Encerrarse en la sacristía
Para Francisco, subrayó Javier Cercas, el reto más grande de la Iglesia consiste en salir de sí misma e ir a las periferias. Es decir, “el centro de Buenos Aires no es la Plaza de Mayo, donde reside el poder, sino las periferias, las afueras de la ciudad”.
Recordó que antes de ser elegido, declaró “que el problema de la Iglesia era que se había encerrado en sí misma, que se había vuelto comodona, autocomplaciente y mundana, y que esas facilidades la habían abocado al desencanto. «Tenemos a Jesús atado en la sacristía», proclamó Bergoglio. Hay que desatarlo, decía, hay sacarlo de ahí y llevarlo a las afueras, el único lugar que no solo permite «ver el mundo tal cual es», sino también «encontrar un futuro nuevo».
Cercas inició el segundo capítulo preguntándose: “¿Es tan excepcional que el Papa viaje al fin del mundo? ¿Tan raro es que visite un país de la periferia o de eso que solemos llamar periferia? ¿Un país de nuestra periferia religiosa, porque Mongolia es una sociedad de aplastante mayoría budista y minúscula minoría católica, pero también de nuestra periferia política y geográfica, porque Mongolia es un país alejado de los grandes centros de poder y huérfano de relevancia política, económica o geoestratégica, salvo por el hecho de hallarse encajado entre dos imperios, el ruso y el chino, que durante siglos se lo disputaron?”.
Y finalizó ese capítulo: “Así que para el Papa Francisco el viaje a Mongolia no es una excepción: es la norma. Francisco viaja a Mongolia para encontrar un futuro nuevo y para ver el mundo tal cual es desde el único lugar desde donde a su juicio puede verse: la periferia, el fin del mundo. Francisco viaja a Mongolia para seguir siendo Francisco”.
¿Me encierro?