La belleza como una experiencia de discriminación racial

Sin Fronteras
13 septiembre 2025

Hace poco organizamos un grupo de conversación entre mujeres para hablar sobre las diversidades corporales. Fue un espacio donde pudimos dialogar sobre cómo nos sentíamos con nuestros cuerpos y cómo nos mirábamos a nosotras mismas en relación con la belleza. Las participantes eran, en su mayoría, mujeres haitianas, además de algunas venezolanas, colombianas y mexicanas.

Una de ellas dijo: “Aunque en Haití somos en su mayoría negras, es muy común buscar productos para blanquearnos la piel, porque mientras menos negra seas, eres más atractiva”. Me sentí profundamente identificada.

Mi familia y yo somos afrodescendientes de la Costa Chica de Guerrero, pero crecí en la Ciudad de México. De niña odiaba todo de mí: desde mi color de piel hasta mi cabello. Me sentía ajena. Después entendí por qué. Se llama racismo. Y lo seguimos viviendo. Mi familia migró internamente; ellas lo hicieron internacionalmente. Todas por el mismo motivo: buscar una vida digna. Este intercambio de sentires me inspiró a escribir estas palabras.

Desde mi labor como trabajadora social en Sin Fronteras IAP acompaño a mujeres en contexto de movilidad que han atravesado múltiples fronteras físicas y simbólicas. Cargan historias de despojo y violencia, pero también de resistencia y dignidad. Sus cuerpos, sus voces, muchas veces invisibilizadas, merecen ser parte de esta conversación sobre belleza, reconocimiento y memoria.

Hoy escribo en el marco del Día Internacional de las Mujeres Afrodescendientes.

¿Qué es la belleza? Qué pregunta tan filosófica. Se dice que es subjetiva, que depende del contexto cultural e histórico. Pero en sus raíces también es una herramienta de control. Una herramienta del capitalismo y el patriarcado, sistemas que nos oprimen a través de la vergüenza, el estigma y la exclusión. La belleza impuesta es una violencia estructural, simbólica y cultural, hiriendo nuestras emociones, nuestra autoestima y nuestra mente.

Las mujeres afrodescendientes en contextos de movilidad enfrentan violencias interseccionales donde el racismo, el sexismo y la xenofobia se entrelazan, limitando el acceso a derechos y obstaculizando su plena integración laboral, económica y educativa. A ello se suma la presión estética que impone estándares de belleza excluyentes, en los que históricamente no han sido representadas.

La familia, como institución reproductora de los mandatos del sistema, refuerza roles de género y estereotipos que convierten nuestros cuerpos en objeto de consumo. Incluso en discursos que promueven la diversidad, la belleza negra continúa siendo blanqueada, pues lo negro sigue siendo aceptado solo si es suavizado, mezclado o ajustado a parámetros eurocentrados.

Decolonizar la belleza, desde nuestras cuerpas afrodescendientes, es resistencia. ¿Cómo sentirnos bellas en un mundo que nos señala y nos juzga solo por existir?

El autocuidado y el cuidado colectivo son estrategias de defensa. Ser conscientes de a qué le damos tiempo, qué consumimos, qué cuestionamos. Generar espacios donde podamos dialogar, reconocernos, crear redes entre nosotras. Apostar por una visión feminista y antirracista. Porque el Estado nunca va a estar de nuestro lado, nos toca a nosotras generar nuestros espacios de autocuidado.

*Marianna Calleja es auxiliar en las áreas de acompañamiento psicosocial Sin Fronteras IAP.