Culiacán, la ciudad más peligrosa para vivir
A un año del secuestro de Ismael “El Mayo” Zambada y del inicio de la guerra entre dos facciones del Cártel de Sinaloa, Culiacán se ha convertido en la ciudad más peligrosa de México y los impactos negativos en la vida de los ciudadanos se acumulan.
Dicha afirmación se sustenta en datos. El primero y más importante es que en el corte del segundo semestre de 2025 de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), del Inegi, que mide la percepción de seguridad en 91 ciudades de México, consignan que el 90.8 por ciento de los ciudadanos de Culiacán se sienten inseguros en su ciudad, siendo el área urbana con peor percepción de seguridad del País, cuando el año pasado, en el mismo trimestre, sólo el 44.7 por ciento se sentía inseguro. Es decir, en un año la percepción negativa se duplicó, lo cual demuestra el estado de ánimo de la ciudad.
Otro indicador es el aumento en un año del 308 por ciento en la cantidad de homicidios dolosos, ya que de enero a junio de 2025 se han registrado 460 homicidios dolosos frente a los 149 que se realizaron en el mismo periodo de 2024. Es decir, los homicidios literalmente se triplicaron, llegando a la cantidad de asesinatos más alta para Culiacán en los últimos años.
De hecho, en los últimos meses la cantidad de homicidios ha llegado a su punto máximo, a pesar del envío de más de 10 mil efectivos del Ejército y la Guardia Nacional, de la presencia constante de las autoridades federales y de los más de mil 500 arrestos registrados. De manera que, por más esfuerzos que han hecho los tres niveles de Gobierno, la violencia no amaina en Culiacán.
Todo ello está golpeando a la economía de Culiacán y de Sinaloa.
Por ejemplo, cerca de 2 mil negocios y empresas han cerrado de forma definitiva, se han perdido 15 mil 700 empleos en la zona sólo contando los formales en los últimos seis meses, y si sumamos la parte final del año pasado, tendríamos que agregar otros 14 mil, y dado que la economía de Culiacán representa entre el 40 y el 50 por ciento de la de Sinaloa, los impactos negativos se están sintiendo en toda la entidad. De la ocupación hotelera ni hablar, no supera más del 10 por ciento de su capacidad.
Debido a la violencia se pierden alrededor de 350 millones de pesos diarios, que multiplicados por un año de conflicto, equivalen a 127 mil 750 millones de pesos, es decir, algo así como 6 mil 700 millones de dólares acumulados. Solo para dimensionar la cifra, el valor de Televisa-Univisión es precisamente de 6 mil millones de dólares, de ese tamaño es el boquete económico de la guerra en Culiacán.
No es casual que más de mil 250 familias de Culiacán y los municipios vecinos hayan sufrido desplazamiento forzado para huir de las hostilidades, teniendo que mudarse a otras zonas o entidades federativas. De acuerdo con la Cámara Nacional de la Industria de Desarrollo y Promoción de Vivienda en Sinaloa, la venta de casas nuevas en Culiacán cayó un 70 por ciento en los últimos seis meses, ya que pocos son los que se atreven a mudarse a la ciudad.
Pero más relevante aún que el impacto económico es el empeoramiento de la calidad de vida. Es inaceptable que 9 de cada 10 habitantes de Culiacán vivan con miedo, no se puede tolerar que muchos no puedan salir a trabajar o estudiar, que ya no puedan disfrutar su ciudad de noche o que teman perder su patrimonio.
Se acabó el tiempo de las excusas. Si el Gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, o el Alcalde de Culiacán, Juan de Dios Gámez Mendívil, no pueden garantizar la seguridad y una vida normal a sus habitantes, ¡que renuncien! -citando la icónica frase de Alejandro Martí-. Y si bien es claro que el Gobierno federal a través del Secretario Omar García Harfuch ha hecho esfuerzos por controlar la violencia en Sinaloa, es evidente que estos no han sido suficientes y se tienen que redoblar, porque la ciudadanía ya no aguanta más.
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El autor es profesor investigador de la Universidad Autónoma de Coahuila, especialista en seguridad y doctor en políticas públicas por el CIDE.