Huachicol: la punta del iceberg

Rodrigo Morales M.
17 septiembre 2025

En días pasados se anunció la detención del Vicealmirante de Marina Manuel Roberto Farías Laguna, quien junto con más de una decena de funcionarios y empresarios formaba parte de una red de contrabando de combustibles, o para decirlo coloquialmente: del huachicol. Varias cosas llaman la atención.

Lo primero es que, tras 10 meses de diversos decomisos, éste parece el primer operativo en el que el decomiso va acompañado de detenciones importantes. Se trata sin duda de una novedad que hay que celebrar: no sólo se ubica la mercancía ilegal, sino que también se describe al menos una parte de la red que hacía posible la operación.

Por otro lado, también es de celebrar que por la vía de los hechos se le esté dando la espalda al negacionismo que caracterizó a la administración anterior: en aquellos días en México no se producía fentanilo, la corrupción se había terminado y el huachicol se había extinguido. Hoy vemos cómo cotidianamente se desmontan laboratorios de fentanilo, asistimos a decomisos espectaculares de huachicol y constatamos que la corrupción sigue tan campante. Sin duda es un avance separarse del negacionismo.

Ahora bien, la magnitud del operativo y la jerarquía de los detenidos anticipan que estamos ante una impredecible caja de pandora. La magnitud del negocio que recién se empieza a describir supone la existencia de una red de complicidades mucho más vasta de lo que hoy se anuncia. Habrá que ver cómo se desarrollan las averiguaciones, pero el volumen del negocio es ya demasiado grande como para que pase desapercibido, incluso para las finanzas públicas. Sin duda que encima del Vicealmirante hay muchos personajes que difícilmente son ajenos al huachicol.

Pero tal vez una de las cosas que más llama la atención del operativo es que le pega en la línea de flotación al viejo discurso de que las transferencias de funciones y atribuciones al Ejército y la Marina obedecía a que se trataba de instituciones incorruptibles. Ya vimos que no. Y por supuesto que no se trata de toda la institución, pero si apuntala el hecho de que una institución, en este caso la Marina, por sí misma no garantiza ausencia de corrupción, que su combate efectivo requiere de pesos y contrapesos, mecanismos cotidianos de rendición de cuentas, en fin, de una institucionalidad que justamente hoy está en vías de extinción.

El golpe no es menor, la militarización rampante ha exhibido un rostro preocupante. No será fácil desmontarlo. Por último, ya vimos que el fentanilo existe, el huachicol es un jugoso negocio y la corrupción no ha desaparecido. Ojalá ahora sí se reconozcan los problemas.