “El Mayo” en Nueva York, sentado en el banquillo de los acusados.

Por lo pronto, la Corte de Brooklyn y el inflexible Juez Brian Cogan fueron el escenario de la audiencia en la que bastaron los mea culpa de Zambada para coronar el espectáculo donde la alharaca trumpista que anunciaba rigidez en la sentencia política contra lo que clasificó como narcoterrorismo, acabó siendo el canje de información ambigua a cambio de indulgencia prodigada por fiscales y jueces.

La actuación de la justicia estadounidense de ninguna manera borra la leyenda del enjuiciado; al contrario, la resignifica. Eso hizo que el Valle del Río San Lorenzo, la planicie testigo de todas las andanzas de “El Mayo”, respirara hondo cuando el líder del Cártel optó por el salvoconducto sintetizado en el reconocimiento de “el gran daño que he causado en todos estos años a la gente en los Estados Unidos, en México y en otros lados. Asumo mi responsabilidad y pido perdón a todos por mis acciones”.

Y los otrora ejércitos de sicarios del “señor del sombrero” festejaron. El jefe de jefes sigue con vida, valoraron, y eso es lo que importa; de seguro le agregará nuevos capítulos a la narrativa del hombre cuyo cautiverio vía la traición dio origen a la narcoguerra de Sinaloa.

El Álamo cree que el juicio,

Corrió por cauces normales,

Pues a Trump y sus fiscales,

Tuvo ‘El Mayo’ a su servicio.

A aquellos que no profundizan en el comportamiento histórico del Tío Sam en lo concerniente a la justicia estadunidense y sus pactos con el crimen organizado, los mismos que olvidan las lecciones de los casos del General Salvador Cienfuegos, Genaro García Luna y de “El Chapo” Guzmán y sus hijos Ovidio y Joaquín, debió caérseles la expectativa de la cacería feroz por parte de Estados Unidos contra presuntos narcopolíticos mexicanos. Cuando Frank Pérez, el abogado de “El Mayo” puntualiza que su defendido no aceptará ser informante ni testigo protegido y la Fiscal General Pam Bondi no desmintió dicha negativa a colaborar, se demuestra que el caso cerrado dejó fuera a las mil y unas especulaciones que lo rodearon.