De todas formas, el Grito por la paz
Liberar a Sinaloa de la narcoguerra
Son de alta preocupación los hechos de violencia del fin de semana en Altata y Culiacán en el contexto de los preparativos de la fiesta del Grito que habría de realizarse hoy por la noche y que el Gobernador Rubén Rocha Moya canceló ayer, pero sobre todo por la manera en que se sigue desplazando la delincuencia por las calles y carreteras sin que alguna barrera de seguridad militar y policiaca los contenga y, lo peor, tomando víctimas inocentes con total impunidad.
Los grupos del narcotráfico enfrentados en el Cártel de Sinaloa proceden a perder la base social que antes los consideró benefactores en los cinturones de pobreza rurales y urbanos, a tal grado de que la gente salía a manifestarse para defenderlos, como aquel 26 de febrero de 2014 cuando con una marcha exigían la liberación Joaquín Guzmán Loera, que fue detenido en Mazatlán el 22 del mismo mes y año.
Esta vez la guerra entre los hijos de “El Chapo” y los de Ismael “El Mayo” Zambada ha alcanzado a ciudadanos de bien, niñas y niños entre éstos, como fue un caso más el de ayer al morir entre el fuego cruzado una maestra que regresaba junto con su familia de Isla Cortés, una vez perdidos los viejos códigos que durante décadas implementaron los capos para dejar fuera de sus ajustes de cuentas a quienes nada tenían que ver el narcotráfico.
Es bastante violencia para la zona de Altata la que corresponde a quemar un hotel y atacar con disparos a la sede de la Sindicatura y áreas de vigilancia estratégicas, sobre todo porque se ha difundido que es seguro visitar ese centro turístico cuya economía languidece más con eventos de inseguridad y los extraños operativos de la fuerza pública que se anuncian y va el hampa y los desmiente,
También en Culiacán siguió la sensación de desprotección porque en las horas previas a que el Gobierno de Sinaloa intentara restablecer la celebración de la Independencia de México y convocara a la población al evento que rememora el Grito de Dolores, la Fiscalía General del Estado confirmó que el sábado hubo la incidencia de 7 homicidios dolosos y 2 desapariciones forzadas, hechos refrendan miedos que paralizan a la sociedad y sus quehaceres lícitos.
El solo suceso violento que ocurrió en Culiacán el viernes, en la zona céntrica de Aquiles Serdán y Juan José Ríos donde dos personas fueron asesinadas con el correspondiente pánico dispersado, potencia el sentimiento popular de desamparo y recalca la pregunta de qué hacían en ese momento los militares que a todas horas vigilan el primer cuadro citadino. A la caza de cualquier descuido en los operativos del Ejército, Marina, Guardia Nacional y Policía Federal, qué deben hacer los ciudadanos en esos lapsos negra de la narcoguerra.
Así las cosas, es verdad que le correspondía a cada persona o familia la decisión de acudir o no a la fiesta de la noche del 15 de septiembre, independientemente de la gran campaña en las redes sociales llamando a desairar la invitación y desconfiar de la seguridad que ofrecía el operativo que blindaría las rutas de Culiacán por las cuales la ciudadanía se trasladaría de sus casas a Palacio de Gobierno, y viceversa. Finalmente Rocha tomó la decisión más adecuada con un acto de responsabilidad gubernativa.
Es que el acecho de grupos criminales es real y también es auténtica la actitud de los sinaloenses por transponer los umbrales de la atrocidad y retomar el modo de vida que existía antes del 9 de septiembre de 2024 cuando cayó estrepitosamente la seguridad pública debido a que el 25 de julio fue emboscado “El Mayo” y trasladado a la fuerza a Estados Unidos donde espera sentencia tras haberse declarado culpable de delitos asociados al narcotráfico.
Bajo esa verdad de crimen con suficiente fuerza numérica y logística de guerra, la población necesita calcular cada paso que dé, toda idea de recuperar el espacio público. Hoy estaríamos frente a posibilidad de saber si el fervor patrio dominaba encima de la zozobra inducida por los facinerosos y la enorme campaña en redes que le quiso imponer a Culiacán el toque de queda como último reducto de la rendición social. Ya no lo sabremos.
Como moraleja queda la obligación de permitírsele al libre albedrío personalísimo o colectivo que determine lo que corresponda en ese ejercicio indispensable de atemperar el terror y adoptar la autoprotección que el instinto de sobrevivencia establezca. Es una especie de medición de fuerzas entre el ánimo ciudadano que exige paz y la delincuencia vertebrada que no cede en su belicismo.
Hoy nos gritará la conciencia,
Que salvemos a Sinaloa,
Del narco que como la boa,
Nos asfixia y nos silencia.
La rodada de ayer en la ruta Culiacán-Imala-Narnia significó la toma de confianza de centenas de ciclistas y patinadores que retomaron las visitas al Pueblo Colonial en una apuesta por la civilidad, regresándole a la comunidad de las aguas termales la postal de vida inyectada a la economía, a la esperanza y al paisaje mágico. El corredor turístico y gastronómico al igual que Altata, El Quelite, Cosalá y Mocorito más otros destinos de reencuentro con nuestras tradiciones y riquezas naturales dio muestras de que sí se puede volver a territorios que pertenecen a los sinaloenses y que nunca debemos permitir que la barbarie nos los arrebate.