El alto precio de vivir solo de la pesca

Daniel Tapia Sánchez
28 julio 2025

Las comunidades pesqueras viven cerca del mar, pero no siempre cerca del bienestar. Aunque puede parecer que el agua les da vida, la realidad es que muchas de estas comunidades enfrentan condiciones de pobreza que se han normalizado con el paso del tiempo.

En todo Sinaloa, miles de familias dependen de la pesca como su única fuente de ingreso, y cada vez son más los obstáculos que tienen que sortear para llevar comida a casa.

Uno de los principales problemas es el alto costo de los insumos para salir a pescar.

El combustible, por ejemplo, es cada vez más caro, y muchas veces representa más de la mitad de lo que ganan los pescadores en un día.

A eso hay que sumar el mantenimiento de las pangas, las redes, las cuerdas, los remolques, los motores, el hielo, los permisos y demás herramientas que necesitan para trabajar.

Si no hay dinero para invertir en eso, simplemente no hay pesca.

Otro reto importante son las vedas, que aunque necesarias para proteger a las especies y evitar su sobreexplotación, muchas veces dejan sin ingresos a los pescadores por semanas o incluso meses.

El problema es que no siempre existen apoyos suficientes por parte del gobierno durante estos periodos.

La idea de “no trabajar para cuidar el mar” suena lógica, pero si no hay quien ayude mientras tanto, las familias se quedan desprotegidas.

Los bajos precios del marisco también son una carga que golpea con fuerza.

Aunque muchas especies que capturan como camarón, pulpo, jaiba, callo o robalo tienen gran valor en el mercado, el precio que se les paga en playa es muy bajo.

La mayoría de los pescadores no tienen cómo llegar al consumidor final, y por eso deben venderle a intermediarios que se quedan con la mayor parte de la ganancia.

El que arriesga la vida en el mar, es casi siempre el que menos gana.

Además de todo eso, hay otros problemas que complican aún más la situación: el cambio climático ha afectado los ciclos del mar; hay cada vez más restricciones para pescar en ciertas zonas; muchas cooperativas están mal organizadas o no tienen liderazgo; y en muchos casos, las nuevas generaciones ya no quieren dedicarse a la pesca porque ven lo duro del trabajo y lo poco que deja.

La pesca es una forma de vida que sostiene a miles de familias, pero que está en riesgo si no se toman medidas urgentes.

Apoyar a las comunidades pesqueras no es solo darles una lancha o una red; es ayudarlos a organizarse, a comercializar mejor sus productos, a cuidar el mar de forma sostenible y a tener opciones de ingreso cuando no pueden pescar.